Una de las más gratas novedades literarias ha sido la aparición de la
novela “Destierro” (Planeta, 2017) de la escritora peruana Alina Gadea , en la
que aborda temas como la separación, el divorcio y la represión de mujer en
muchos ámbitos sociales. Pude conversar con ella al respecto
La agresividad en tu novela es latente. Se va acumulando poco a poco,
hasta explotar en situaciones de violencia tanto psicológica como física. Lo
que me agradó fue que lo abordaras sin que los personajes sean tan
exageradamente viles o acartonados, dándoles un trasfondo en el que no pueden escapar
de sus heridas de juventud por más que
lo anhelen
A mí me interesaba mucho hacer un
estudio psicológico de cada personaje. Me parece que retrotrayéndome un poco a
la infancia del hombre y también al personaje de la abuela, se podía entender
mejor por qué las actitudes de cada uno. Quise construir al personaje y no
solamente decirlo: mostrarlo y no estereotiparlo y volverlo una cosa maniquea
como “este es un villano y esta es una villana”. No es un personaje en bloque,
sino un personaje humanizado. Se entiende por qué su forma de estar en la vida,
su proceder. No es una cuestión de justificarlo, sino de entender de dónde sale
todo eso de la niñez. Igual que el caso del hombre está el personaje de la
abuela. Así también, la madre de la mujer y la madre del mismo hombre. Es como
ir hacia atrás en un psicoanálisis. ¿Por qué es así él? Porque sus padres lo
fueron también. Eso lo posiciona a uno en la vida en una forma en la cual uno
no es culpable. También en el personaje de la mujer como narradora hay un tema
de la represión. De la misma forma en el personaje del narrador quien ha
sido una persona muy reprimida.
Tocando el tema de represión, en tu novela representas el poder desde
el lado económico y que está presente en el hogar a través de la figura del
hombre-padre-esposo, en un tratamiento del machismo que en la clase media alta que narras, se da de una
manera más sutil y tal vez más peligrosa como en la escena del club, pues
parece fluir de manera natural y sin que sea consciente.
En este caso y desde este
registro que yo narro, es efectivamente
una clase acomodada en la que predomina el machismo, incluso desde las mujeres.
Las mismas mujeres le ayudan a este personaje, idealizándolo. Ellas a su vez se
cuidan las espaldas porque desean seguir perteneciendo y permaneciendo en ese
status del cual no desean descender. Allá hay un tema de doble moral, y es uno de los temas
que me llaman más la atención de la sociedad de Lima. Me parece que hay como
juegos encubiertos y en ese sentido también, va como una denuncia.
Y ese arribismo vinculado al
personaje buscando poder a través del dinero en una especie de venganza por la
sociedad que la menospreciaba.
No creo que lo haya
menospreciado. En todo caso estamos hablando de un personaje que ha sufrido
cierta vejación en niñez y que,
posteriormente, ha sido formado en una escuela muy rígida y en una facción muy
conservadora. Tiene una formación muy restringida y todo eso fue para construir
ese personaje, y demostrar también una forma no muy valorativa a la mujer. Eso
también es algo que late en mí. Es decir, esa situación a mí me pone de guardia
y de alguna manera a través de esta ficción también quiero exorcizar eso porque
siento que hay un cierto menoscabo hacia la mujer. Inclusive en este preciso
tema de la separación, me parece que la mujer lleva en cualquier status o estrato
la peor parte.
¿Crees que se ha avanzado en la forma de conseguir el divorcio en la
sociedad actual? Pienso que en la
generación de la protagonista que tendrá alrededor de cuarenta o cincuenta
años, es distinta la concepción de
divorcio respecto al de las nuevas generaciones.¿La sociedad limeña avanza en
ese sentido más allá de la ficción?
Yo pienso que sí, felizmente,
porque en ese personaje más allá del tema personal como tú bien dices, también
está en esa cuestión de salirse del molde o del tablero. Salirse de lo que la
cultura o sociedad han concebido para una mujer determinada y ese rol que pueda
llegar a ser sumamente pernicioso. Finalmente este texto explora ese miedo
específico en la mujer y en realidad en el hombre también, porque él también
tiene su parte. Está la exploración del miedo a romper el núcleo, a romper con
lo establecido y enfrentarse con las soledades y los abismos que es volver a
pensar con hijos a cuestas incluso y con una sociedad que de todas maneras van
a estar siempre en contra. El problema está disminuyendo, pero es una lucha en
la que aun estamos.
Un tema interesante en tu libro es la maternidad. La mirada al lado
oscuro de los temas maternales en la que más allá de no darse una relación de
cariño o de afecto, no termina existiendo alguno. ¿Crees que ya hay más libertad
al hablar de estos temas y desacralizar la figura la madre? ¿Qué tantos pudores
hay?
