Hace ya cerca de tres meses leí en una rápida inspección de bitácoras literarias el nombre de Jeremías Gamboa. Y no fue en cualquier medio de resonancia casi espectral como las que pululan por Internet, sino nada más y nada menos que en la sección cultural del diario "El País" de España. en una sección de
Nuevos Narradores Latinoamericanos que de inmediato llamó mi curiosidad. El título de la nota era "Vocación sin freno" y se narraba las peripecias que había tenido el escritor para escribir y lanzar una nueva novela, que estaba siendo respaldada nada menos que por Mario Vargas Llosa y Carmen Balcells,su agente y referente imprescindible si hablamos de los maestros del Boom. Sorprendido, empecé a googlear toda la información posible sobre el susodicho, con reseñas y notas que elogiaban su primer libro de cuentos lanzado por Alfaguara en el 2007, inubicable en cualquier librería de la capital, pero del que se podía leer un cuento
online. De inmediato lo imprimí y leí camino a mi casa en bus. Una lectura gratificante. Empezaron mis exámenes finales y me distancié del tema. Ya eran comienzos de octubre, cuando comenzaron los preparativos para la feria "Contra" de editoriales independientes organizada por la Municipalidad de Lima. En su agenda, figuraba una charla llamada "La tentación del fracaso o cómo enfrentar resistencias y miedos a escribir"
. Debo decir que por dichos días yo andaba, por así decirlo, bloqueado con algunas historias que tenía en mi mente pero que no tenía idea sobre el cómo plasmarlas como yo quería en cuentos de buena factura. Así que ni corto ni perezoso, decidí ausentarme del trabajo y una clase que tenía ese día para ir a la charla. Por la mañana, con una esperanza casi extinta recorrí Quilca y alrededores en busca de dicho cuentario inhallable, con respuestas negativas por doquier que me hicieron caminar cerca de dos horas. Cuando ya la resignación me había ganado, en el stand que menos imaginaba lo conseguí. Casi ni pregunté el precio que me pidió, accediendo a pagar casi sin notarlo, pues era un ejemplar nuevo y sellado. Tomé un micro y fui a la charla en el Centro Cultural de España. Esperamos los asistentes unos cinco minutos hasta que llegó. Con un morral un poco gastado, cabello largo y un aire de despreocupación que contradecía mis vagas ideas de lo que era un escritor. La charla fue estupenda y ajena a todo lo aburrido que podría sonar para cualquiera la idea de un taller literario, pues de lo que más se habló fue de como afrontar la vocación por ella. Los nombres de Ribeyro, Vargas Llosa, Naipaul, Roth, Kureishi y King, flotaron en el auditorio de forma admirable. No les narraré todo lo demás que se dijo, pues eso da para otro post, pero sí que en ese momento mis temores para escribir cuentos se estaban disipando. Al acabar la charla, me acerqué con mi ejemplar en la mano para que lo autografíe esperando una respuesta de indiferencia, mas Jeremías reaccionó asombrado por la sorpresa de que lo haya hallado y lo firmó con una de las mejores frases de aliento que alguien me ha transmitido. Entre esa tarde y la del siguiente día devoré placenteramente todos los cuentos del libro que me dejaron casi en estado de shock. La tarde del sábado ( la primera charla había sido un viernes), asistí a la segunda y última charla, con la convicción de que estaba frente a un escritor fuera de lo común y renové mis esperanzas en mi fe literaria.
"Contarlo todo" es un libro que esperé de forma impaciente y casi demencial. Sabía que se lanzaba en España el día de mi cumpleaños, y que durante el mes de Noviembre llegaría a Lima. Mientras tanto, le escribí por Facebook al sr. Gamboa que me respondió de forma sencilla y gentil, un texto que aun guardo. Y ha sido un mes de ansiedad que llegó a su fin el día viernes pasado,29 de Noviembre a las 2 de la madrugada, que empecé a disfrutar esta maravillosa novela y que si bien terminé hace pocas horas, en menos de tres días, sus efectos se prologarán por mucho tiempo como una caja de resonancia que no termina de vibrar.
La historia de un joven temerizo, estudiante becario de una de la más prestigiosas universidades privadas del país, residente en un distrito de clase media baja de esta ruidosa y bizarra metrópoli sudamericana,sin éxito con las mujeres, un problema de seguridad en sí mismo y sus capacidades, aficionado a las literatura y que empieza a trabajar con personas a las que teme en un primer momento. Quitando algunos detalles,¿Donde iba a encontrar algo más parecido a lo que ha sido mi vida hasta ahora?. Me identifiqué desde la primera línea. La novela que yo hubiese querido escribir en unos años.En su aparente sencillez, desligada de situaciones macabras, demasiado trágicas o malditas, la novela de J. Gamboa demuestra una madurez única para narrarnos una buena trama sobre los temores para escribir, la amistad como sostén para sobrellevar la juventud y sus dudas, las tormentas del amor veinteañero, las penurias económicas, el racismo tácito de nuestras sociedad y una serie de eventos humorísticos y entretenidos. Hay una buena dosis de todo aquello que el lector busca en una novela. No se lea tampoco como un manual de autoayuda, rótulo que le añaden los críticos a todo aquello que no contenga historia de algún ser desquiciado o marcado por un suceso truculento. Tampoco como un tratado sobre la realidad socio-económica de nuestro tiempo, pues si quieren algo así vayan a leer un libro de Sociología. Esto es literatura y de la buena.Una estructura adecuada, estilo limpio y claro.
Las expectativas eran altas, y vaya que la novela no sólo no las decepciona sino que las satisface con creces. Un buen novelista peruano ha emergido y es motivo para aplaudir. Aplaudir y leer.
Aquí algunas reacciones sobre la novela:
«Un escritor perfectamente dueño de sus medios expresivos, que
sabe concentrarse en lo esencial, que es siempre contar una historia bien
contada.» Mario Vargas Llosa.
«Olvídense del malditismo, a Jeremías Gamboa le interesa la
literatura que ofrece una luz al final del túnel.» Amelia Castilla, Babelia
«Si triunfa, todos sabrán qué son los mostros». Xavi Ayén, La
Vanguardia.