"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


viernes, 29 de abril de 2016

"La débil mental" de Ariana Harwicz

Animal de Invierno, 2016. 80 páginas (Perú)

Mardulce, 2014.102 páginas. (España y Argentina)

Nacemos para masticar rencor, en estos momentos quiero ver llegar el fin del mundo, suspira, quizá ahí esté la clave, que venga el cataclismo y todo vuelva a empezar.
Ariana Harwicz

Esquirlas producidas por una terrible explosión. Las páginas de esta breve novela revelan terribles y escalofriantes imágenes de una relación que en el imaginario común sólo es capaz de irradiar alegría, comprensión y felicidad, ocultando las partes oscuras de la misma: la cáustica relación entre madre e hija. Resulta aterrador para cualquiera ponerse a pensar que este  vínculo, tan determinante en la formación de uno, pueda ser tan traumático y vil. Y sin embargo ese lado oscuro existe. Emerge de vez en cuando y cuando lo hace, dichas erupciones son terribles e incontenibles. Son pocos los escritores que se adentran en esta particular cueva llena de hechos siniestros y menos aun los que lo hacen con maestría. Harwicz es una digna representante de este selecto grupo, capaz de desacralizar el lazo materno y  poner en la palestra lo más crudo de esta unión.

No vengo de ningún lado. El mundo es una cueva, un corazón de piedra, un vértigo plano. El mundo es una luna cortada a latigazos negros, a flechazos y escopetazos. Cuánto hay que cavar para dar con el desprecio, para hacer que mis días ardan.

Desde el arranque es posible notar que esta no es una novela convencional. Mientras uno se adentra en su lectura, es posible que empiece a sentir la tentación de comenzar a  leer en voz alta. Sí, como un libro de poesía. Pronunciar cada frase, para que el ímpetu de las imágenes se duplique o triplique. Frases como Mi cerebro son polillas en un jarro y se ahorcan o La hora exacta previa a encontrarlo es tan bellamente sórdida como tirarse de cabeza en una rivera alcanzan un mayor impacto al verbalizarlas.

Sé que lo primero que nos da curiosidad de un texto narrativo es la trama. Que esta sea interesante y esté bien contada. Este libro va más allá de eso. En La débil mental, encontramos la voz de una mujer de aproximadamente treinta años que nos va contando la historia de la relación salvaje con su madre. Ellas dos forman una peligrosa simbiosis, dañina y enferma (Te llenas de imágenes que son una porquería para tu salud) y que aun así, no llega a ser del todo maldita. ¿Hombres? Sólo la presencia de uno, casado y que mantiene como amante a la protagonista de esta historia. Sólo se conoce de él, lo que las protagonistas de esta historia deciden narrar. El padre de la chica no tiene gravitación alguna. Que la novela esté conformada sólo por mujeres,  permite a Harwicz enfocarse en mostrar el nivel de violencia que puede alcanzarse en sus relaciones (Porque así somos las mujeres, seres endemoniados y testarudos.). Una violencia más sofisticada, expresada en mecanismos mucho más complejos que la que tenemos los hombres al momento de agredirnos. Acá todo dolor muta y evoluciona.

El texto de Harwicz no tiene la intención de buscar una redención de los personajes. Acá no hay ánimo de cambio. Asumen el devenir de su relación y tratan de lidiar con ella. Una madre que no tiene reparo alguno en inmiscuirse en la vida sexual de su hija. Una hija capaz de perder la cabeza por un hombre que parece usarla como un mero juguete sexual para salir del aburrimiento. (Soy la idea de amor de un hombre que vive con otra, que ama a otra, a cientos de kilómetros.) No se callan lo que piensan.  (Ahí viene hasta mí fregándose, y yo lo tengo tirado arriba, estrellado, olfateándome. ¿Hace cuánto no te la meten mamá?)y sin pudor alguno expresan sus miedos, odios y traumas. La aparición de la abuela en ciertas escenas no hace más que reforzar el círculo vicioso en el que han pasado toda su existencia. (Qué suerte tengo de que no haya  un hijo, un plato menos, nada de restos pegados, ninguna voz cortando la mía. Nada que me suceda cuando me arranque la cabeza de un tirón.) Llevan esta especie de marca tenebrosa en los genes. Y no, no tratan de quitársela. (La panza de mamá crió luto, gestó luto, engendró una planta carnívora y acá estoy divina en mi short y mi remerita ajustada.)


La débil mental es una valiente y brillante apuesta literaria. Una grata sorpresa en el panorama de la literatura latinoamericana contemporánea que no dudo en recomendar con este breve texto.



+Sobre la autora:

Estudió guión cinematográfico en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica; dramaturgia en la Escuela de Arte Dramático y completó sus estudios con una licenciatura en Artes del espectáculo en la Universidad Paris VIII y con un máster en Literatura comparada en La Sorbona. Ejerció la docencia en el área de guión cinematográfico. Estrenó en el Centro Cultural Ricardo Rojas las obras de teatro Sobre llovido, mojado y El mal está hecho. Dirigió el documental, El día del Ceviche el cual participó en diversos festivales en Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela.Colabora con el blog literario de Eterna Cadencia.Su primera novela, Matate, amor, cosechó excelentes críticas y fue considerada por el periódico La nación, Argentina, como la mejor novela de 2012.

(Una versión de este texto aparece en el portal Punto y Coma)

martes, 12 de abril de 2016

“Las primas” de Aurora Venturini


Estruendomudo, 2013. 166 páginas (Perú)

Literatura Random House, 2015.194 páginas. (España)

Contextualizada en la década de 1940, Las primas es el retrato de una familia disfuncional y quebrada, conformada por seres grotescos, deformes y dañados. Las mujeres que conforman este linaje maldito se caracterizan por lidiar a diario con la miseria y la desgracia, limitadas por sus fallas y carencias, físicas o afectivas.  Está narrada en primera persona por Yuna, una niña abandonada por su padre, rechazada por su madre y su tía virgen, encargada de cuidar a su monstruosa hermana deficiente mientras va descubriendo su talento para pintar, el cual le permite expresar parte de ese caos que lleva dentro, tal vez lo único que sepa hacer bien. Yuna contará con la ayuda de Petra, su prima, quien representa la traición, la sed de venganza y la animadversión contra el orden impuesto. La enana prostituta inconformista a la que le molesta ese rótulo de anormal al que la reduce la sociedad. Ella fungirá de guía en temas como el sexo y la muerte. Un apoyo (aunque nada confiable) para Yuna frente la racha de sepelios que padecerá la familia y la maldad de los hombres con los que tiene algún tipo de contacto.

