Literatura Random House. 2016. 112 pp.
Uno de los aspectos que más me
han gustado del presente libro es la manera como Foster Wallace logra transmitir
la belleza y pasión que pueden generar este deporte. No tiene reparo alguno en
decir las cosas que piensa y siente, evitando así caer en el terreno de lo políticamente
correcto. Si algo lo entusiasma o disgusta de manera elocuente, lo escribe de
una manera tal, que vuelve al lector un cómplice más. Contagia emoción en todo
momento, en varios de sus pies de página incluso, volviendo este libro uno
capaz de conectar con un público que va más allá del ligado al tenis.
Son dos textos los que contiene
este libro. El primero (y más extenso) se centra en un partido de las rondas
iniciales del US Open de 1995 entre el conocido y laureado Pete Sampras y un
emergente Mark Philippoussis. Si bien el partido cobra importancia en muchas de
las páginas de este texto, sobre todo en aquellas donde describe el contraste
entre ambos “combatientes”, Foster Wallace prefiere dedicarse a describir la atmósfera
que rodea el encuentro y todas las implicancias sociales que uno puede analizar
a partir del mismo. El lector puede dar cuenta de la sofisticación y astucia
del marketing de los patrocinadores del torneo; la división de las clases
sociales en las tribunas; la tristeza del no-encuentro entre la oferta
(revendedores) y la demanda desesperada (potenciales asistentes) en las afueras
del estadio; o de la llamativa paciencia de los neoyorquinos para soportar el
caos en un actitud que el autor califica de depresiva. El norteamericano
utiliza todos estos elementos para hablarnos sobre algo externo a la práctica
en sí del tenis pero directamente
relacionado a su vez: el comercio. La rentabilización que se puede originar a partir de una práctica
tan antigua y aparentemente tan inofensiva como el deporte. Poco importa cómo
acabe el partido, pues los que principales ganadores no están en la cancha.
Mi texto favorito sin embargo, es
el segundo, donde Foster Wallace le da un matiz metafísico al tenis. El
pretexto: la final de Wimbledon del y el encuentro entre aquellos dos modos de
practicar y percibir el deporte blanco (y entender la vida) representados en
las figuras de Federer y Nadal. Así como
en el texto anterior, aquí se presenta el encuentro entre el arte y la
potencia, la gracia y la fuerza. El narrador se la juega por el suizo (así como
hizo con Sampras) y no tiene pelos en la lengua para elogiarlo y denostar a su
oponente. Lo describe como el híbrido entre Metallica y Mozart, lo cual ya nos
dice mucho. El ser capaz de imponer su propio orden y replantear las tendencias
estilísticas de los últimos años, y ganar. El héroe ateniense sobre el soldado
espartano. Es la victoria del arte y la física, presentes en Federer, quien con tan solo 25 años en
aquella época, es capaz de asombrar al escritor, y a nosotros los lectores.
Foster Wallace dice que su juego ha sido capaz de iluminarlo y reconciliarlo
con la vida, y uno, a pesar que sabe que fue algo temporal, le cree y agradece.
+Sobre el autor:
David Foster Wallace (Nueva York, 1962-California, 2008) es para muchos el novelista más importante de su generación. Publicada en 1987, La escoba del sistema fue su debut literario. Tres años después publicó La niña del pelo raro (Literatura Random House, 2000), relatos con los que captó la atención de la crítica. Su siguiente obra es la monumental y reconocida novela La broma infinita (Literatura Random House, 2002), que ha sido considerada por la revista Time una de las cien mejores novelas en lengua inglesa.
En Literatura Random House se han publicado además Entrevistas breves con hombres repulsivos (2001), Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (2001), Extinción (2005), Hablemos de langostas (2011), su novela póstuma El rey pálido (2011), En cuerpo y en lo otro (2013), el legendario discurso pronunciado en la ceremonia de graduación en la Universidad de Kenyon, Esto es agua (2014), El tenis como experiencia religiosa (2016) y David Foster Wallace Portátil (2016), una recopilación de su obra más representativa.
En septiembre de 2008 David Foster Wallace, que sufría una fuerte depresión, se suicidó en su casa de California.
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