“La mejor manera de evitar el
caos es controlándolo: enciérralo en un corral y dale de comer aparte”
Wybrany College (o el colich). Un
internado (o una cárcel). Doscientos estudiantes (o prisioneros). Unas cuantas
autoridades (o tiranos). Esos son los principales elementos con los cuales Sara
Mesa arma una historia sórdida y oscura. Una fábula sobre el totalitarismo, sí,
pero sobre todo, una aproximación a la evolución del mal, la manipulación de conciencias
y la deshumanización de las relaciones de intercambio. Una novela donde todo
está contaminado de principio a fin. Un relato donde parece que, tal como se dice en el
texto,
“los ojos de toda la humanidad están mirando el foso en el que nos
precipitamos.”
Dividida en dos partes y un
epílogo, la historia se centra en tres personajes: Celia, Ignacio e Isidro
Bedragare. Inicia con la tentativa de escape de un grupo de alumnas de un
internado que se encuentra aislado de cualquier urbe. En dicho centro conviven los
hijos de familias acomodadas con los de los estratos sociales más bajos, aunque
siempre sabiendo cual es la frontera que los divide (y dividirá siempre). Celia
es la líder de este fallido intento de escape, y capítulo a capítulo se nos va
relatando las razones que la llevan a tomar esta decisión.
La historia de Celia, una de las “especiales”,
se intercala con la de Ignacio, un niño doce años, abusado desde siempre y
centro de burlas de sus compañeros. (“Ignacio es visceral, sufre. Sólo pide que
no lo excluyan, que no lo dejen aparte.”) Homosexual reprimido, ve en la
llegada de un nuevo alumno la tabla de salvación que tanto anhela mientras va
experimentado una metamorfosis que le revelará una zona oscura de su ser que
será la que finalmente le sirva para sobrevivir.Tiene que dejar de ser débil. Esa es su consigna. (“Ignora que en todo juego de estrategia siempre hay una pieza débil que puede llegar a ser sacrificada sin más contemplaciones, y que la mayor debilidad reside en la propia ignorancia de ser débil.”)
La segunda parte del libro (y más
extensa), es el diario de Isidro, el sustituto del misterioso García Medrano,
un profesor cuya ausencia genera las preguntas necesarias para buscar resolver
el enigma que encierra el colich. Isidro, con una identidad compuesta de
mentiras y apariencias, nos irá contando paso a paso cómo su idea inicial de vivir el día a día sin causar problemas ni llamar la atención, batallando con la
frustración constante en la que se derivado su existencia y deleitándose con el
poder que se la ha asignado frente a otros seres (“Uno habla y ellos escuchan.
Uno ordena y ellos obedecen.”), empieza finalmente a cambiar debido al
enigmático comportamiento de sus colegas, pero sobre todo, el de sus jefes. El
aparente orden impecable de la escuela esconde unas cimientos tan horrorosos, que deberá pensarlo más de dos veces antes de decidirse a investigarlos o no. Ello mientras, soporta las llamadas de su hermana, a un colega ebrio y una ex pareja demente.
“Cuatro por cuatro” es la muestra
(tal como lo hizo en su época Mario Vargas Llosa con “La ciudad y los perros”)
sobre cómo es posible mostrar los males de nuestra sociedad en un microcosmos
como lo es una escuela donde, en teoría, debería combatírselos con más ahínco.
Si bien se profundiza cómo la violencia va calando en la mente de hasta el más débil
de los estudiantes, mayor interés genera la deshumanización de los
protagonistas. Deshumanización que se muestra en la forma de asumir la amistad
("¿Es la Poquita mi mascota?"¿Por eso la quiero?"), la indiferencia
con la que se contempla el dolor de los demás (“Tápate un ojo y mira con el
otro. Así es como yo miro siempre las cosas.”) o el fatalismo con el que se
percibe el amor (“Para sentir celos, más que amar, uno debe conservar intacta
cierta esperanza. Pero en mi caso la desesperanza es constante.”).
Capítulo aparte merece las
relaciones económicas que se van transando a lo largo de la historia. Hay una
frase en la que parece sintetizarse las características de estas: “Se mercadea
con cosas que se tocan y con cosas intangibles, con cosas puras y sucias, con
personas, objetos y conceptos.” El contexto que rodea a la novela, da pie a que
todo sea capaz de ser intercambiando, perdiendo la conciencia del valor de lo
que se está otorgando mientras se consiga lo anhelado de forma inmediata. (“Esto
sucede cuando la petición pasa a ser transacción comercial: si le doy algo a
cambio puedo exigir un precio, negociar o chantajear.”) Mientras estos acuerdos
sirvan para estar un poco mejor que en el presente,serán válidos para uno. (“Ahora entiendo a qué se
refiere con “comercio”. Esas transacciones creadas para paliar nuevos
desastres. El cáncer que se extiende poco a poco por el colich. El saber sin
decir, el hablar sin palabras.”). Sólo importa sobrevivir. Se vende el cuerpo y
hasta el mismísimo espíritu. Todo es posible de ser percibido como carne y
vísceras. Esta visión desesperanzadora impide concebir el futuro como un
escenario que pueda mejorar de una forma significativa, llegando incluso a convertir la procreación como
un acto negativo (“En familias como las mía gestar hijos sólo supone producir
desgraciados.”). ¿La infancia es la etapa más feliz de nuestras vidas? ¿Cómo
sería capaz de afirmarse eso cuando ésta simplemente es aplastada una y otra
ve?
Posiblemente no tan
conocida en nuestro medio, Sara Mesa es considerada en la actualidad una de las
mejores narradoras contemporáneas de España. Esta novela, publicada el 2012, es una muestra
de su capacidad para construir una historia capaz de hacer reflexionar, y de
atrapar al lector de principio a fin (incluso sorteando ese bache entre la primera
y segunda parte, donde el ritmo se ve interrumpido por el tedioso
inicio de la historia de Isidro). “Cuatro por cuatro” es una oportuna puerta de ingreso al mundo narrativo de esta autora de lengua hispana
de primera línea.
“Ya comprendí que aquí las cosas,
mientras no vayan acompañadas de palabras que la definan, no existen ni son
peligrosas para nadie.”
+Sobre la autora:
(Madrid, 1976) desde niña reside en Sevilla. Ha publicado las novelas Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela) y El trepanador de cerebros, y los libros de relatos No es fácil ser verde y La sobriedad del galápago. Con su poemario Este jilguero agenda ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007.
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