A lo largo de la novela, el lector se topará con abortos, asesinatos y perversas prácticas sexuales. Una serie de hechos horrorosos evocados con inocencia y brutalidad, por igual. Acá se narra el lado arisco de las cosas: aquello que incomoda y perturba. La voz de Yuna alterna entre lo lúdico, lo sórdido y lo triste, saliendo a flote en un escenario lleno de excrementos y deformidades, de hostilidad filial y locura. Una lucha constante que se plasma incluso en el momento de la escritura. A veces pienso que somos un sueño o pesadilla cumplida día a día que en cualquier momento ya no será, ya no aparecerá en la pantalla del alma para atormentarnos, dice Yuna en cierto momento. Es así que narrar se convierte en un deber, sin importar recurrir al diccionario la cantidad de veces que sea necesario con el fin de encontrar el vocablo preciso.


Párrafos breves impregnados de humor negro, el lenguaje que utiliza Venturini en esta novela cuestiona en todo momento las convenciones gramaticales, dejando traslucir la angustia y desesperación de la protagonista por revelarnos su historia, percibiendo cada signo de puntuación como un obstáculo, un límite para narrar su verdad desnuda, cruda y sin complejos, pues como afirma: si ponía punto o coma perdía la palabra hablada (…) me convenía comunicarme de viva voz rápidamente para que me entendieran y evitar lagunas silenciosas que descubrían mi incapacidad de comunicación verbal.

Galardonada en 2007 con el Premio  Nueva Novela Página/12 de Argentina cuando su autora tenía 85 años, Las primas es un libro que tiene una impronta juvenil única, desconcertante y deslumbrante. Una novela, como dice Vila-Matas, escrita con enfermiza genialidad.






+ Sobre la autora:

Aurora Venturini (1922, La Plata, Buenos Aires, Argentina-2015) se graduó en filosofía y ciencias de la educación en la Universidad Nacional de La Plata. Fue asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoció a Eva Perón, de quien fue amiga íntima. En 1948 recibió de manos de Jorge Luis Borges el Premio Iniciación por El solitario. Estudió psicología en la Universidad de París, ciudad en la que se autoexilió tras la Revolución Libertadora y donde vivió en compañía de Violette Leduc y trabó amistad con Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Eugène Ionesco y Juliette Gréco. Tradujo y escribió trabajos críticos sobre poetas como Isidore Ducasse (conde de Lautréamont), François Villon y Arthur Rimbaud. En 2007 recibió el Premio de Nueva Novela Página/12 por su libro Las primas. En diciembre de 2010 la edición española de esta obra (publicada por Caballo de Troya) fue elegida el mejor libro en español editado en España durante el año 2009 y recibió el II Premio Otras Voces, Otros Ámbitos.

(Este texto aparece en el portal Punto y Coma)

jueves, 24 de marzo de 2016

"Cinco esquinas" de Mario Vargas Llosa


Alfaguara, 2016. 320 páginas

Cinco esquinas tiene dos tramas principales: la relación homoerótica entre dos mujeres de la burguesía limeña y el chantaje a un empresario minero por parte del director de un pasquín amarillista. Estas dos líneas principales son acompañadas por otras subtramas, como la de un otrora famoso actor en el epílogo de su vida, y la evolución de la Retaquita, redactora principal de Destapes. Todas estas historias están contextualizadas en la década de los noventa, pero de manera confusa:  para forzar una atmósfera caótica, Vargas Llosa ha introducido en ella hechos característicos de la década anterior y del inicio de la misma, como los toques de queda y los atentados de Sendero, y los ha mezclado con el apogeo de la prensa chicha del segundo lustro, causada por la centralización del poder en manos de Montesinos.

El primer aspecto negativo de la novela salta a la vista desde el inicio:  una errática elaboración de los diálogos. Desfasados e inverosímiles. El uso de un lenguaje poco creíble en el contexto en el cual se supone que se desenvuelven los personajes ocasiona que estos se perciban acartonados y ridículos, lo que es más notorio cuando aparecen personajes  de la clase alta limeña, o cuando en medio de un supuesto ambiente de tensión aparecen vocablos como “cacaseno”, “manirroto” o “braquícefalo”:

“-Te tendió una emboscada y caíste como un angelito, para no decir un cacaseno-encogió los hombros Luciano-. ¿Hace dos años, estás seguro? ¿Y sólo ahora se manifiesta?” (pág. 47)

“Daba almuerzos, derrochaba como si fuese un manirroto” (pág.49)

“¿Hablé tan difícil que tu cabecita de braquicéfalo no pudo captarlo?” (pág. 51)

Ojalá esos ejemplos fueran la excepción, pero hay otros similares más adelante. Estas conversaciones van acompañadas en muchos casos con descripciones fallidas de los protagonistas y los escenarios, apelando incluso a frases desgastadas que obstruyen la lectura:

“Los recuerdos acudían en tropel a su cabeza pero se iban ordenando como un crucigrama que se llena lentamente.” (pág.9)

“Tenía una vocecita chillona y parecía burlándose, unos ojos pequeñitos y movedizos, un cuerpecillo raquítico y Enrique advirtió, incluso, que apestaba a sobacos o pies. ¿ Era por su olor que de entrada le caía tan mal este sujeto?” (pág.21)

“(…) y cuando salieron a la calle se encontró con uno de esos días grises, color panza de burro, del invierno limeño.” (pág.77)

