La destacada escritora chilena Alejandra Costamagna presentó el jueves 28 de julio su libro de relatos Imposible salir de la tierra (editado por Estruendomudo). Este libro está llamando la atención no solo por la originalidad de sus personajes e historias, sino también por el humor negro que confluye en cada cuento del mismo.
¿Cómo nace esta antología? ¿Qué sentiste al ver los relatos de nuevo? ¿Quisiste cambiarlos en algo?
Bueno, sí. La antología es un compilado de la idea de hacer una especie de revisión desde el 2005 hasta el 2015 o 2016 de estos cuentos que van haciendo una especie de mapeo sobre mi escritura, pero también sobre mi concepción sobre el cuento, como esos registros se van juntando, conviviendo y van poniendo en tensión las formas rígidas de concebir el género del cuento. Al volver a mirarlos a diferencia de los demás, he experimentado con otros ejercicios de republicación del texto. En este caso no cambié nada, me interesó que pudiera ser en ese sentido como una vuelta a la vida, tal como fueron concebidos. La tentación a veces estuvo, pero también en la selección a mí me parecían más significativos de una cierta mirada o de cierto registro, tono, temple; ya en esa selección estaba dejando a fuera los que sentía que si los incluyera tendría que hacerles muchos cambios, porque era como crear un nuevo objeto, un nuevo artefacto a partir de estas figuras dispersas.
¿Te generaron las mismas sensaciones que la primera vez que los publicaste?
Lo que pasa es que no son todos publicados, hay varios inéditos o cuentos con biografías diversas. Algunos circularon en una revista, algunos que no fueron publicados, otros que fueron escritos ahora, y otros que tuvieron vida en libros, compilados de distintos autores. Hay dos de mi libro Animales domésticos, uno de los más recientes. Entonces, habría que pensar en cada caso como fue ese proceso. Ahora ya lo siento parte de este otro universo, ya no son cuentos autónomos, ahora son parte de la tierra.
En estas historias se nota la inminencia de la muerte moral. ¿Cómo haces para no caer en el espejismo de esta temática y manejarla con tanta precisión?
Ojalá que logre eso. No hay una receta que dice cómo se hace, es más bien tener siempre la conciencia de sugerir más que explicitar. Tal vez cuando algo resulta más efectivo es cuando se silencia. A mí me gusta trabajar como con los intersticios, lo que corre bajo la superficie, y dejar al lector que construya el horror o la emoción o lo que sea. Suelo dar pistas por donde suele conducirse. Pero no sé cómo, no sé cuál es la receta para hacerlo, creo que no existe.
El primer cuento es muy logrado, abordando una obsesión enfermiza llevada al extremo. ¿Con qué fuentes trabajas o como te inspiras para lograr eso?
Creo que en parte hay un trabajo con mis propias obsesiones que son exacerbadas y son llevadas al delirio o al extremo. Es como una molestia que tengo o algo que me perturba y ponerlo en una situación extrema. En ese sentido, trabajo de algo propio pero volviéndolo un alíen, y volverse monstruoso uno mismo como narrador de esa experiencia. Tratar de llegar a ese límite sabiendo que hay una construcción que parte de lo propio, pero teniendo la tranquilidad de que por medio está la ficción. Es sacarle provecho a los delirios que nos habitan y que siempre están ahí dando vueltas.
Tu narración, a pesar de la oscuridad y sus tramas, nos logra hacer reír por el humor negro. ¿Es algo que buscas de alguna manera para liberar dicha carga?
Te puedo responder como lectora diciéndote que sí me atraen mucho los textos que combinan el horror con el humor. Cómo abordan temas que son tremendos, dramáticos, desde un lugar que les da una especie de eje que nos permite acercarnos a ellos. La literatura trágica a secas, es muy difícil, entonces, creo que en el fondo, el humor es lo que nos permite tomar esa distancia y entrar a esos temas sin quedar destruidos.
En este momento, Alejandro Zambra es quizá una de las voces más refrescantes de la literatura latinoamericana . ¿Sientes que tus narraciones, de alguna manera, se hermanan a las suyas?
Bueno, somos amigos con Alejandro Zambra, compartimos lectura, conversaciones sobre literatura, la vida, los gatos, parejas y sobre un montón de cosas. Eso en parte va haciendo que uno comparta formas de escritura, inevitablemente, porque nos vamos hermanando en otros espacios. Entonces sí, probablemente hay algo que nos toca generacionalmente, pero también hay algo en eso de compartir un tipo de sensibilidad. No puedo decir que nuestra escritura está en el registro emparentada, pero sí hay una sensibilidad en tipos de lectura o de experiencia que las miramos de un lugar parecido.
Japón aparece mucho en sus relatos. ¿Cuál es la razón?
Bueno, hay algo que me atrae mucho de Japón: estética, cineastas, ilustradores. Pero en este caso, es más bien una figura metafórica que marca una especie de contraste en cuanto a nuestras experiencias muy subjetivas y probablemente un poco manipuladas desde la visión occidental del oriental. Ese contraste de cómo funciona la idiosincrasia en los casos en los que aparece Japón en un cuento que parece un crónica roja, a la manera latinoamericana, pero que funciona con códigos de cierta templanza, con escenarios zen. Entonces me gusta esa cosa como de poder poner contraste esas dos situaciones: la templanza y el alarido extremo. En el libro que hay permanente fuegos de cruces con esas tensiones y emociones. Emociones que por una parte nos llevan a la muerte y por otra nos dejan muy agarrados a la tierra. Por ejemplo, la mujer que se quiere suicidar pero no lo logra porque se iba al aeropuerto.
No sé si será tu primera vez en la FIL, pero ¿cómo notas el movimiento en esta feria?
No había venido a esta feria, pero sí a la de Miraflores, la Ricardo Palma. Me parece que la otra es una casa y esta es un edificio. Me entusiasma mucho que haya este movimiento en torno a las editoriales independientes, lo que pasa acá en Estruendomudo, además o Los Libros de Laurel de Chile y otras representaciones de otros sellos. Me parece una feria muy viva, la gente participa, va a las lecturas. No sé, me parece una frescura. No sé si ha sido así antes, pero al menos hoy creo que es muy auspiciosa.
¿Qué es lo último que has leído que recomendarías?
Bueno, lo último que justamente está acá es el libro “Terapia de Grupo” de Dany Salvatierra. Me sorprendió muchísimo la frescura de esos cuentos, lo desopilante, la desacralización de ciertos códigos. Un libro muy recomendable.
Entrevista a cargo de Mauricio Chereque y Sebastián Uribe.
Transcripción: Eduardo Bronstein