Es común que a cierta edad, la mayoría de escritores empiecen a escribir sobre sus memorias. Empiezan a rebuscar todos aquellos hechos o pensamientos de cierta época, que merezcan ser plasmados en una obra que les sobreviva. Se alejan del territorio de la ficción para mostrarnos su vida privada. O bueno, ciertos aspectos de ella. Dicha tarea es la que se propuso Patrick Modiano en “Un pedigrí”. Rescatar parte de su infancia y juventud, intentando entender a las personas que fueron relevantes en dicha época o simplemente fueron lugares de paso. El resultado es un conjunto de líneas que intentan ahondar (de forma irregular) en la sensación de desamparo con la que tiene que lidiar el narrador, luchando lamentablemente con una maraña de datos que las opacan.
Que el lector me disculpe por todos estos nombres y los que vendrán a continuación. Soy un perro que hace como que tiene pedigrí.
Las temporadas de grandes turbulencias traen consigo frecuentemente encuentros aventurados, de tal forma que nunca me he sentido hijo legítimo, y menos aún, heredero de nada.
En las citas anteriores se puede notar la apuesta por intentar sintetizar los sentimientos de tristeza y nostalgia que lo embargaron durante la infancia (apelando incluso a la autominimización). Modiano hace para ello una enumeración de nombres, fechas y lugares, para hacer una especie de cronología que le posibilite explicar de la manera más desangelada posible la forma en la que el narrador sobrevivió a la carencia afectiva por parte de sus progenitores, y a esa figura fantasmal que fue su madre:
Era una chica bonita de corazón seco. Su novio le había regalado un chow-chow, pero ella no le hacía caso y lo dejaba al cuidado de diversas personas, como hizo conmigo más adelante. El chow-chow se suicidó tirándose por la ventana (…) debo admitir que me conmueve muchísimo y me siento bastante próximo a él.
La veía pocas veces. No recuerdo de ella ni un ademán de ternura auténtica o de protección. Me notaba siempre hasta cierto punto con la guardia en su presencia. Sus repentinas iras me perturbaban, y como asistía al catecismo, le rezaba a Dios para que le perdonase.
Y sin embargo, este acercamiento a la figura materna que pudo haber generado un mayor interés por parte del lector, se diluye como dije, entre tanto dato y detalle que no permiten avanzar con fluidez en la narración de la historia que se está contando. En vez de priorizar una mayor exploración de dicha relación a lo largo del libro, se le brinda solo pequeños espacios dentro del texto completo. En estos espacios es posible notar la desazón de Modiano por lo que considera una infancia incompleta, llena de agujeros en las que se fue colando la soledad. La ilusión de un ajuste de cuentas de una vez por todas con ese pasado. Lástima que la tarea no le salga de forma idónea a Modiano. Si quieren leer algo del Nobel francés, lo más probable es que “Un pedigrí” no sea el mejor libro para comenzar.
+Sobre el autor:
Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945), uno de los mejores novelistas contemporáneos, ha recibido entre otros numerosísimos galardones el Premio Nobel en 2014. En Anagrama se han publicado todas sus últimas novelas: Un pedigrí, En el café de la juventud perdida, El horizonte, La hierba de las noches y próximamente aparecerá Para que no te pierdas en el barrio, recién publicada en Francia. Asimismo, hemos rescatado novelas anteriores tan significativas como Trilogía de la Ocupación (El lugar de la estrella, La ronda nocturna y Los paseos de circunvalación), Villa Triste, Libro de familia, Calle de las Tiendas Oscuras (Premio Goncourt), Una juventud, Domingos de agosto, Tan buenos chicos y Accidente nocturno
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