Renato Cisneros (Lima, 1976) es uno de los pocos escritores peruanos conocidos fuera del medio estrictamente literario. Tuvo un programa de rock en la radio por las mañanas mientras entrevistaba escritores en otro los domingos; condujo un noticiero en horario estelar con una rana de peluche al costado que se hizo igual de popular; publicó su desastrosa vida amorosa en un blog que recibía miles de visitas a diario de distintas partes del mundo y luego se volvió un libro ilustrado; ha sido columnista en distintos medios impresos , entre otras facetas más. Ya había publicado tres poemarios y dos novelas, cuando salió "La distancia que nos separa" (Planeta, 2015), uno de los libros más vendidos en los últimos años (con sucesivas reimpresiones a nivel nacional y reediciones en distintos países de habla hispana, próximo a traducirse a otros idiomas) y una buena recepción crítica.Y dos años después, casado y esperando a su futura hija, vuelve a hurgar en sus secretos familiares con "Dejarás la tierra", un viaje de casi doscientos años en el que busca las claves de los Cisneros que lo precedieron. En esta entrevista pude conversar con él, sobre ese y otros temas.
“Se pide perdón, pero no permiso” dijo alguna vez en una charla el escritor chileno Alberto Fuguet, y en esta novela, al igual que en la anterior, indagas en los secretos de tu familia lo cual significa siempre romper ciertas barreras tácitas ¿Cómo dejar atrás los pudores iniciales de revelar las historias ocultas de los ancestros? ¿Tiene que ver con la sensación de sentirse “elegido para contar una historia”, hurgando en aquello que ha permanecido oculto?
Cuando se escribe con morbo,la motivación es más chismográfica y vengativa y quizá cuesta más afrontar las consecuencias, no como cuando se hace desde una urgencia interior más biológica que literaria donde las posibles malas lecturas que hagan ciertos familiares, no fastidian tanto.
Yo sé que con la novela de mi padre hay parientes que no se sienten cómodos porque quizá están desilusionados, pues esperaban otro tipo de libro y es por eso que siempre digo que lo peor que le puede pasar a una familia es tener un escritor entre sus filas, y que lo peor que le puede pasar a un escritor es escribir libros para que su parentela esté contenta.
Uno escribe más bien para conversar o dialogar con esos lectores que están más allá del cerco familiar.Cuando uno entiende eso, ya se asume la escritura con todo lo que venga. Uno tiene que ser bien consciente que publicar es un ejercicio que siempre trae consecuencias : críticas, ignorancia, pasar desapercibido, ser muy leído o no, gente que le gusta cómo escribes, gente que no le gusta cómo escribes, etc. Tienes que aprender a lidiar con toda esa ola de reacciones. Cuando uno envejece, va aceptando más esas cosas.
El origen del apellido “Cisneros” nace como un episodio de amor enmarcado en lo ilegal, enfrentando las reglas establecidas de la institución católica y la cucufatería social. ¿Cuánto daño hizo el conservadurismo extremo e hipócrita de esa época a la gente que quería ser libre de elegir a quien amar? ¿Cómo se subvierte eso en nuestros días ?
Empiezo por lo segundo porque ambas preguntas están atadas. Creo que la única forma de subvertir esa larga y pesada tradición conservadora de ,por ejemplo, no hablar de los que nos molesta o puede afectar la tranquilidad emocional de una familia, se subvierte problematizando esos temas: conversándolos, poniéndolos sobre el tapete y no contarlo como simples anécdotas pintorescas del pasado, sino tratando de dimensionar el drama que debe haber implicado para quienes no fueron reconocidos como hijos en su momento.
Actualmente miles de peruanos también viven con un apellido que no les corresponde, no son reconocidos por su familia o son rechazados o marginados. Todo eso sigue ocurriendo.
En la novela es un episodio del siglo XIX, pero hoy en día también hay sacerdotes que seguramente tienen vidas paralelas. Somos una sociedad en que este tipo de conservadurismos y de prácticas son reiterativas por un lado y tóxicas por otro. Sin ser muy psicológico, yo siempre he pensado que los traumas que una familia arrastra y no son debidamente conversados terminan siempre afectando la vida que viene.
Escribir es como conjurar cierto maleficio; tratar de romper una cadena de patrones. Y es por eso que cuento esto. No lo cuento por afectar, molestar a ciertas personas como te decía al principio, sino porque me interesa que hoy la gente ponga más en tela de juicio sus relatos familiares, problematice el asunto de la identidad y hable de las cosas que hace 50 años no se hablaba.
