"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


miércoles, 24 de abril de 2024

[Reseña] 'Diario de Koro' de Gastón Carrasco

Irrupcion gatuna

Laurel, 2021. 82 pp.


Toda exploración del amor comienza por una pregunta sobre el lenguaje. Ambas implican el examen de la forma en que nos comunicamos y, por ende, nos relacionamos con nosotros y los demás. ¿Cómo expresar lo que sentimos y, al mismo tiempo, ahondar en lo que somos, lo que nos rodea y los lazos que nos vinculan? Diario de Koro puede leerse como un registro de esta búsqueda. Un diario que busca alejarse de su naturaleza, al oponer la forma de medir el tiempo con el nacimiento de una cronología personal. Una que gira en torno a la unión entre un poeta y un felino.

 

La relación de Gastón Carrasco (Santiago, 1988) con Koro empieza cuando este último tiene un mes de nacido y viaja maullando en una caja de zapatos, y se desarrolla a lo largo del confinamiento que vivimos en la pandemia. Durante dicho periodo, que hoy nos puede parecer lejano, Carrasco empieza a indagar en la intimidad del hogar y las dinámicas entre los seres que la habitan, comenzando por sí mismo:

 

“El vecino de arriba golpea, se sienten golpes de bastón: un recluso mandando mensajes sobre fugas. Pierdo el interés, sigo el ejemplo de Koro y me enrollo en mí mismo para dormir”. (p. 16)

 

Este acto podría ser una declaración de principios que se vislumbrará a lo largo del libro, compuesto por anotaciones sobre las nuevas rutinas que se originaron, las reflexiones que estas provocaron y los hallazgos sobre lo que uno llevaba a cuestas hasta dicho momento. De ahí que se entremezclen desde citas de libros leídos hasta películas vistas, pasando por las más simples acciones de Koro deambulando por los ambientes de la casa, confluyendo en una nueva percepción de la dinámica que rodea e interviene en el narrador.

 

La horizontalidad de la relación entre ambos, como contraposición al vínculo común de amo-mascota, crea un nuevo lenguaje en el que confluyen poesía y naturaleza, lecturas y maullidos. Tanto Koro como Carrasco se aproximan al teclado tanteando con la posibilidad de romper la quietud de este y así escribir letras palabras, frases, textos, pensamientos y emociones. Más que interrupción, hay una irrupción felina: el lenguaje que se está formando no se corta ni se detiene, sino que se expande y enriquece con cada gesto de Koro, desde el más nimio al más extraño:

 

“Ahora duerme sobre el teclado, escribe con el cuerpo, prescinde de las palabras, no importa el vínculo ni las relaciones, escritura automática de signos, predilección por las consonantes, como ese sonido que hace al ver una polilla: kkkkkkkkkk”. (p. 66)

 

De esta manera, puede decirse que Diario de Koro es una ruptura con la monotonía del lenguaje que nos rodea a diario al impregnar lo que se escribe con matices bárbaros, salvajes e inesperados, llenos de errores que dislocan el automatismo. Una marca particular que se refleja en el texto, para así “sonar juntos”. Un principio de unión y cooperación, como se menciona en una de las anotaciones, que diluye la individualidad y el encierro, tanto físico como emocional.

 

“Acariciarse es apretar el lenguaje. Constriño y uno palabras como en un neologismo. Una forma simple de unirse a otro. Las letras juntas componen el follaje”. (p. 26)

 

La existencia de Koro, ese ser libre y lúdico, nos remite a la corporalidad como un mecanismo de afirmación y supervivencia. Sobre cómo la ternura que provocan sus gestos y huellas (o, incluso, sus pelitos) permitió resistir en un escenario copado por la desolación y la congoja, y que parece no haber desaparecido del todo. El libro de Carrasco es una invitación a abrir el lenguaje, a impregnarse y enriquecerse de otras formas de existencia y así, escapar, salvar nuestros sentimientos de la peligrosa recarga del circuito cerrado de una mente ensimismada por completo.