Un aspecto en el cual me gustaría incidir es la visión paternalista y condescendiente que se tiene hacia ese “nuevo héroe del siglo XXI” que vendría a representar el empresario. Una postura que se empezó a notar en El héroe discreto con los olvidables Felícito Yanaqué e Ismael Carrera. En Cinco esquinas, dicha figura la asume el ingeniero Enrique Cárdenas, empresario minero, que sufre una serie de vicisitudes a lo largo de la novela: es engañado por un misterioso inversionista extranjero, lo chantajea un vil periodista, protagoniza un escándalo mediático, es apresado de manera injusta. El problema es que, sin importar la adversidad que se le presente, Cárdenas siempre saldrá bien librado. Cualquier padecimiento tendrá una duración efímera, sin impactarlo de forma significativa, otorgándole así un aura de invulnerabilidad. La sociedad, parece decirnos Vargas Llosa, tiene que proteger dicho status quo de tranquilidad y sosiego, ya que cualquier problema que altere a estos “´héroes discretos” surgidos tras la ola neoliberal noventera terminará desencadenando tragedias o desastres, primero individuales y luego sociales.El autor no busca cuestionarlos, solo exaltar sus virtudes:

“Enrique decía que la situación se estaba volviendo insostenible para las empresas, las medidas de seguridad aumentaban los costos de una manera enloquecida, las compañías de seguridad aumentaban los costos de una manera enloquecida, las compañías de seguros querían seguir subiendo las primas y, si los bandidos se salían con su gusto, pronto llegaría el Perú a la situación de Colombia donde los empresarios, ahuyentados por los terroristas, por lo visto se estaban trasladando en masa a Panamá y a Miami, para dirigir sus negocios desde allá.” (pág. 18)

Otra cuestión que le resta puntos a Cinco esquinas es la cuantiosa dosis de moralina que Vargas Llosa trata de imponernos, al hacer demasiado grandilocuente y pomposa la transformación de la Retaquita en los últimos capítulos de la historia. Este giro de los acontecimientos se nota demasiado artificioso y juega en contra de uno de los pocos personajes aceptables de la novela. Es mejor cuando Vargas Llosa muestra la vileza de sus personajes en otras situaciones y los sincera:

“En otras palabras, y perdón por la lisura, quién cacha con quién y de qué manera lo hacen. Meter la cabeza en la intimidad de las personas conocidas. De los poderosos, de los famosos, de los importantes. Políticos, empresarios, deportistas, cantantes, etcétera. Y, si hay alguien que sabe hacer eso, se lo digo con toda la modestia del mundo, soy yo. Sí ingeniero, Rolando Garro, su amigo y, si usted quiere, desde ahora también su socio.” (pág.98)

“Yo sé escoger mis enemigos. No se debe desafiar a quienes son más poderosos que uno mismo.” (pág. 248)

 “Los vómitos, la diarrea del gobierno, su muladar. Le servimos para tapar de mugre la boca de sus críticos, y, sobre todo, la de los enemigos del Doctor. Para convertirlos en “basuras humanas”, como él dice.” (pág.276)

Tras haber señalado lo anterior, hay algo que sí debo reconocer: es una novela que entretiene y se deja leer (siempre que se haya logrado sortear las  insufribles primeras cincuenta páginas y los obstáculos que he mencionado líneas arriba). Pero difícilmente pueda quedar en la memoria en el lector tras haber leído la última línea. Es una novela light , en todo caso,  justamente lo que más ha criticado el autor en sus últimas columnas y ensayos. Quien me conoce personalmente puede dar fe de las muchas veces que he ponderado novelas como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la Catedral o La guerra del fin del mundo.  Sin embargo, nadie con dos dedos de frente puede afirmar que sus últimas obras estén a la altura de las antes mencionadas (no es que se le exija ello, pero hay algunos críticos que afirman semejante mentira). Peor son aquellos que por un afán nostálgico, tratan de encontrar una serie de virtudes en sus últimas obras cuando simplemente no las hay. ¿O alguien puede decirme que El héroe discreto alcanza alguna trascendencia, si con las justas puede brindar un poco de entretenimiento por ciertos tramos? Otra de las defensas que he leído por ahí también: “está en el ocaso de su vida, no hay que exigirle que innove o nos dé una obra imperecedera”.  A los que afirman ello se les puede responder con dos casos concretos: Aurora Venturini publicando Las primas a los 85 años y James Salter con 87, haciendo lo  suyo con All that is. No nos amparemos en el factor edad para tener una mirada complaciente entonces.   


(Una versión de este texto aparece en el portal Punto y Coma)

domingo, 6 de marzo de 2016

“Cicatriz” de Sara Mesa


Anagrama, 2015, 200 pp.

En un texto que hice tras la lectura de Cuatro por cuatro (Anagrama, 2012), expresé que Sara Mesa era una autora de primera línea. Cicatriz, aplaudida por la crítica en general y seleccionada por diversos medios como una de las mejores publicaciones del 2015, no hace más que cumplir con las altas expectativas que tenía, superándolas incluso. Una novela que explora aspectos de nuestra contemporaneidad al que muchos narradores de su generación miran por encima del hombro, la mayoría más preocupada en elaborar textos que no arriesgan nada amparándose en la repetición de viejas fórmulas anquilosadas como si el mundo no hubiese cambiado en décadas. Mesa en contrapartida, construye una narrativa que permite cuestionar el mundo presente. Elabora ficciones que ahondan en las obsesiones y preocupaciones del hombre actual, y la sociedad de la que forma parte.  Universos literarios donde palabras como consumo, poder  o fetichismo han llegado a constituir parte importante de la vida cotidiana. ¿Acaso fenómenos como el internet o la hegemonía indiscutible del capitalismo no han alterado el mundo? Sí, lo han hecho. El reto que asumió Mesa fue el de representar en la ficción cómo estas alteraciones afectan al individuo común. La manera en que altera su forma de vincularse y pensar con sus pares además de los males que se derivan de estas nuevas conexiones. Las nuevas formas de poder que operan en nuestro inconsciente. Formas de poder económicas.