Creo que resultó un tabú. El tema
de las madres me parece un tema muy importante y que yo toqué tangencialmente
acá porque en realidad se trata de la separación de un núcleo familiar, pero
interviene mucho por la construcción del personaje. No solamente la madre del
hombre y la madre de la mujer, sino ella también que es también madre. Es un
tema difícil y universal porque ha existido siempre ¡Por dios! Desde los
clásicos griegos ha existido y hasta es y seguirá siendo un tema tabú porque la
maternidad es lo más difícil que hay. En este texto no se trata de calificar de
ni de juzgar, sino de entender por qué los seres humanos somos como somos y
tiene que ver mucho con nuestras madres. También lo difícil que es ser una
madre divorciada en el Perú y cargar con esa responsabilidad. Eso sería materia
de otra historia.
Uno de los núcleos de la novela es la relación de pareja, pero lo que
es percibo es que nunca llega a haber un enamoramiento del todo de la
protagonista tanto antes de la separación como después de la misma. ¿Es
casualidad o intentas mostrar un vacío en las relaciones que se están dando en
la actualidad en general?
Él es un personaje muy reprimido
que es lanzando al matrimonio como una obligación social y cultural.
Prácticamente sin saber lo que hace y luego
consiguiendo la liberación, pasa a segundo plano ese tema de la relación de
pareja. Lo que hay es como un sucedáneo realmente. Cuando se separa aparece un
amor furtivo por ahí, pero es irrelevante. Eso me parece un tema fundamental en
lo que es la reivindicación de la mujer que no puede ser que sea el todo esa
cuestión del romanticismo como una tara que venimos arrastrando. Eso no basta
para que el personaje pueda revivir y enfrentar la nueva vida y la liberación
que implica esa pérdida de la unión que hubo.
En la estructura de la novela hay fragmentos, que concibo como si
fueran escenas de una misma historia pero proyectadas como fotos de la misma.
¿Has tenido más influencia de la poesía que de la misma narrativa al momento de
construir esto? ¿Cuál es tu relación con la poesía o la escena visual?
Me interesaban justamente que
fueran como chispazos de imágenes visuales porque me parece que se conecta
rápidamente con el lector. No me interesa simplemente decir, sino mostrar lo
que el lector pueda estar sintiendo, oyendo lo sensorial, lo que se ve y lo que
se siente en carne propia. Pienso que es tarea de un escritor tener visión,
oído y corazón. No ser simplemente un texto acartonado. Yo quería que esto se
sienta. Anteriormente utilicé esta estructura como fragmentos de imágenes en mi
primera novela “Otra vida para Doris Kaplan”. Me gusta también ese lenguaje que
notas lírico porque me pareció que, inventar un lenguaje mío que se conoce, con
los demás , era el reto de esta pequeña novela más que contar una serie de
acciones; la acción que transcurre en la conciencia de uno. Los procesos
internos que se forjan en una persona y que son muy difíciles de explicar
porque toman muchos años y contarlos en pocas páginas. Es decir, tener una
densidad adecuada, pocas palabras para muchos significados y no al revés. No un
texto de 300 páginas que nos diga poco, sino en 100 poder explicar alguna
tajada de esa realidad que es el naufragio de una separación y el abismo al que
se enfrenta uno al volver a ser libre.
Noto que hay en la narrativa latinoamericana una mayor mirada a temas
más intimistas, más de familia.
Probablemente. Yo pienso que cada
escritor es un mundo y que cada uno tiene una forma muy particular de percibir
las cosas y plasmarlas. Hay muchas formas de contar una misma historia. Estas
son historias comunes a todos nosotros. Todos venimos de una familia. Todos en
algún momento nos enfrentamos a una separación. Muy pocos no lo harán, pero es
algo que forma parte de la realidad y la literatura es el reflejo de la
realidad. Más allá de eso, la literatura explica mejor la realidad que la vida
misma. Yo tengo esa sensación de que la ficción es la mejor forma de explicar
la realidad y tal vez si hay muchos
escritores que están sobre este tema intimista puede que sea una forma para
ordenar este caos que nos está sucediendo a todos.
¿Qué escritores peruanas quisieras recomendar?
Me gusta mucho el escritor Augusto
Higa, por su lenguaje y por esa forma que tiene de mostrar su mundo con
sensaciones, y Jennifer Thorndike, una escritora muy auténtica. Me interesa cómo
trabajan la interioridad, el lenguaje y lo psicológico más que textos solo
conceptuales.
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