 

(Texto publicado en la web de larBitácora de El Hablador)

martes, 9 de abril de 2024

[Reseña] 'Sobre los ríos que van’ de António Lobo Antunes

 

La nebulosa del recuerdo

  

Literatura Random House, 2014. 224 pp. Traducción de Antonio Sáez Delgado.

¿De qué manera la inminencia de la muerte es un disparador de la memoria? ¿Cómo mantener la calma ante las imágenes del pasado que nos bombardean, caóticas e ilógicas, al mismo tiempo que nos abate la enfermedad? ¿Cómo el dolor permea nuestra manera de recordar? António Lobo Antunes, reconocido como uno de los más destacados novelistas contemporáneos, explora estas sensaciones a través de la borrosa lente de la experiencia y la nebulosa del recuerdo. Esta novela suya, invita a sumergirse en una lectura tan desafiante como fascinante, que cautiva e hipnotiza desde el primer momento

 


La voz principal de ‘Sobre los ríos que van’ es la de un alter ego del autor (llamado numerosas veces ‘Antoninho’, su apelativo de infancia) que queda postrado a causa de una intervención quirúrgica con complicaciones. Sin posibilidad de moverse, permanece a la merced de su mente. Asistimos así al desasosiego de alguien que, encerrado en el cuarto oscuro de su memoria, gesta una narrativa desde su desesperación por captar los rincones más recónditos de su espíritu y revisitar el pasado junto al de aquellos que lo rodearon. Los familiares, vecinos y los primeros amigos de este “Lobo Antunes” se tornan así en espejos cuyos distorsionados reflejos devuelven claves para entender las sensaciones más luminosas y a la vez, más oscuras de su ser. La escritura se desenvuelve entre extremos emocionales sobre los cuales el narrador fue delineando su  sensibilidad y lo llevaron a ese presente cada vez más repleto de pasado.

 

La propuesta del escritor portugués, como siempre, destaca por el uso de   tiempos verbales entremezclados, las escenas sin concluir, los diálogos interrumpidos, la polifonía superpuesta de las voces de los personajes y la notoria devoción por el uso de la elipsis para conseguir una mayor fluidez. Predomina en su narración una prosa desaforada que desestabiliza y escapa de la concepción secuencial de los de hechos narrativos, y cuyo torrente oral, casi poético, ilumina las experiencias “más apasionadas”. De esta manera, Lobo Antunes explora la enfermedad como una forma de quedar encerrado en el cuerpo físico y donde la posibilidad de contar dicha experiencia se erige como el único vehículo para salir de la infernal quietud, incluso tomando como punto de partida la inercia de los objetos más próximos y mundanos, sensación palpable en fragmentos así:

 

una mirada indecisa de soslayo, en el hospital la lluvia, los castaños seguro que negros, el plato de la pared con una virgen estampada desprendiéndose y cayendo, si su madre pegase la mejilla a la suya, incluso anciana, incluso ciega, la palabra hijo cobraría sentido, no la palabra enfermedad, no la palabra muerte, mientras iba caminando con los ríos sin nada que le estorbase, acompañado por el pasodoble de un saxofón remoto, en dirección al mar” (pág. 23)

 

o:

 

y qué curioso llamar pieza a la enfermedad, desmenuzarla al microscopio, escribir sobre ello, él un número y un nombre, ni siquiera una forma, al principio de la página el nombre que no retuvieron y por tanto no existe, existe la descripción de lo que llamaban pieza y lo que les preocupaba era la pieza, no él, él en la terraza en el sitio del abuelo esperando el tren del mediodía con el periódico o paseando por la viña bajo las nubes de marzo y al acordarse de las nubes aseguraba desde ayer no ha dejado de llover, lo último que recordaba eran las gotas en el cristal, no gente, no el pueblo, gotas en los marcos y después de él más gotas sobre las gotas y nuevas gotas sobre las más gotas en un invierno perpetuo, otra pieza mirando la lluvia en su lugar con la misma sorpresa y el mismo terror, la madre con el gato en las rodillas” (pág. 45)

 