Todos los que argumentan que estas multinacionales son las representantes del capitalismo más atroz son los mismos que engullen sus hamburguesas y sus capuchinos en vasos de cartón, salen y acto seguido comienzan a vociferar consignas pacifistas. A cualquiera de ellos, si le robas el móvil se pondrá a gritarte, te golpeará y si me apuras le parecerá bien hasta que te torturen en la comisaría. Písale a uno de ellos, verás como le duele más el pisotón que todos los niños del mundo mutilados por bombas de racimo. A él mismo, admite, le mortifica mucho más la suciedad en las calles que la existencia de armas nucleares. La escala de sus preocupaciones comienza en lo individual y, allá a lo lejos, termina en lo colectivo.(págs. 56-57)

El párrafo anterior, expresado por el personaje de Knut, muestra lo que anteriormente mencionaba. Desentrañar el capitalismo de nuestros días va más allá de mencionar unas cuantas multinacionales. Implica una forma de pensar que se puede rastrear hasta los textos de Adam Smith hace ya algunos siglos. En La teoría de los sentimientos morales, ya se vislumbraba este mundo donde la individualidad y el egoísmo presentes en su idea de la simpatía inherente al hombre iban a asumir una relevancia cada vez más grande, al punto de transformarse en la piedra angular sobre la cual basamos las decisiones que tomamos día a día, preguntándonos siempre cuál va a ser el beneficio neto de nuestros actos y de ahí recién, el cómo afectarían a los demás. Las acciones no revelan todas las intenciones de quien la realiza. O por lo menos existe una duda de que uno lo haga. La desconfianza es un mecanismo de defensa que surge naturalmente en consecuencia.

En Cicatriz, el internet también tiene un protagonismo elocuente. Es la red donde nace el nexo entre los dos protagonistas, Sonia y Knut. El espacio donde Sonia termina buscando una forma de escape al agobio de su tediosa realidad:

Encuentra en internet horas de distracción y juego, sobre todo en los chats, a los que muchos están empezando a aficionarse en esa época: diálogos, discusiones, mascaradas, un entretenimiento estimulante que le permite coger aire y ampliar las dimensiones de la sala (pág. 14)

Pero más allá del ocio, el internet termina por conformar una comunidad a la cual Sonia se adhiere. Gente que encuentra un refugio por las infinitas posibilidades de reinvención que se le permite. Una red donde la falsedad y el engaño son monedas corrientes, brindando la posibilidad de proyectar anhelos y deseos soterrados que de otra forma no podrían manifestarse. El anonimato es la clave de todo ello, deshumanizando y haciendo que uno termine por dudar entre qué es lo real y qué es lo ficticio.  Y no sólo ello, sino que se difuminan las fronteras entre lo público y lo privado. ¿Hasta qué punto somos conscientes  de que tenemos un control sólo en apariencia sobre lo que mostramos? ¿Nos sigue perteneciendo aquello que compartimos en las redes sociales?

La mentira es esencial porque la verdad es incomunicante (pág. 157)

Y es el personaje de Knut quien con sus mensajes, va dejando estas ideas sueltas. Rompe con la monotonía a la que ha ido a parar la vida de Sonia. Primero presentándose como alguien inofensivo, a quien ella conoce en un foro literario y al cual le deposita su confianza, para terminar convirtiéndose en el principal causante de las dudas que empiezan a acosarla.  Dudas que empiezan cuando él le empieza a regalar los objetos que roba a cambio de que ella le siga brindando atención. Esto último es determinante, pues Sonia al responder a Knut, lo hace existir en el sentido que tiene que estar imaginándoselo de manera continua. Los objetos que llegan a la casa de Sonia no son más que el precio que Knut paga para que el personaje que él representa para ella, no desaparezca. La ropa, libros y perfumes robados son los bienes con los que Knut va adquiriendo poder sobre ella, haciendo que paulatinamente estos concentren toda la atención de Sonia y sean el punto gravitante sobre el cual gira su atención día a día, incluso destruyendo las relaciones que entable con otras personas. Lo curioso es que estos bienes no son propiedad de Knut originalmente. Solo hace que estos transiten de dueño, logrando poder en el camino.

Escapar del sistema burgués pasa en primer lugar por escapar del paradigma de la propiedad. ¿A quién pertenecen los bienes? ¿Quién tiene derecho a poseerlos o incluso a exigir su posesión? (pág. 92)

Es así que el poder se gana con el comercio de los bienes y recae sobre quien los distribuye, no en quien los produce. Knut se convierte así en la única figura de autoridad de la vida de Sonia, el que mueve los hilos de sus actos. Vuelven los ecos del control total, que Mesa ya había explorado en Cuatro por cuatro,  sólo que ahora es más clara la relación con las fuerzas del comercio y las finanzas, aquellos mundos que la mayoría de la sociedades desconoce cómo funcionan realmente, pero que terminan controlando aspectos importantes de sus vidas.  


Busquen y lean este libro.


+Sobre la autora:




(Madrid, 1976) desde niña reside en Sevilla. Ha publicado las novelas Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela) y El trepanador de cerebros y Cicatriz (Finalista del Premio Herrald), y los libros de relatos No es fácil ser verde y La sobriedad del galápago. Con su poemario Este jilguero agenda ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007.






(Una versión de este texto aparece en el portal Punto y Coma)

viernes, 19 de febrero de 2016

"La noche de los alfileres" de Santiago Roncagliolo


Alfaguara, 2016, 410 pp.

Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es uno de los pocos escritores peruanos contemporáneos conocidos fuera del medio estrictamente literario. Si uno va a una librería limeña encontrará sin problema cualquiera de los libros que ha publicado en los últimos quince años. Su novela más conocida, Abril rojo, llegó a estar dentro del Plan Lector en mi colegio. Ha sido traducido a varios idiomas y vendido decenas de miles de ejemplares. En la solapa de este último libro se recogen diversos blurbs de medios internacionales, pero si uno invierte algo de tiempo buscando una reseña peruana sobre algunos de sus libros es probable que demore en hallar una donde primen los elogios. La mayoría de escritores nacionales lo acusa (en voz baja)  de practicar una “literatura light”. Rafael Lemus, conocido columnista mexicano de Letras Libres afirmó que Roncagliolo escribía siguiendo los dictámenes de una gigantesca industria del entretenimiento. Entonces, ¿a quién hacerle caso? ¿Es sólo producto de una aparatosa maquinaria publicitara? De ser así, ¿cómo ha sido sostenible en el tiempo? ¿Es puro entretenimiento? En el caso contrario, ¿qué es lo que hace Roncagliolo y sus colegas no, para poder enganchar con una amplia comunidad de lectores? ¿Su único pecado es entretener a sus lectores?

