Editorial Periférica, 2015. 272 páginas.
Me sentí seguro, como si pudiera borrarme y después volver a armar los pedazos. La frase que pronuncia Vitor Flanagan, protagonista de la novela, muestra a grandes rasgos las características de la propuesta narrativa de Maximiliano Barrientos: mundos en progresivo desmoronamiento de donde los personajes intentan escapar. Esta idea del desvanecimiento y la huida, ya palpables en sus anteriores libros (la novela
Hoteles y sus cuentarios
Diario y
Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer) es abordada ahora desde su contraparte: el deseo de regresar y ajustar cuentas con el pasado. Después de más de una década de ausencia, Vitor regresa a Santa Cruz con el aparente objetivo de reconstruir ese hogar cristalizado en su memoria: aquel que existía antes de que su madre enfermara y muriera de cáncer; antes de que su padre terminara refugiándose por completo en el alcohol. Sin embargo, Vitor regresa y el paisaje que encuentra es desolador.
Hay una notable escena al inicio de la novela que representa este sentimiento de desamparo que termina abrumando al protagonista. Junto a su mejor amigo de juventud, van a buscar al tipo que violó a una chica en una fiesta de la escuela. Lo encuentran y comienzan a golpearlo casi hasta matarlo. Es un momento de rabia y violencia pura. Rabia que encapsula un fuerte sentimiento de frustración, por su inacción de aquella vez y porque en el presente son hombres que han llegado a los treinta años sin haber sido capaces de desprenderse de las sombras de dicho pasado. Imágenes que intentan guardar en su memoria, por muy dolorosas que sean, para armar un rompecabezas que pueda darle sentido a su miserable existencia.
En este punto la familia juega un rol determinante. Las primeras alegrías y heridas de nuestra vida son causadas en dicho núcleo: el primer encuentro con el mar, un extraño evento celestial presenciado en complicidad con tu padre; y, por otro lado, el triste silencio de la casa mientras tu madre agoniza en un hospital, las botellas vacías de whisky que se acumulan en la habitación paterna. Una suma de experiencias con las que uno tiene que convivir toda su vida. La literatura de Barrientos navega entre las sombras del pasado y las ilumina; es un intento por comprender cómo fue posible tanto daño y una pregunta posterior: ¿qué podemos hacer para repararlo?
La desaparición del paisaje es una novela atravesada por la nostalgia con que lidian sus personajes, quienes se muestran empeñados en superar sus traumas aunque sepan que es imposible. Alejado de tópicos costumbristas o folklóricos, Maximiliano Barrientos demuestra con este libro por qué es una de las voces más interesantes y originales de la narrativa latinoamericana contemporánea.
+ Un fragmento:
“Los ex compañeros bailaban, se perdían en lo oscuro. Escuchábamos sus risas, sus voces, los gritos que traían de vuelta una euforia que ahora resultaba una parodia de lo que había sido antes. Se habían convertido en adultos, tenían heridas psicológicas, hipotecas, disfunciones, sexuales, amantes dispersas, una mujer que producía hijos, un esposo que se ausentaba por viajes y llamaba tarde en la noche cuando se sentía culpable luego de cogerse a una puta cara. Todos estaban atontados por la bulla y el alcohol y la retórica de la pertenencia. Aunque las detestaban, iban a aquellas fiestas para constatar que no se habían alejado demasiado de quienes fueron en los 90. Para constatar que seguían siendo las mismas personas a pesar de la grasa y de la paternidad.” (págs. 117-118)
+ Sobre el autor:
Maximiliano Barrientos nació en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en 1979. Su libro de relatos Diario (2009) recibió el Premio Nacional de Literatura de Santa Cruz. Sus dos primeros libros, Los daños (2006) y Hoteles (2007), fueron revisados, corregidos y transformados para convertirse en los volúmenes
Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer y
Hoteles (traducido al portugués). Además, publicó la novela
La desaparición del paisaje (2015) y el volumen de cuentos
Una casa en llamas (2015)
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