"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke
"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra
"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet
"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki
miércoles, 5 de agosto de 2015
A history of violence: “Derretimiento” de Daniel Mella
No sé cuántos de los que leen mis
textos han tenido la oportunidad de ver la película de Cronenberg que da título a esta reseña, donde la violencia se va incrementando con el correr de los minutos, llegando
dicha atmósfera a trascender la pantalla del televisor y ser capaz de aturdir a
quien esté viendo la película en la tranquilidad (luego de la película,
desterrada) de su sala. Una película imprescindible. De ella me acordé mientras avanzaba las
páginas de “Derretimiento”. De esa película y de la “La naranja mecánica”, un
clásico de los setenta. Pues si algo abunda en este libro son las escenas escabrosas.
Aquellas que lo dejan atónito a uno por el nivel de decadencia moral al que
puede llegar el ser humano en situaciones límite,y posteriormente, en su vida cotidiana. Pero no escenas aisladas para
impactar por momentos, sino engranadas para un idea de fondo:
el hombre es el ser más vil de los seres siempre que se lo propone
Acostado boca arriba podía respirar sin dificultad, quizás fuera ese el
único movimiento que se permitía. Era como estar apretado entre dos paredes, la
nariz y la cara y el resto del cuerpo aplastados. El
protagonista de esta novela, es un psicópata que empieza a rememorar su
infancia cuando se hallaba postrado en una cama. Inmóvil e indefenso antes los
abusos de los cuales era parte. Débil por una enfermedad que lo carcomía
físicamente. Un pedazo de ser humano para los demás, cuyos cuidados iniciales
se van perdiendo con el transcurrir del tiempo. Nótese en estas líneas:
Me convertí, para ellos, en una botella o una caja de latón, vacía no
solo de alimento sino también de respuestas vitales, de sentimientos, y que
además debía ser constantemente cuidada, limpia, ser vida.
El protagonista
se vuelve asqueroso como un insecto para su familia, cual Samsa de inicio de siglo . Algo de lo cual buscan
deshacerse. Una cosa que no hace más que generar repulsión. Mi cuerpo era un muñeco con las terminales
nerviosas irritadas cuyos cables llegaban, como ríos afluentes, hasta la
posición medular, mi extenso podio interior. Pero había otra cualidad esencial
en ese cuerpo, tal vez la más determinante: la memoria.
Una infancia destruida por la enfermedad.
Tanto la física como la que dañaba su espíritu de seguir sobreviviendo. Se me notaba en la cara; suspiraba mucho. Pero
lo peor era la tristeza. El deseo de reincorporarme a las actividades de los
demás sin ser una carga se veía frustrado una y otra vez. (…) Me derrumbaba
llorando, y alimentaba lástima. //En la mente se me produjo un agolpamiento de
preguntas e imágenes que no conducían a nada. Mi cabeza daba vueltas
imprescindibles; sentía la agitación del pecho, podía oír sus sonidos
graves; eso la debilidad, eso era ser
pequeño, indefenso, inútil, desprovisto de todo.
Ya de grande, en su proceso de adaptación a
una sociedad de la cual se ha ausentado por año, es testigo de una brutalidad
sin igual. Las imágenes que recibe en
sus primeros acercamientos son capaces de estremecer incluso, a aquellos que se consideran "de piedra". La imagen del asesinato de un indefenso animal es narrada de una
manera tan cruda y directa, que uno termina preguntándose qué más puede
esperarse al seguir el libro que sea capaz de superar ese nivel. ¿ Se puede?. Y Daniel Mella nos dice que sí. Que aún
falta el verdadero descenso a los infiernos.
Intento gritar pero ni un gemido. La materia igual me envuelve, me
hundo y no encuentro un fondo. Cuando la onda está a punto de ahogarme, cierro
los ojos y la ilusión desaparece.
El viaje al desierto
(representado en las dunas de un litoral costero), como en el Nuevo Testamento
sirve como metáfora del aislamiento y preparación mental de lo que está
por venir. Pero a diferencia de la Biblia, lo que viene no es el sufrimiento de
quien vuelve al mundo de los mortales. Sino el de los demás.El de ellos. Es un demonio que desciende a la
Tierra para verla arder. Para causar caos y desatar la locura. Para volverse un
ser sin conciencia moral. Sin dudas éticas.
Los llevo como puedo hasta la choza. A veces los cargo, otras los
arrastro. El detalle de que no se suelten me hace sentir una inmensa repulsión,
no hacia mí ni hacia ello, sino respecto a algo que no puedo definir ni tocar.
Un ser sin contemplaciones para
ver a los demás seres humanos como materia deshechable. Algo
intercambiable y que no tiene valía más allá de un cuerpo con límite de tiempo:
La veía, una gorda llena de bufidos y
huesos esponjosos, hundida en los almohadones, y no servía para nada; ni para
ella misma.
Demonio que no ha encontrado más mecanismo para
desahogar toda su rabia y odio contenido más que a través de los asesinatos. Pero
sobre todo vaciar su frutración. La de haber sido tratado como menos que un ser humano de niño. De no
haber tenido la misma oportunidad de percibir el mundo como los demás. La
desigualdad, crisis perenne que lo lleva a una degeneración total.Hay una cuota de rabia que llevo desde hace tiempo, y que arruina estos
momentos, probablemente únicos en el día, haciéndolos más preciosos pero más
patéticos también. Me maldigo, y ese es, quizás, el único dolor que llego a
sentir, el más profundo; los ojos se me anegan de lágrimas.¿ Qué es de mí? Eso
es lo que no sé.
Y que lo acompaña hasta sus últimos días.
Bueno, esa es la vejez. El tiempo medido por los pasos cortos de un
mastodonte. Y ese ovillo, hecho de recuerdos e imágenes, distorsionados por la
ficción y rodeados de la apestosa nebulosa que proporciona la compasión por uno
mismo.
Poco más de 100 páginas le
sirvieron a Daniel Mella, cuando tenía 22 años (sí, 22 años), para escribir una
historia de terror y esbozar a su vez la degradación moral en la que se
encuentra el mundo hasta nuestros días. Capaz de crear atmósferas de cine gore
y explorar la mente de un psicópata, estremeciendo al lector que por momentos
llega a temer lo que está por venir, pero igual sigue leyendo. “Derretimiento” es una novela de culto, que
gracias a la nueva editorial independiente “Santuario” llega a nuestras manos,
más de una década después de publicada por primera vez en Uruguay y España.
Si quieren temblar con un libro,
este es uno de los indicados.
Montevideo, 1976. Publicó su primera novela con veintiún años: Pogo (Aymará, 1997; HUM, 2007), a la que le siguieron Derretimiento (Trilce, 1998; Lengua de Trapo, 1999; HUM, 2007, 2009) y Noviembre (Alfaguara, 2000; Irrupciones, 2010). Participó de las antologías El vuelo de Maldoror (Aymará, 1997), Líneas Aéreas (Lengua de Trapo, 1999), El descontento y la promesa (Trilce, 2008). Lava (HUM, 2013) fue Premio Bartolomé Hidalgo 2013. Actualmente es colaborador de El País Cultural.
we, como lo descargo pirata? :v
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