Veamos su recorrido.  Es autor de obras infantiles, dos largos textos periodísticos (La cuarta espada y El amante uruguayo), una obra de teatro  y un libro que recoge varios de sus artículos (Jet Lag). Sin embargo, Roncagliolo ganó notoriedad con sus trabajos en el terreno de la narrativa de ficción. Su primera novela, El príncipe de los caimanes, sobre las aventuras de dos viajeros de distintas generaciones tuvo una primera edición que pasó sin pena ni gloria. Recién con el libro de relatos  Crecer es un oficio triste y su breve novela  Pudor, donde abordaba la problemática de una familia clasemediera limeña, fue que comenzó a granjearse el  calificativo de promesa literaria. Con la aparición de Abril Rojo, la denominación de “autor más joven en ganar el Premio Alfaguara” y los miles de ejemplares vendidos fue que Roncagliolo cruzó las fronteras del círculo literario. Un thriller ambientando en el año 2000 sobre crímenes durante el trascurso de la Semana Santa en Ayacucho, le bastó para acaparar una atención a gran escala. La crítica se dividió. Algunos lo acusaron de efectista. Otros (en su mayoría foráneos) de otorgar un libro ágil y efectivo (señalando dichos adjetivos como virtudes). Pero lo que quedó, más allá del efecto a corto plazo de su publicación, fue el planteamiento  de un debate que duraría muchos años: ¿era la etapa de la violencia terrorista el nuevo derrotero de la narrativa peruana? Un tema interesante que debe ser tratado en otro artículo. Luego de ello estuvo involucrado en un escándalo de censura por  Memorias de una dama,  que en mi opinión es su mejor libro y el cual curiosamente es el menos leído por el gran público y el único que generó un favorable consenso en la crítica .

Tan cerca de la vida, Óscar y las mujeres  y La pena máxima, novelas que publicó en el último lustro mostraron un patrón común: no volvieron a generar ningún tipo de debate en el medio literario. Si uno busca críticas o reseñas, estas son escasas. Primó la indiferencia. Para la mayor parte de críticos resultó más práctico no prestarles atención, lo cual también es una toma de posición implícita. Se podrá hallar más que nada entrevistas. Tal vez, Óscar y las mujeres,  su sátira sobre la industria de las telenovelas, sea la excepción al haber generado el mencionado artículo de Lemus  y otro de Marlon Aquino en  Lee por gusto. Pero dichos textos trascendían el comentario sobre la obra en sí. Y sin embargo, Roncagliolo siguió manteniendo una buena cantidad de lectores y su vigencia como representante peruano en cuanta antología latinoamericana a nivel internacional se publicase (Bogotá 39, Granta, etc). Ello además de ser uno de los pocos escritores peruanos que tiene lanzamientos a nivel hispanoamericano (y no como otros que aducen lo mismo, pero no cuentan que es en una escala tan pequeña que no logra trascender el círculo de sus conocidos de Facebook repartidos por las capitales latinoamericanas).

Ahora La noche de los alfileres.  Comencé a leer esta novela tratando de hacer caso omiso a la previsible publicidad de su lanzamiento: “un thriller de horror situado durante los últimos meses del conflicto terrorista”. Las primeras páginas nos muestran a cuatro muchachos de quince años de un colegio de clase alta. Los típicos perdedores o lornas de la clase. Es el año 1992 y ellos viven aislados en la burbuja que les representa el colegio. Sólo tienen las preocupaciones cotidianas de un adolescente promedio: el sexo y el reconocimiento de los demás.

La mayoría de nosotros ni siquiera éramos capaces de localizar la avenida Javier Prado en un plano. Internet no existía. Nuestro único tema recurrente era lo que nos colgaba entre las piernas. (…)  Soñábamos sexo. Respirábamos sexo. Desayunábamos sexo. Pero en contraste con todo el espacio que el tema ocupaba en nuestra cabeza, ahí afuera, en la vida real, carecíamos de experiencias concretas. (págs. 17-18)

Era preferible una fea del Santa Úrsula que una bonita del Santa María Eufrasia. A fin de cuentas, no importaba cómo fuera la chica sino cómo la vería tus amigos (pág. 19).

Hasta ahí, las cosas sin edulcorante. Durante dicha etapa es innegable la presencia de fenómenos como la alienación. Negarlo sería un error. Roncagliolo no lo hace y trabaja a partir de ahí. Es en esa instancia inicial que logra conectar con el lector. Éste último puede reconocerse en sus personajes. En sus conflictos cotidianos.  Cada uno de los cuatro protagonistas muestra un problema distinto: la homosexualidad y la discriminación limeña  (Beto),  la soledad y la búsqueda por referentes en la música, el cine y las historietas además de una lujuria descontrolada (Moco), el equilibrio entre la idealización romántica y la avidez sexual (Carlos) y el ejercicio de la violencia como máscara de una carencia afectiva (Manu). El mundo con el que lidian se reduce a eso. No resultaría verosímil una pandilla de estudiantes angustiados a dicha edad por los problemas sociopolíticos del Perú. Estos últimos se cuelan de una manera menos explícita en su caso, al describirse algunos efectos de los fenómenos de la globalización y el neoliberalismo que se aceleraron tras la caída del Muro durante los primeros años de la década de los noventa:

En esos años el Perú era un país de segunda clase sin franquicias, cadenas de comida rápida, zapatillas Nike ni juguetes Star Wars. Si tenías algo de eso era porque alguno de tus padres lo había comprado en Miami. Y si tus padres iban a Miami-o mejor aún, si tú ibas a Miami y Orlando y te hacías una foto con Mickey Mouse-, significaba que tu familia tenía una buena posición social y que podrías aspirar a una chica del Santa Úrsula. De lo contrario, como era mi caso, estabas destinados a consumir el producto nacional, es decir, zapatillas Mike, juguetes de Star Mars y hamburgueserías como el McRonald´s de Surco. (pág. 34)

Dicha pandilla encuentra en sus vulnerabilidades su principal vínculo como grupo, además del odio hacia una profesora, Pringlin, quien canaliza sus frustraciones. Este personaje femenino representa esa autoridad que necesita violentar y derribar. Luchar contra ella para dejar escapar la furia contenida contra su realidad. Su némesis. Una que parece invulnerable y parece estar siempre un paso adelante. Una autoridad que es cercana a estos muchachos. Resalto eso: la figura de poder imperante en la novela la asume una profesora.