Hoy, por ejemplo, hay una consciencia sobre nuestras raíces::el tema de la "choledad"que ya lo había empezado a tratar Jorge Bruce desde el psicoanálisis, y que desde la crónica periodística lo retoma Marco Avilés. Hace 50 años nadie se planteaba esas cosas. Nadie hablaba de las minorías sexuales, del rol de la mujer en la sociedad y creo que la identidad es un tema que también se inscribe dentro de esos temas que hoy se han vuelto urgentes; hemos resuelto problemas que en su momento fueron más urgentes y ahora esos son los temas que nos convocan también. A mí, el tema de la identidad me apasiona, me interesa y creo que esta novela si trata de algo, más allá del destino, de la herencia y de los secretos que son contados,es la identidad.
Con respecto a ese tema, en tu poemario escribiste una vez: “Tengo una pedrada tuya alojada en algún lugar de mi pasado” (Álbum del Universo Bakterial, 2007) y en tu último libro los personajes intentan comenzar de nuevo, muchas más veces de lo que quisieran. Comienzan en Huánuco con Nicolasa y el cura Cartagena, para luego pasar a Lima, Londres o París como el ilustre Luis Benjamin Cisneros, buscando siempre dejar atrás el pasado de forma infructuosa. ¿Cómo ves esta configuración familiar en tu vida literaria?
Ese verso escuchado ahora tiene algo de profético porque parece anunciar una preocupación literaria respecto del pasado y del dolor. Por un lado sí siento que varias de las cosas que escribo, sobre todo en los dos últimos libros “La distancia que nos separa” y “Dejarás la tierra”, hay permanentes preguntas sobre cómo el pasado interviene en el presente y sobre cómo uno se construye no solamente en función de lo que es, sino en la historia y la prehistoria que lo acompaña.
Uno no solamente hereda las facciones de los padres y abuelos. También heredas algunas otras cosas y por eso para mí la literatura es exploración y sospecho que en las novelas que pueda escribir seguramente aparecerán nuevos intereses, pero en el fondo a veces los autores escriben sobre un solo tema que van optando diferentes formas. A mí la preocupación por el pasado siempre ha estado ahí latiendo en mis poemas, en mis primeros libros y supongo que estoy un poco condenado a seguir averiguando por el pasado ya no solo de mi familia, sino del país. De hecho no sé si se vaya a convertir en una novela, pero tengo una fijación con el año 2000. Con lo que pasó ese año, con lo que viví yo trabajando en el congreso de la República, al servicio de una congresista del fujimorismo, mientras marchaba en contra de ello.Me va a tocar empezar a revisar ese pasado más o menos reciente que nos dejó unas lecciones que todavía no hemos aprendido. Hoy volvemos a hablar de corrupción, de audioy vídeos.
Y ahora que lo pienso no solamente es una especie de estigma personal, sino que creo que el Perú tiene una herida enorme con su pasado. Ya la conquista nos hacía pensar que veníamos de una sociedad previamente fracturada. Está esa lucha fratricida de los dos hermanos, Huáscar y Atahualpa. De ahí viene el Perú. Nuestra cultura, nuestra sensibilidad, tiene que ver con una pugna entre hermanos. ¿Cómo no escribir una novela familiar en un país que nace con una división familiar? Con la independencia pasa algo parecido. No toda la gente quería independizarse. Había peruanos que estaban convencidos del proyecto independentista y otros que no. El Perú en sí mismo es un país donde el que el pasado no debe ser únicamente fuente de inspiración para homenajes. Ahora que hablamos del Bicentenario, no solamente hay que recuperar los momentos que definieron al Perú como República, que fueron gloriosos y triunfales, sino también hablar sobre estas heridas que arrastramos y que vemos que están todo el tiempo actualizándose en nuestros debates y en el tipo de confrontaciones y tensiones que vamos teniendo todo el tiempo.
Algo que noté en "Dejarás la tierra", es la recuperación del humor y la ironía de tus primeros libros al momento de abordar ciertos personajes históricos como Ramón Castilla o Simón Bolívar, quien era más déspota de los que nos venden...
Y es real. Las cartas de Bolívar tenían un tono sumamente despótico con respecto a los peruanos. Habla de los peruanos de una manera que nos convendría leer porque Bolívar está como el santificado. Es un personaje importante de la historia republicana, pero en sus en sus cartas hay referencias bastante denigratorias con los peruanos.Me interesa contar eso.
¿Y qué opinas sobre el humor como una forma de indagar en esos episodios que marcaron nuestra historia?
Hay dos cosas. Por un lado, para mí es importante tomar muy en serio el hecho de la identidad. Esa primera generación de hombres de mi familia que eran hijos negados. Cuando yo lo he contado siempre la gente reacciona como si fuera un chiste. A veces en nuestra familia oímos “sí pues, teníamos este abuelo que tenía dos matrimonios”.Se cuenta casi como una cosa pintoresca de la que uno se tiene que reír.
