Literatura Random House. 256 páginas
¿Quién dictamina la versión
“oficial” de una historia? ¿Qué se busca obtener con ella? ¿Es posible
cuestionarla? La segunda novela del autor chileno Diego Zúñiga (Iquique, 1987)
comienza con una niña pidiendo aventón para ir a la escuela a un lado de la
carretera, vulnerable y expuesta a toda clase de peligros. En el pueblo de Alto
Hospicio, Torres Leiva, el nuevo fotógrafo del diario local recién llegado de Santiago, se topará con esta
realidad y con la historia de unas niñas desaparecidas hace años, en la que se
involucrará de manera directa. Cuando una de ellas aparezca, violada y moribunda,
vagando al costado de la carretera, comenzará a investigar la historia de estas
niñas, que es solo la punta del iceberg de un crimen muchísimo más grande y
estructural.
Racimo describe una ciudad en medio del desierto, subordinada a los
designios de la religión y la política. Por un lado destacan los fanáticos
religiosos obsesionados con la idea de “salvarse”, como García, el periodista y
compañero de Torres Leiva, más preocupado por escribir un libro que muestre el lado más morboso de la historia de
las niñas que de indagar quiénes son los
verdaderos artífices de la desaparición. Y por el otro, los familiares de los
desaparecidos, sedientos de justicia y desamparados frente a la inacción de
unas autoridades, a las que no les conviene que se resuelva ese caso, sólo que
se cierre antes de que empiece a salpicar la verdad por todos lados, o en todo
caso, hasta extraer el mayor provecho personal posible del mismo, como lo hace
el diputado Mamani.
A lo anterior se suma una prensa
interesada en vender o darle cabida a “tragedias a gran escala”, como los
atentados del 11 de setiembre (la novela se desarrolla durante el 2001), antes
que prestarle atención a un problema cercano. Zúñiga reúne todos los elementos
anteriores con eficiencia, para interrogarse quién impone los temas que se
debaten en una sociedad, y cuáles son los intereses detrás de ellos. Es el poder hegemónico de la información: de
implantarla y manejarla a su antojo.
El tiempo presente en que está
narrado la novela es un recurso que el autor usa no solo para involucrar al
lector como un investigador más en esta historia, sino para decirnos que estos
abusos siguen ocurriendo, y peor aún, van a seguir sucediendo porque es algo
sistemático con males enquistados como la corrupción, la impunidad, el abuso de
menores, la inacción gubernamental o el lucro con el morbo de las víctimas. Es
así que cada individuo se vuelve un elemento prescindible dentro de este
esquema que deforma la “historia oficial” a su conveniencia. No importa si se
detiene un culpable o desaparecen unas niñas, pues la estructura del mal que
muestra Zúñiga admite este tipo de eventos, expandiendo su alcance a todas las
esferas sociales. Racimo se convierte
así en una desoladora novela de horror donde ningún misterio termina por
resolverse del todo y la justicia, más allá de tardar, nunca llega.
+ Sobre el autor:
Diego Zúñiga (Iquique, 1987) es periodista. Ha publicado las novelas Camanchaca (La Calabaza del Diablo, 2009; Literatura Random House, 2012), traducida al italiano y al francés, y Racimo (Literatura Random House, 2014), y el libro sobre fútbol Soy de Católica (Lolita Editores, 2014). Es miembro de la editorial Montacerdos y escribe, semanalmente, en revista Qué Pasa.
(Una versíón de este texto aparece en el portal web
"Punto y Coma")