Uno de los méritos de esta novela radica también, en la construcción de los diálogos. Estos no suenan anquilosados, pomposos o impostados. Uno se topa con las lisuras, jergas y vocablos que usan los personajes y puede notar que estos fluyen de lo más natural. Puede aducirse que esto no representa un criterio determinante para medir la calidad de una novela, pero en la actualidad, urge resaltarlo dado que muchos narradores peruanos contemporáneos no logran representar de manera creíble el hablar de los personajes de sus historias. Algunos se quedaron en el hablar de los sesenta o setentas.  Aún recuerdo una reseña donde un crítico acusaba (de forma válida) a un escritor peruano de caricaturizar la voz de sus personajes como si provinieran de un programa cómico sabatino.

Hasta ahí, ya hay un conflicto interesante (los cuatro protagonistas contra la tiranía de la profesora) y personajes verosímiles. Con el trascurrir de la novela, el ritmo de las acciones, se va desacelerando para profundizar en los conflictos secundarios de cada personaje, siendo los más logrados los de Beto y Moco. Ahora, viene una pregunta de rigor, ¿cuál es la verdadera violencia que trascurre por las páginas del libro? ¿la causada por el terrorismo?

No. A pesar de que Roncagliolo fuerza en ciertos momentos la aparición de ciertos lugares comunes (explosiones aisladas, apagones), es la violencia inherente a la ciudad la que termina primando y afectando el desenvolvimiento de los personajes:

En el televisor cambiaron de noticia: ahora aparecía un hotel donde alguien había matado a una mujer arrojándola desde un décimo piso. Nada de motivaciones políticas. Un tema personal. La idea del asesino era fingir que su víctima se había arrojado sola. (págs. 304-305)

Ya no hay guerra, dicen. Y la tele pone la imagen de los sicarios. Ya no hay guerra. Pero los policías asaltan bancos con sus AK-47. (pág. 86)

Ese paralelo con lo que acontece en la actualidad muestra el verdadero caos que afectaba a la urbe. Una violencia que además está vinculado a males vigentes como el racismo, el clasismo, el poder económico y la indiferencia de las autoridades. Hay una escena que representa esto muy bien. En cierto momento Moco quiere evadir un examen de Química y no encuentra mejor forma que fingir una llamada a la escuela amenazando con detonarla para lograr su cometido:

Y en esa época, el Perú era como una película con buenos y malos. Sobre todo malos. Eso podía ser de mucha ayuda. Recopilé todas las noticias que encontré sobre atentados terroristas. Todas las cartas de extorsión que aparecían en la prensa pidiendo cupos de guerra. Todos los grafitis de las calles. Lo anoté todo en un cuadernito. Todas esas palabras tan fuertes: “revolución”, “traidores”, “vendepatrias”. Las mejores palabras que había escrito en mi vida. También sé escribir, ¿ok? Puedo anotar cosas (pág. 203)

No sé si fue intencional, pero dicho párrafo parece una parodia del manoseo del tema de la violencia terrorista por parte de un buen número de escritores nacionales en los últimos años. El uso del conflicto no para escarbar en sus raíces más profundas, sino para quedarse sólo en la capa superficial. En el puro efectismo. Uno que al final, no logra  ni una buena trama ni representa un verdadero aporte a  la búsqueda  por lograr lograr un “real entendimiento de lo que pasó en dichos años” que es lo que siempre pregonan en entrevistas. Un fenómeno que no es endémico sin embargo, y que puede hallar sus pares en la mayor parte de las obras que se han publicado  sobre la guerra civil española o la llamada narcoliteratura mexicana. Recalco que el problema no es el tema sino el cómo se aborda la mayor parte del tiempo.

Ahora, algo que debe achacársele al autor y que ya ha sido mencionado sobre sus anteriores libros, es la construcción de diversas frases que no aportan nada al momento de montar un símil y que más bien obstruyen la lectura. Frases que suenan ingenuas y/o trilladas como:

Parecía un perro rabioso que se ha herido al saltar sobre un gato (pág. 117)

(…) estaba más angustiado que un actor porno sin Viagra (pág. 246)

Él me sonrió de vuelta, con una mirada que aún llevo tatuada en la piel (pág. 251)


Podría mencionar además, la innecesaria extensión de ciertos pasajes del desenlace de la historia y la innecesaria inclusión de los lugares comunes de la época que ya indiqué (¿siempre va a mencionarse Tarata?). Pero más allá de dichos aspectos, pienso que La noche de los alfileres resulta en conjunto un progreso en la narrativa de su autor. Es la forma de retratar  los conflictos personales de los personajes  y el dibujo verosímil de su realidad próxima, lo que hace interesante este libro y que vaya más allá de la etiqueta de thriller. Problemáticas con la que cualquier lector (y aquí no hago distinciones) pueda sentirse identificado. Sí, es una novela que entretiene. El entretenimiento no es malo mientras se logre trascender este aspecto, uno sobre el cual pienso que hay que seguir debatiendo.

+ Sobre el autor:

Ha publicado las novelas negras La pena máxima(Alfaguara, 2014) y Abril rojo (Premio Alfaguara de novela 2006 e Independent Prize of Foreign Fiction), el thriller psicológico Tan cerca de la vida (Alfaguara 2010) y las comedias ácidas Óscar y las mujeres (Alfaguara, 2013) y Pudor (Alfaguara, 2004), esta última llevada al cine. Como periodista, es autor de una trilogía sobre el siglo XX hispano: La cuarta espada, El amante uruguayo y Memorias de una dama. La revista Granta lo seleccionó entre los mejores escritores de su generación.








