Estados
Unidos-Francia-Alemania.2016. Duración: 118 min. Dirección y guión: Jim
Jarmusch
Un solitario e inocuo chofer de
bus de la ciudad de Paterson, Nueva Jersey, recorre el casco urbano de la
ciudad sin sobresaltos. Ocho horas diarias, de lunes a viernes, sin cargar un
celular. Rutina que se completa con visitas nocturnas al bar, los paseos a su
bulldog y las cortas conversaciones con su pareja durante la cena y antes y
después de dormir juntos. Paterson, como se llama también nuestro protagonista,
solo lleva un cuaderno vacío que llena de rato en rato en rato. ¿Cómo asoma la
poesía en ese contexto? ¿Puede hacerlo?
El personaje principal, interpretado
de manera magistral por un Adam Driver de carácter impertérrito, no es el
típico personaje que escribe pero que
más se esfuerza en parecer angustiado y condenado a un injusto castigo de la
sociedad. No. Paterson contempla la ciudad buscando interiorizar cada detalle o
sensación, para transformarla en verso.
En un primer momento, podemos concebirlo como un simple adulto que ha
llegado a los treinta años con las etiquetas de “conformista” y “mediocre”. Y
allí radica el paradigma que Jarmusch
busca derribar escena a escena: Paterson está a gusto con ese ritmo de vida,
sin estresarse o consumirse por un molde externo. Y nuestra concepción de
“éxito” del hombre actual se ve trastocada.
Su búsqueda vital no pasa por alguna acumulación material o física, sin
que esto necesariamente lo lleve a sucumbir a un estado de ser renegado. Solo quiere vivir las epifanías de los
poetas, las de su admirado William Carlos Williams y disfrutar los momentos con
los seres que le rodean como ir al cine o sonreír frente a las volátiles
ocurrencias de su novia.
El silencio, uno de los
componentes vitales de la cinta, solo se ve interrumpido por breves arrebatos
de exaltación que no terminan siendo duraderos. Incluso son cercanos a lo
humorístico. Ello mezclado con algunos detalles simbólicos como la constante
aparición de gemelos o el uso de fósforos (chispa que irrumpe de la quietud
para iluminarlo todo) le dan un tono de película asiática, específicamente
japonesa, donde lo más sencillo puede convertirse en algo determinante y
trascendental.
Hay dos escenas que resaltan en la película que sintetizan la propuesta de Jarmusch. La primera es la del encuentro con la niña que escribe poesía, mostrando dos caras de su creación: la capacidad innata para generar arte, frente a la persecución de lograr lo mismo pero con la sensación de no poder hacerlo acechando a cada instante por no saberse capaz con certeza. Un espejo que se busca evadir siempre pero que tarde o temprano hay que enfrentar. Y la segunda escena,casi al final, es la más fascinante y espléndida que he visto en el cine en mucho tiempo, capaz de mostrar en pocos minutos la intensidad emocional que supone caer, fracasar y luego ascender de nuevo. El proceso más humano de todos sin caer en clichés o superficialidades, cual poema de William Carlos Williams. Paterson es un grandioso homenaje al cine, la poesía y la belleza que puede lograrse a partir del cruce de estas.
(Texto publicado en el portal web
"Punto y Coma")
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MARY CYBULSKI / WINDOW FRAME FILMS
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