Por un lado puede sonar a chiste, pero no lo es. Sin embargo, yo siempre he pensado que las novelas esconden en su anécdota central, un tono que debe imperar en el relato del conjunto. Cada vez que yo contaba por ahí a alguien que mi tatarabuelo era un cura, la gente se reía. Entonces eso me hizo pensar que el tono de la novela debería ser siendo serio, melodramático y tratando que sea una novela emotiva y que haya momentos algo paródicos porque también eso ayuda a desmitificar a los hombres públicos.
Para mí es importante desmitificar la historia que nos han contado tanto la privada como la nacional y si para eso el humor es un recurso. entonces bienvenido el humor. Ahora que vivo en España., noto que la gente se ríe mucho de sí misma. No se ríe tanto del otro. El humor peruano está construido sobre la humillación del que está al costado. Nuestras chapas las ponemos en función del defecto del otro. Ahí no deja de haber algo bien llamativo que es cómo necesitamos todo el tiempo burlarnos ,como compadeciéndonos de nosotros mismos. Nuestro humor es dramático en ese sentido porque siempre se está fijando en el traspié, en la falla, en el error, en el defecto y quizá porque ahí estamos más hermanados; en los problemas,cuando nos va mal. Pero cuando todo nos va bien nos volvemos frívolos, idiotas, agresivos. Cuando todo nos va mal, pienso en los 80´s o 70´s, nos volvemos más hermanados. Es bien interesante eso.
En cuanto a la poesía, aparece como ya mencioné, Luis Benjamín Cisneros, nombrado el poeta mayor del Perú a fines del siglo XIX.
Sí, el primer poeta coronado. En ese momento me pareció increíble porque uno de chico escucha esas cosas y no las dimensiona, pues ni siquiera llegó a ser una tradición el colocar los laureles a un poeta. Se había hecho en España con Zorrilla, y aquí, en ese momento, existió la iniciativa de hacerlo con mi bisabuelo porque tuvo una obra importante dentro de la poesía romántica importante y fue el primer poeta coronado con laureles.
Y tu bisabuelo me lleva a preguntarte qué lugar ocupa la poesía en ti hoy en día. ¿Qué similitudes y diferencias encuentras en el sentir de Luis Benjamín ,a través de lo que has leído y escrito sobre él?
He dejado de escribir pero no de leer poesía. Quiero creer que en las novelas que escribo hay por ahí destellos de esa voz lírica que en su momento me llevó a escribir muchos poemas y publicar tres poemarios. Pero no es que hoy tenga un proyecto editorial dedicado a la poesía. La leo, pero ya no la escribo. ¿Por qué? Nunca sé muy bien qué responder.
Con respecto a las similitudes y diferencias. Luis Benjamín era un personaje de esa primera generación de hombres de la república, jóvenes que se forjaron pocos años después de la independencia. Él nace en 1837. Es una generación de hombres muy patriótica que siente que en sus poemas y en sus textos, tienen que ensalzar a la patria. Sus preocupaciones no son las mías ni las de mi generación. Luego escribe la que se ha considerado por algunos académicos como la primera novela que aparece en el Perú : “Julia”. Ahí sí cuenta historias sentimentales que yo no puedo evitar asociar con su propio dilema sentimental. Él nunca habla de su padre en sus poemas ni en sus novelas. Yo ya hablo de mi padre hasta el exceso probablemente (risas).
En general, hay una sensibilidad parecida. Somos hombres sensibles, hombres que escribimos. Quizá en su caso, como en todos los hombres de su tiempo, encontraba en la literatura una manera de sublimar ciertas heridas privadas, para no referirse a ellas de manera muy literal y muy directa. Yo creo que me he ido al otro lado cuando pienso por qué de un tiempo a esta parte escribo con un nivel de impudicia que otros me reprochan. Desde el blog ("Busco novia) donde hablaba de mi soltería, hasta mis columnas donde hablo de mi hija o en estas novelas donde hablo de mi familia. A veces pienso que es una suerte de contrapeso a la tradición de silencio que hay en mi familia. De hombres herméticos y callados y que cuando escribían no lo hacían de sus heridas reales, sino inventaban ficciones para tener que hablar de los dolores que más los sofocaban.
Y hablando de inventar ficciones, en una parte narras que veías de manera extraña el " orgullo Cisneros”, casi como una manera de posicionarse forzadamente sobre los demás
Justo le comentaba a alguien que en el Perú hay una especie de obsesión o fijación con la nobleza o hidalguía. Esto es una especie de herencia traumática de la conquista. Tendemos a hablar de nuestro apellido y de nuestras familisa en función de la presencia de un miembro importante o personaje que participó en nuestra historia.
Nunca hablamos de los personajes marginados, de los enfermos, de los tullidos, de los que fueron encarcelados o de los que fueron delincuentes. Por eso quizá novela cuestiona esa tradición. La idea es romper con ese silencio, no solamente en el caso de mi árbol genealógico, sino que los propios lectores pongan en tela de juicio los relatos de sus familias y rompan ciertos silencios que quizá no lo saben todavía y que han ido determinado el carácter de sus familias.