(Texto publicado en la web de El buen librero)

miércoles, 27 de enero de 2016

Que empiece el show: "Asociación Ilícita" de Leonardo Aguirre

¿Cómo es percibido el mundillo literario peruano por alguien ajeno a él? ¿Son los escritores figuras dedicadas a leer y escribir en sus habitaciones o bibliotecas, ajenos a cualquier banalidad cotidiana? ¿Son superiores moralmente a los animadores del universo farandulero? ¿Se reconocen en sus contemporáneos, se identifican con ellos, se alegran cuando les va bien? Puede que existan algunos que sí. Pero no la mayoría: quienes abundan son los que critican los medios de la “concentración”, pero luego celebran cuando son entrevistados por uno de estos medios “oligopólicos” o incluso si son mencionados en un pie de página del tamaño de un aviso clasificado. Escritores que alaban y se toman con selfies con los libros de otros autores de su generación, pero por chat o en persona te hablan pestes de los mismos. Escritores que hackean cuentas de otros escritores. Escritores que acosan a escritoras. Escritoras que acosan a escritores. Escritores que hacen lobby para ganar premios que nadie más que ellos conoce. Escritores que se quedan con centenas de sus ejemplares para decir en público que su libro se agotó. Escritores que piden comentarios positivos sobre su libro, insisten, vuelven a insistir, se frustran cuando no consiguen lo que quieren y después empiezan a insultar amparándose en una “diferencia ideológica”. Escritores que ponen en su biografía que han sido traducidos a otros idiomas, pero ocultan  que publicaron en editoriales de medio pelo y que en el país de la traducción ni el lector más entusiasta se enteró. Escritores  que mandan sus manuscritos a grandes editoriales con el anhelo de una respuesta positiva, esperan, siguen esperando, y cuando asumen que nunca los llamarán lloran, se encabronan, empiezan a decir que “no les importa publicar en una editorial grande”, que “no les gusta la exposición mediática”, que “prefieren escribir desde la marginalidad” porque “están contra el sistema”. Escritores que piden reseñas especificando “cómo deben leer su libro”. Escritores que repiten que los “libros se defienden solos”, pero ante la primera crítica negativa te bloquean en  Facebook. Traiciones. Mentiras. Puñales. Humo. Sí eso ocurre en la actualidad, en tiempos de redes sociales, donde todo se conoce  casi al instante, ¿se imaginan la situación hace cien, cincuenta, veinte, cinco años? Asociación Ilícita pretende responder dicha pregunta.


Aguirre publica veinticinco textos (a los que llama “acápites”), cada uno dedicado a un personaje vinculado a la escritura. Empieza con Abimael Guzmán y termina con Giuliana Llamoja; en el medio, personajes conocidos por todos, como Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce, Jaime Bayly y Beto Ortiz, junto a otros desconocidos para cualquiera que no siga muy de cerca la movida literaria, como Víctor Coral o Umberto Toso. Esta alternancia le permite al autor demostrar que las vilezas de sus protagonistas no están vinculadas ni a su reconocimiento mediático ni a su aparente perfil bajo. Hay muchas más similitudes entre una bronca en un set televisivo y una golpiza en Quilca: en ellas se quiere enfocar Aguirre.

Dos textos, a mi parecer, destacan nítidamente: los dedicados a Guilermo Thorndike y a Blanca Varela. En el caso del primero, Aguirre selecciona una serie de declaraciones sobre él, casi siempre negativas, y con ellas monta un texto que aparenta ser una larga, coherente, bien construida conversación Ya sea como operador político en la sombra o como figura de la prensa sensacionalista, siempre se le cuestiona su ética, pero no la calidad de sus libros. En el caso de Varela, por el contrario, usa las declaraciones de la misma poeta, mostrando lo volátil de sus impresiones y concluyendo  que tal vez nunca lleguemos a comprender qué pensaba. “No siempre los escritores llegan a declarar lo que realmente piensan” es una idea que se puede inferir al concluir dicho perfil.

Los veinticinco acápites son acompañados por 1215 pies de página. Sí, más de un millar de textos que, a lo largo del libro, circulan como un río cargado de lodo, piedras, maleza, basura y sobre todo de cadáveres. Estas notas conectan hechos aparentemente inconexos y permiten identificar una continuidad a lo largo de la historia de la literatura peruana. Desde las contradicciones de un mismo escritor con el paso del tiempo hasta las escaramuzas entre distintos bandos, el libro de Aguirre es también  una invitación a que el lector continue por su cuenta la investigación.

Una de las ideas que se desprenden del libro de Aguirre es distinguir en todo momento la calidad moral de un autor  del valor literario de su obra. Asociación ilícita desacraliza la idea del “escritor” como personaje solemne y alejado de los vicios en los que cae cualquier otra persona: allí tenemos las diatribas en blogs y diarios, duelos con arma a inicios del siglo pasado, mutaciones ideológicas por conveniencia. Pero en ningún momento, Aguirre trata de vendernos la idea de que “dicho título fue malo porque el autor era un vil ser humano”. No. Y es una crítica directa a todos aquellos que piensan que la obra literaria de un autor gana puntos porque es “marginal”, “anti-sistema”, ”parco”, etc. Ese sesgo solo sirve para ocultar la falta de talento. Uno puede aparentar la vida de un dandy como Valdelomar o un poeta “maldito y marginal” que bebe y fuma todo el día, y sin embargo, esos no serán los criterios que determinen la calidad de sus libros. Que se obvie dicha distinción ha llevado a reemplazar la discusión de ideas por las nimiedades  personales, y no permite desarrollar los planteamientos ideológicos o intelectuales.


Hay que ser valiente para publicar un libro como Asociación ilícita en estos tiempos. Pero, sobre todo, hay que ser un voraz y obsesivo investigador para haber dado a luz este libro, y también un autor con talento para que la cantidad de información que maneja no se le escape nunca de las manos. Más allá de que algunos perfiles pudieron quedar fuera para extender otros que merecían mayor atención, y más allá del morbo con que muchos lo leerán, Asociación ilícita es un libro que le ofrece una dosis de aire fresco a la literatura peruana reciente.