La muerte acecha y evocar los tiempos de la infancia es una forma de expresar la sensación de vulnerabilidad y desprotección frente a ese destino. Se vuelve a depender de otras personas, pero donde hubo cariño y empatía, ahora hay rostros de cansancio, fatiga y rastros de molestia. Ya no es un ser tierno que provoque gestos de cariño ni miradas de protección. ¿A qué recurrir? ¿Cómo oponerse? Para entretenerse, los recuerdos de las primeras pulsiones sexuales irrumpen, arrojando así, a la memoria, una tabla de salvación a la cual pueda aferrarse El deseo se vuelve una forma de resistencia, insistir en los sueños de unirse a alguien más:

 

se entretenía haciendo conjeturas sobre qué pretendían con la sierra y lo olvidaba como olvidaba lo que pasó ayer y lo que pasa ahora, la pinza que le apretaba el índice señalaba los desahogos del corazón en la pantalla, imaginaba un puño contra las costillas y al final un discurso monótono con una caligrafía rara, cada fragmento suyo un lenguaje diferente y todos incomprensibles para él, el hecho de ser muchos le sorprendía, cómo se junta tanto frenesí en un solo cuerpo y cómo consiguen vivir en un sitio tan pequeño, cuál la voz de la enfermedad que no la encontraba, procuraba hacerse una idea de su muerte y no era capaz de imaginársela ni qué sentiría, intentó retener el pueblo con las viejas y las cuevas y no lo consiguió, o sea un única vieja agitando ramas de fresno y será eso la muerte, una patata escondida” (pág. 77)

 

    


        Un caudal verbal así de inconexo no permite dar cuenta de personajes cuyo carácter esté definido por completo. Este tipo de narraciones le resta importancia a las acciones que realizaron o no los personajes, y más bien, pone un énfasis especial en la percepción del narrador sobre las consecuencias de estos hechos. Acaso esta escritura es el gesto de infancia y la inocencia (mas no ingenuidad) que el narrador conserva: La posibilidad de narrar desde esa libertad imaginativa que tiene efectos directos sobre las decisiones que se tomarán, en las relaciones que se romperán o mantendrán. Es una forma que nos enfrenta a las preguntas clave sobre la narrativa personal: ¿Importa más lo que sucedió o lo que se cree que sucedió? ¿Se pueden reparar las consecuencias de dichas distorsiones sin renegar de uno mismo? 

 

            Ser lector de Lobo Antunes es adherirse a un credo. Una fe donde la palabra es Dios y la prosa, su forma de manifestarse. Es el lenguaje de la conciencia inscrito en un registro extremo e ilógico, alejado de toda ecuanimidad y, por eso mismo, cercano a una intimidad que nunca termina de definirse. La forma más real del pasado tal vez sea la del recuerdo cubierto de niebla, cuya develación, capa por capa, lleva a descolocarnos y abrazar la vitalidad en dicha incertidumbre. Leer a Lobo Antunes es abrazar la incertidumbre.


(Texto publicado en la web de la Bitácora El Hablador)

 

miércoles, 13 de marzo de 2024

[Reseña] ‘Acceso no autorizado’ de Belén Gopegui

Resignación y resistencia

 Mondadori, 2011. 316 pp.

 

¿Es posible mantener la conciencia tranquila cuando se ejerce la política? ¿Cómo? ¿Cómo resistir un sistema de gobierno programado para ahogar cualquier iniciativa que amenace la acumulación de la riqueza de quienes ya son dueños de ella? Belén Gopegui (Madrid, 1963) erige su novela en dos conceptos clave: resignación y resistencia.

‘Acceso no autorizado’ es un retrato político que deja entrever el carácter inercial del quehacer gubernamental, así como la poca o nula libertad en la toma de decisiones. En esta historia no hay lugar para el idealismo. La narración cierra la ventana a cualquier aire de cambio que intenta colarse. Todo está ya programado, el sistema se defiende. Es en esos momentos donde la resignación y la culpa –aunadas en el personaje de la vicepresidenta de España– aparecen, crecen, se desbordan y buscan una salida, una filtración a través de las palabras.

