Fuego que libera
Pesopluma,2023. 220 pp.
¿Cómo aproximarse al fútbol desde las letras sin
caer en la parodia y la hipérbole? Como toda pasión, acercarnos más de la
cuenta puede cegar y confundir. Por otro lado, exagerar la distancia puede
derivar en un relato frío, una prosa del lugar común. El camino alternativo
puede ser la aproximación tangencial, el acercamiento desprovisto de la lógica
racional, reconfigurada para captar la complejidad de un juego capaz de alterar
la manera de desenvolverse en el mundo. El fútbol reclama una intensidad
narrativa de la que Alejandro Droznes (Buenos Aires, 1980) se apropia y responde
desde el respeto y la emoción.
Viajar, instalarse, desempacar, recorrer una nueva ciudad, perderse, partir otra vez. Las diez crónicas que conforman el libro representan una búsqueda por plasmar las atmósferas particulares en las que se respira el fútbol en distintos puntos del continente sudamericano, al mismo tiempo que se buscan los elementos comunes que las unen. La gesta de un equipo argentino menor, la algarabía de una ciudad boliviana otrora poderosa, la indiferencia venezolana, la épica rivalidad llevada a otras latitudes y el sincretismo sospechoso de las autoridades de los entes futbolísticos profesionales son algunos de los elementos abordados en el libro. El proyecto de Droznes no era fácil de por sí, pero halla una vía unificadora a través de la alternativa más compleja y ambiciosa a su vez: la inclusión de la Historia.
Salpicada de mitos,
leyendas y rumores instalados cual canon cultural, la ficción de las
inexactitudes que salpican la Historia oficial de los países de la región es un
campo perfecto para estrechar los lazos entre el fútbol y la narrativa. Un
presente siempre frágil donde los ecos del pasado se actualizan, como en el
capítulo dedicado a Asunción, Paraguay en el que Droznes hilvana los tiempos
hasta dar con una línea propia y particular:
“El Paraguay fue visto desde su
descubrimiento como un territorio en el que experimentar formas de vida
bastante autónomas y absolutamente ignorantes de toda ley, dándole a aquel
paraje, perdido en la demencial sucesión de afluentes y meandros que van a
alimentar el Río de la Plata, una palpable impronta de la libertad. Ya los
fundadores de La Asunción vivían, según comenta en una carta un vecino de la
época, con “poco temor de Dios””. (pág. 101)
Y continúa páginas después:
“En la
avenida Sudamericana había poco tránsito, el aire traía un acento vegetal y en
los detalles se percibía la inapelable presencia del dinero: los autos
estacionados en los alrededores eran nuevos, el césped de los jardines estaba
perfectamente cortado y había una cancha de fútbol en la que relucían los
logotipos del fútbol sudamericano”. (pág.104)
El escándalo de corrupción en el que se vio
involucrada toda la jerarquía de la CONMEBOL se complejiza al precisar el
contexto histórico del territorio en el que dichas prácticas se desarrollan. Los
vicios y la falta de escrúpulos como una forma de no escapar de la repetición del
pasado y la circularidad de la Historia son algunas de las ideas que se
desprenden del capítulo, uno de los más notables del volumen.
Las exploraciones de
Droznes logran sortear el carácter divulgativo de la acumulación de datos históricos
al verse enriquecidas con los modismos propios del español en cada país, lo
cual les proporciona a los diálogos un tono picante. A ello, se añade la
perspectiva de un narrador que se sabe siempre extranjero y que no pierde la
curiosidad en los detalles que rodean ese fervor incontrolable del fútbol. Esto
es una manera de avivar y controlar a la vez el relato de las tensiones
generadas por ‘los nuevos patriotismos
forjados a partir de vagos ideales nacionales´ (pág. 44). Esto se vuelve una
manera de enfrentarse y actualizar conceptos asociados comúnmente con el
fútbol, como el honor y el orgullo. Un intento de vindicar una forma de
mostrarse al otro, proyectar una imagen, si no ganadora, al menos llena de
pundonor y lealtad a una fe como lo es hinchar por un club de fútbol que
participa en la Copa Libertadores o Sudamericana.
Droznes sale airoso de un proyecto complejo con un
libro que emana, aún en sus líneas más informativas, la pasión de ese hincha
ansioso por saberlo todo de su equipo y sus rivales de turno. Narra la manera
más religiosa de encarnar un orgullo local y revivir la adrenalina bélica de
defender lo que se considera como propio e inalienable, más allá de la
progresiva mercantilización que acecha, propia del relato civilizatorio siempre
presente alrededor:
“La
Copa Libertadores tiene, como el continente, un relato civilizatorio. Los
registros tanto literarios como periodísticos refieren una primera época,
previa a los brillos de la televisión y los patrocinadores oficiales en la que
el torneo estaba sumido en su propia barbarie: proliferaban los hechos de
violencia, abundaban las actitudes deshonrosas, los escándalos se sucedían”. (pág. 156)
Martin Kohan afirmaba que el viaje es un factor
determinante en toda configuración heroica, puesto que de las peripecias
derivadas de dicho acto a la vez se desprenden pruebas y desafíos, y de la
superación de estas emerge el destello de la figura del héroe[1].
Entre la barbarie subrepticia de la hinchada
y el discurso de la hiperprofesionalización de este deporte, este libro irrumpe,
narrando la épica alrededor de un balón y las historias de los héroes de
nuestros tiempos: jugadores que llevan en sus pies el destino de su tribu. El
fuego libertador.
[1] En la pág. 12 de ‘Fuga de
materiales’. Ediciones Universidad Diego Portales, 2013.
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