+Sobre el autor:

Es autor de Manual para cazar plumíferos (cuentos: Matalamanga,2005), La musa travestida (cuentos: Matalamanga,2007), El conde de san germán (novela:Hormiga,2008) y Karaoke (novela: Magreb,2010)

domingo, 17 de enero de 2016

Un mundo en descomposición: "Cuatro por cuatro" de Sara Mesa

“La mejor manera de evitar el caos es controlándolo: enciérralo en un corral y dale de comer aparte”

Wybrany College (o el colich). Un internado (o una cárcel). Doscientos estudiantes (o prisioneros). Unas cuantas autoridades (o tiranos). Esos son los principales elementos con los cuales Sara Mesa arma una historia sórdida y oscura. Una fábula sobre el totalitarismo, sí, pero sobre todo, una aproximación a la evolución del mal, la manipulación de conciencias y la deshumanización de las relaciones de intercambio. Una novela donde todo está contaminado de principio a fin. Un relato donde parece que, tal como se dice en el texto, “los ojos de toda la humanidad están mirando el foso en el que nos precipitamos.”

Dividida en dos partes y un epílogo, la historia se centra en tres personajes: Celia, Ignacio e Isidro Bedragare. Inicia con la tentativa de escape de un grupo de alumnas de un internado que se encuentra aislado de cualquier urbe. En dicho centro conviven los hijos de familias acomodadas con los de los estratos sociales más bajos, aunque siempre sabiendo cual es la frontera que los divide (y dividirá siempre). Celia es la líder de este fallido intento de escape, y capítulo a capítulo se nos va relatando las razones que la llevan a tomar esta decisión.

La historia de Celia, una de las “especiales”, se intercala con la de Ignacio, un niño doce años, abusado desde siempre y centro de burlas de sus compañeros. (“Ignacio es visceral, sufre. Sólo pide que no lo excluyan, que no lo dejen aparte.”) Homosexual reprimido, ve en la llegada de un nuevo alumno la tabla de salvación que tanto anhela mientras va experimentado una metamorfosis que le revelará una zona oscura de su ser que será la que finalmente le sirva para sobrevivir.Tiene que dejar de ser débil. Esa es su consigna. (“Ignora que en todo juego de estrategia siempre hay una pieza débil que puede llegar a ser sacrificada sin más contemplaciones, y que la mayor debilidad reside en la propia ignorancia de ser débil.”)

La segunda parte del libro (y más extensa), es el diario de Isidro, el sustituto del misterioso García Medrano, un profesor cuya ausencia genera las preguntas necesarias para buscar resolver el enigma que encierra el colich. Isidro, con una identidad compuesta de mentiras y apariencias, nos irá contando paso a paso cómo su idea inicial de  vivir el día a día sin causar problemas ni llamar la atención, batallando con la frustración constante en la que se derivado su existencia y deleitándose con el poder que se la ha asignado frente a otros seres (“Uno habla y ellos escuchan. Uno ordena y ellos obedecen.”), empieza finalmente a cambiar debido al enigmático comportamiento de sus colegas, pero sobre todo, el de sus jefes. El aparente orden impecable de la escuela esconde unas cimientos tan horrorosos, que deberá pensarlo más de dos veces antes de decidirse a investigarlos o no. Ello mientras, soporta las llamadas de su hermana, a un colega ebrio y una ex pareja demente.

“Cuatro por cuatro” es la muestra (tal como lo hizo en su época Mario Vargas Llosa con “La ciudad y los perros”) sobre cómo es posible mostrar los males de nuestra sociedad en un microcosmos como lo es una escuela donde, en teoría, debería combatírselos con más ahínco. Si bien se profundiza cómo la violencia va calando en la mente de hasta el más débil de los estudiantes, mayor interés genera la deshumanización de los protagonistas. Deshumanización que se muestra en la forma de asumir la amistad ("¿Es la Poquita mi mascota?"¿Por eso la quiero?"), la indiferencia con la que se contempla el dolor de los demás (“Tápate un ojo y mira con el otro. Así es como yo miro siempre las cosas.”) o el fatalismo con el que se percibe el amor (“Para sentir celos, más que amar, uno debe conservar intacta cierta esperanza. Pero en mi caso la desesperanza es constante.”).

Capítulo aparte merece las relaciones económicas que se van transando a lo largo de la historia. Hay una frase en la que parece sintetizarse las características de estas: “Se mercadea con cosas que se tocan y con cosas intangibles, con cosas puras y sucias, con personas, objetos y conceptos.” El contexto que rodea a la novela, da pie a que todo sea capaz de ser intercambiando, perdiendo la conciencia del valor de lo que se está otorgando mientras se consiga lo anhelado de forma inmediata. (“Esto sucede cuando la petición pasa a ser transacción comercial: si le doy algo a cambio puedo exigir un precio, negociar o chantajear.”) Mientras estos acuerdos sirvan para estar un poco mejor que en el presente,serán válidos para uno. (“Ahora entiendo a qué se refiere con “comercio”. Esas transacciones creadas para paliar nuevos desastres. El cáncer que se extiende poco a poco por el colich. El saber sin decir, el hablar sin palabras.”). Sólo importa sobrevivir. Se vende el cuerpo y hasta el mismísimo espíritu. Todo es posible de ser percibido como carne y vísceras. Esta visión desesperanzadora impide concebir el futuro como un escenario que pueda mejorar de una forma significativa, llegando incluso a convertir la procreación como un acto negativo (“En familias como las mía gestar hijos sólo supone producir desgraciados.”). ¿La infancia es la etapa más feliz de nuestras vidas? ¿Cómo sería capaz de afirmarse eso cuando ésta simplemente es aplastada una y otra ve?

Posiblemente no tan conocida en nuestro medio, Sara Mesa es considerada en la actualidad una de las mejores narradoras contemporáneas de España.  Esta novela, publicada el 2012, es una muestra de su capacidad para construir una historia capaz de hacer reflexionar, y de atrapar al lector de principio a fin (incluso sorteando ese bache entre la primera y segunda parte, donde el ritmo  se ve interrumpido por el tedioso inicio de la historia de Isidro). “Cuatro por cuatro” es una oportuna  puerta de ingreso al mundo narrativo de esta autora de lengua hispana de primera línea. 

“Ya comprendí que aquí las cosas, mientras no vayan acompañadas de palabras que la definan, no existen ni son peligrosas para nadie.”

+Sobre la autora:




(Madrid, 1976) desde niña reside en Sevilla. Ha publicado las novelas Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela) y El trepanador de cerebros, y los libros de relatos No es fácil ser verde y La sobriedad del galápago. Con su poemario Este jilguero agenda ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007.