Es una mezcla de cuestionamiento interno con una inconmensurable y molesta sensación de vacío. Un mecanismo que se enciende y empieza a alterar mi mente,un proceso denso desde la universidad hasta aquí, solo frente al monitor y el frío contacto con el teclado. Y resume en parte todo lo que ha ocurrido este último año. Una isla circundada por la oportunidades perdidas en su momento, que flotan al límite del ahogo sin acercarse directamente hacia mí.
La chica ya no me gusta, y si la tuviese al frente mío actuaría con una indiferencia brutal, mostrando una cortesía forzada. Pero hace dos meses, parecía el lobo de las caricaturas que se mueve epilépticamente y padece de hiperactividad a corto plazo. Trazaba planes, escenarios, palabras por decir, escritos no concretizados. Incluso salí con ella en dos oportunidades, y cumplí con el protocolo que cualquiera pensaría como "enamoramiento". Pero de la expectante ilusión inicial, terminé derivando en un aburrimiento sólo comparable con la de Mersault, en "El extranjero" de Albert Camus, libro que acabé hace unas horas y que tiene implicara directa con la motivación a escribir esto.
Y es justamente el tedio, lo que no sólo parece gobernarme a mí, sino a todos los que me rodean. Es la prisión invisible que nos envuelve a todos, como un manto asfixiante. Se dejan pasar casi sin inmutarse elecciones que nos podrían llevar a situaciones mejores.Riesgos que valen la pena, y no los que sólo conducen a caminos más peligrosos.
No me refiero a un escenario donde todos andan como robots, sino a uno, donde las cosas se han relativizado a tal punto que no se encuentra satisfacción en las empresas que llevamos a cabo, y sólo hay ráfagas imitando la felicidad,transitando como sombras en nuestras conductas.Nos rodeamos de un "optimismo" que se nos presenta como tabla de salvación pero que no comprendemos conceptualmente, y que sobrevive gracias a un efecto placebo alienante. Detesto a las personas que me venden pastillas de felicidad encapsuladas en mensajes vacíos.
La solución a todo esto, no la poseo, sino no estaría aquí sintiendo que no gano nada al escribir esto, más que el desahogo momentáneo de esta turbulencia interna. Muchos encontrarían la respuesta correcta rezando, otros embriagándose, otros llamando a su pareja. Pero creo que si buscamos la naturaleza de estas sensaciones nos podremos acercar más a un paliativo correcto. Sin irnos al extremos de inventar "Complejos de Edipo, Electra, Narciso" y otros espejismos.
Advertir el peligro de un mar de dudas y vacilaciones que se acumulen en el desencanto por el presente es una labor impostergable, urgente en la etapa juvenil.Tampoco quiero parecer el "Grinch" de esta pseudofiesta constante que muchos viven y que no esconde una desesperante sensación de desapego por las cadenas que los mantienen fijados a un mundo homogeneizante. Sólo espero que cuando escriba en 365 días la última escena de mis 21 años, el hálito de molestia y tedio se haya disuadido.