             La novela superpone muchas acciones que suceden en simultáneo, pero sobre las que destaca una en particular: la vicepresidenta de España comunicándose por su computadora con un hacker. Una hoja en blanco a la que acude cual oráculo a expresarle sus temores, sus miedos, sus remordimientos y también, por qué no, a disfrutar del placer del coqueteo cómplice. Confiar en un desconocido, del que no se conoce más que las palabras que escribe podría ser considerado como irracional, pero ¿qué tanto lo es en realidad?, se pregunta la protagonista. Con círculos políticos contaminados de traiciones y pullas y una red de comunicaciones pinchado por completo, la idea de confiar en un anónimo no resulta tan descabellada

                 Gopegui pone su prosa al servicio del sentido de la urgencia de lo que está contando. El accionar de sus protagonistas (la vicepresidenta y el abogado devenido en hacker) determinado por situaciones de presión pública, paranoia, conspiraciones y lealtades movibles, se transmite adecuadamente con frases y diálogos cortos, austeros. El lenguaje usado dosifica las reflexiones y las cavilaciones, sin restarles densidad, como se puede apreciar en líneas como las siguientes:

 

«…nos saludamos entre nosotros, sonreímos, nuestra presencia afirma que estamos satisfechos con las cartas recibidas, que estas reglas de juego nos parecen bien; llegado el momento, mataríamos, sí, mataríamos, pero no para cambiarlas sino para que todo siga como ahora, aunque sepamos y, no podemos negarlo, lo sabemos, que bastaría un empujón para mandarnos al abismo de los desatendidos, los sospechosos, los tristes, los que no tienen horizonte. Esperamos morir sin que eso ocurra, y nos llamarán socialdemócratas y sonreiremos, y nos parecerá bien». (pág. 263)

 

Y también:

 

«¿No es revelador que el único gesto verdaderamente significativo de un político occidental, el único momento en que parece mostrarse como individuo que se atiene a unos principios y no fluye en la corriente, sea la dimisión? ¿No dice esto que el rechazo sería el único espacio para el factor humano en nuestras democracias?». (pág. 313)

             En ‘Acceso no autorizado’ el lector siente empatía por la comunidad de los hackers porque no le temen al fracaso social dado que ya viven en él. Sus acciones de reprogramación tienen un aire de resistencia y revolución, silenciosa y lúdica. Importa, sí, el dinero, el poder comer a diario, porque muerto ya no da tanta gracia invadir la computadora de otros:

 

Los putos ricos son libres, es lo que más me jode. Los putos ricos inspiran admiración porque se pueden permitir jugársela, decir que no, dejar un trabajo, que más les da si no lo necesitan para vivir”. (pág. 157)

 

Pero hay más que eso: Hay un sentido de contrapoder tecnológico (y también, económico social) en el hecho de resistir y lograr dar algunos golpes informáticos: mucha adrenalina y la posibilidad de nivelar el juego, al menos en la dimensión de lo virtual, pero con consecuencias en el mundo real. Inmiscuirse en los círculos de las élites del poder e intervenir en esferas a los que por otros medios nunca se sería invitado.

 ¿Cómo lidiar con un tejido social donde la avaricia corporativa ha encumbrado a la indolencia como su eje? ¿Cómo se despierta uno con la consigna de querer sobrevivir al día, sin certeza alguna sobre lo que vendrá el siguiente? La novela de Gopegui muestra caminos para subvertir la abulia diaria a través del accionar de estos guerrilleros informáticos. “Cuando no se le habla a nadie, ¿a quien se le habla? Las palabras son código, existen para ser intercambiadas” (Pág. 270) se dice en la novela y ahí se encuentra la clave para resistir y dar pelea: el lenguaje. ¿Qué son los códigos de programación sino un lenguaje?

¿Y qué es este sino un campo en constante evolución? Uno cuya reciente aparición da la oportunidad de hacerle frente a los dueños del tablero. Alterar la sintaxis para alterar la realidad. He ahí no solo una propuesta subversiva, sino también un estilo. 


(Texto publicado en la web de la Bitácora de El Hablador)