Alfaguara, 2017.216 pp. S/.49
El subtítulo de esta novela la
anuncia como una historia de amor y al ver la nacionalidad de su autora uno, tal vez por prejuicio, espera una
sensibilidad distinta a la que estamos acostumbrados los lectores occidentales.
En las primeras páginas, encontramos una propuesta que quiere evocar muchas de
las características que atribuimos a las narraciones japonesas: una atmósfera melancólica,
seres ensimismados y aislados con un pasado a cuestas que se revelará en las
páginas finales, y un choque constante entre las antiguas tradiciones y la irrupción
de la modernidad. Lamentablemente, termina siendo solo una inacabada y fallida
propuesta narrativa.
Tsukiko, la protagonista, es una
mujer que bordea los cuarenta años, abocada totalmente al trabajo. Un día
conoce al “maestro” (denominación que, inverosímilmente, utiliza en toda la
novela para referirse a él) en una taberna. Este personaje, quien treinta años
antes fue su profesor en la universidad,
septuagenario y extremadamente conservador, tiene los mismos aperitivos que
ella, por lo que terminan congeniando pero manteniendo una distancia que los
lleva a entablar diálogos cortos y forzados durante las primeras páginas.
Kawakami al querer mostrar un personaje femenino independiente, la lleva a
extremos que caen en lo caricaturesco y exagerado (como responder
monosilábicamente “ya” a todo lo que se le pregunta), lo cual terminará
pasándole factura al momento de darle un giro a la relación que entabla con el
maestro, al que se le quiere impostar un pasado que no termina generando ni intriga ni
misterio. Kawakami añade un tercer personaje, Takashi Kojima, pero este termina
siendo insustancial y con un rol inútil.
La narración se ve interrumpida
de manera constante por construcciones literarias no logradas, como “La mayoría
de los clientes escuchaba la radio con los cinco sentidos. “ (pág. 33), “Tenía
el presentimiento de que si intentaba forzar la conversación, caería por un
abismo bajo mis pies. “ (pág.71), “Los recién llegados se multiplican como
brotes de una planta que florece en primavera.”(pág. 96) o inverosímiles como “Entre
mordisco y mordisco, oía el goteo de las lágrimas que se estrellaban contra el
fregadero de acero.” (pág. 75). Los diálogos son en su gran mayoría cursis y
sosos, y por ratos resulta risible que para añadir dramatismo a escenas clave,
como el de la apertura sentimental de un personaje, Kawakami añada truenos y
una lluvia aparatosa.
A ello, se suma una descripción
demasiado obvia, y ridícula por ratos, de los estados emocionales de Tsukiko, como
cuando afirma “Aún así, nunca había considerado a las demás personas de carne y
hueso. No había caído en la cuenta de cada uno de ellos tenía su propia vida,
llena de altibajos como la mía” (pág. 56), o “No nos separaba la edad ni tampoco
el espacio, pero entre el maestro y yo había una distancia insalvable”
(pág.109) o los del maestro, quien dice cosas como “Mi esposa no era una
persona de trato fácil, pero yo tampoco. Dicen que nunca falta un roto para un
descosido. Es evidente que yo no era el roto ideal para su descosido. “(pág. 63)
Es por lo antes mencionado que
opino que este libro, tal vez no sea el
más adecuado para comenzar a leer a Kawakami. O solo si se está buscando una
lista de los muchos platillos que se pueden disfrutar en el lejano país
oriental, que es lo que más abunda en esta errática novela.
(Texto publicado originalmente en el portal web
"Punto y Coma")
No hay comentarios:
Publicar un comentario