Los lectores siempre estamos tomando riesgos. Cogemos y
leemos libros como quien está a punto de empezar una carrera. Empezamos a leer
esperando que suene ese disparo que nos indique que la obra merece que nos
sumerjamos en ella sin más espera. Algunas veces tarda tanto que llegamos
molestos. Otras veces ni siquiera llega y abandonamos el libro como quien
siente que ha sido estafado. Pocas son las veces que el disparo llega rápido y
empezamos la carrera con gusto. “Insensatez” es uno de esos casos.
Yo no estoy completo de la mente. Con esta frase sencilla en
apariencia pero con un mensaje poderoso, comienza la novela de Castellanos
Moya. Desde ahí ya se nos va anunciando (lo que se comprobará a lo largo de la
trama) la sensación de vacío y ausencia que rodea a los principales personajes.
Más allá de posibles acercamientos a
diversos temas como la violencia o la impunidad, lo que termina imperando en
esta obra es ese fracaso que va rodeando al protagonista que se siente
incompleto y desamparado. Extranjero en cualquier circunstancia. Algo tan
universal, que rompe con cualquier intento de minimizar el sentido de esta
novela a una motivación extraliteraria
(como el de insertarse en una problemática social tanto sólo para ganar
lectores).
El narrador de esta novela es un
hombre paranoico y perturbado, un ateo vicioso al que irónicamente la Iglesia
Católica le ha encargado la revisión y documentación de los testimonios de las
víctimas de la más cruda violencia en un tercermundista país centroamericano.
Sin saber la envergadura del trabajo que ha aceptado, este comienza con sus
labores interesándose en un primer momento por detalles como la construcción
sintáctica de las frases (disparando contra aquellos que no son capaces de sensibilizarse por la magnitud de tragedia y sólo la usan como plataforma para fines egoístas) y la poesía que parece encontrarse contenida en ellas,
mientras empieza a buscar distracciones que no lo derriben emocionalmente, como
el calor de una mujer o el placer del alcohol en los bares que rodean su centro
de trabajo. Unas peleas con los
funcionarios locales complementan una primera parte donde ya empieza a
germinarse lo que será el núcleo de esta novela: la entrada a una pesadilla de
la que parece que nunca despertará .
Esta pesadilla a la que me
refiero no es más que la locura que empieza a desestabilizar al protagonista.
Desestabilización que se deriva de la imposibilidad de comprender en su
totalidad el horror mencionado en los testimonios de los indígenas que estudia
el protagonista. Durante el relato, Castellanos Moya se da maña para hacernos
comprender en todo momento, que por más que se aproxime, cualquier sufrimiento
que padezca el protagonista será mínimo ante la gravedad del que se encuentra
en las manifestaciones de las víctimas que estudia. Somos testigos del fracaso del narrador al
momento de continuar de forma constante la tarea que se la ha encargado (las
constantes pausas no son gratuitas), su fracaso al momento de establecer una
relación tanto sentimental como sexual (con una magnífica escena en la que la
atmósfera de tristeza descrita suena tan verosímil que hay el peligro de que el
lector también sea víctima de esta), el fracaso al enfrentar a los enemigos que
cree que están a su acecho, entre
otros que se van develando. Y ello conjugado con el impacto
que va teniendo su trabajo en el espíritu del protagonista. Es capaz de
imaginar las escenas terroríficas, ya sea como víctima o victimario y captar
ciertas sensaciones , pero no por completo. Siempre hay algo que lo aleja de la
comprensión total.
Su condición de foráneo, como ya
mencioné, persistirá como manifestación de la imposibilidad de encontrar un
vínculo duradero con algo. Esa constante expulsión de todos los lugares en los
que se encuentra, ya sea de forma voluntaria o no, expresa su imposibilidad de
estabilizarse emocional o físicamente, siendo la peor la emocional. Porque como
se menciona en cierto momento, el
infierno es la mente y no la carne. Ello lo lleva a comprender que su
infierno termina siendo personal. Que sus angustias emanan temores
individuales. Y que el dolor es una facultad del hombre que no puede ser
compartida por otro en su integridad. Nadie es capaz de asumir el sufrimiento
de otro. Y es cuando se llega a ese punto que la más terrible de las soledades
comienza a arrasar con uno.
Entre líneas, Castellanos Moya se
da tiempo para lanzar sus dardos a ese tipo de libros que intentan representar
“fielmente” lo que fue el horror causado por la guerra. A través de un
protagonista que revisa documentos, parece indicarse que los demonios que
rodean a un novelista que se inmiscuye en estos tipos de temática siempre serán
los propios. Las palabras tienen un gran poder, pero parecen sucumbir ante el
intento de representar de forma universal las consecuencias de una guerra. Es
mejor enfocarse en ciertos aspectos para comprender la génesis del problema.
En “Insensatez”, a pesar de que el conflicto armado ya tuvo un final para la Historia, el horror
no se ha acabado. Persiste y evoluciona en formas más sofisticadas y
psicológicas, lo cual termina siendo más peligroso. Un horror que ataca a la mente antes que al
cuerpo. Y es ese el que causa más daño porque persiste en las
sociedades y se repite cada cierto tiempo.
Este libro ha sido una grata sorpresa entre mis últimas
lecturas. Ojalá usted decida arriesgarse con esta obra también,
+Sobre el autor:
Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa, Honduras, en 1957. Criado en El Salvador, ha vivido en Ciudad de México y otras ciudades hispanoamericanas. De 2004 a 2006 residió en Frankfurt, como escritor invitado por la Feria Internacional del Libro. También ha sido escritor invitado en la Universidad de Tokio y actualmente imparte clases en la Universidad de Iowa. Es autor de diez novelas, traducidas a diversos idiomas, y la versión en lengua inglesa de Insensatez mereció el XXVIII Northern California Book Award 2009. En El sueño del retorno, Castellanos Moya retoma ciertos personajes y episodios aparecidos en algunas de sus novelas anteriores, tejiendo así su particular universo literario, en el que refleja de manera magistral la complejidad del ser humano ante el poder y la violencia, describiendo como pocos el humor, la obsesión y la angustia.
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