Anagrama, 2015, 200 pp.
En un texto que hice tras la
lectura de
Cuatro por cuatro (Anagrama,
2012), expresé que Sara Mesa era una autora de primera línea.
Cicatriz, aplaudida por la crítica en
general y seleccionada por diversos medios como una de las mejores
publicaciones del 2015, no hace más que cumplir con las altas expectativas que
tenía, superándolas incluso. Una novela que explora aspectos de nuestra
contemporaneidad al que muchos narradores de su generación miran por encima del
hombro, la mayoría más preocupada en elaborar textos que no arriesgan nada
amparándose en la repetición de viejas fórmulas anquilosadas como si el mundo
no hubiese cambiado en décadas. Mesa en contrapartida, construye una narrativa
que permite cuestionar el mundo presente. Elabora ficciones que ahondan en las
obsesiones y preocupaciones del hombre actual, y la sociedad de la que forma
parte. Universos literarios donde
palabras como
consumo,
poder o
fetichismo
han llegado a constituir parte importante de la vida cotidiana. ¿Acaso fenómenos
como el internet o la hegemonía indiscutible del capitalismo no han alterado el
mundo? Sí, lo han hecho. El reto que asumió Mesa fue el de representar en la
ficción cómo estas alteraciones afectan al individuo común. La manera en que
altera su forma de vincularse y pensar con sus pares además de los males que se
derivan de estas nuevas conexiones. Las nuevas formas de poder que operan en
nuestro inconsciente. Formas de poder económicas.
Todos los que argumentan que estas multinacionales son las
representantes del capitalismo más atroz son los mismos que engullen sus
hamburguesas y sus capuchinos en vasos de cartón, salen y acto seguido
comienzan a vociferar consignas pacifistas. A cualquiera de ellos, si le robas
el móvil se pondrá a gritarte, te golpeará y si me apuras le parecerá bien
hasta que te torturen en la comisaría. Písale a uno de ellos, verás como le
duele más el pisotón que todos los niños del mundo mutilados por bombas de
racimo. A él mismo, admite, le mortifica mucho más la suciedad en las
calles que la existencia de armas nucleares. La escala de sus preocupaciones
comienza en lo individual y, allá a lo lejos, termina en lo colectivo.(págs.
56-57)
El párrafo anterior, expresado
por el personaje de Knut, muestra lo que anteriormente mencionaba. Desentrañar
el capitalismo de nuestros días va más allá de mencionar unas cuantas
multinacionales. Implica una forma de pensar que se puede rastrear hasta los
textos de Adam Smith hace ya algunos siglos. En La teoría de los sentimientos morales, ya se vislumbraba este mundo
donde la individualidad y el egoísmo presentes en su idea de la simpatía inherente al hombre iban a
asumir una relevancia cada vez más grande, al punto de transformarse en la
piedra angular sobre la cual basamos las decisiones que tomamos día a día,
preguntándonos siempre cuál va a ser el beneficio neto de nuestros actos y de ahí
recién, el cómo afectarían a los demás. Las acciones no revelan todas las
intenciones de quien la realiza. O por lo menos existe una duda de que uno lo
haga. La desconfianza es un mecanismo de defensa que surge naturalmente en
consecuencia.
En Cicatriz, el internet también tiene un protagonismo elocuente. Es
la red donde nace el nexo entre los dos protagonistas, Sonia y Knut. El espacio
donde Sonia termina buscando una forma de escape al agobio de su tediosa
realidad:
Encuentra en internet horas de distracción y juego, sobre todo en los
chats, a los que muchos están empezando a aficionarse en esa época: diálogos,
discusiones, mascaradas, un entretenimiento estimulante que le permite coger
aire y ampliar las dimensiones de la sala (pág. 14)
Pero más allá del ocio, el
internet termina por conformar una comunidad a la cual Sonia se adhiere. Gente
que encuentra un refugio por las infinitas posibilidades de reinvención que se
le permite. Una red donde la falsedad y el engaño son monedas corrientes,
brindando la posibilidad de proyectar anhelos y deseos soterrados que de otra
forma no podrían manifestarse. El anonimato es la clave de todo ello,
deshumanizando y haciendo que uno termine por dudar entre qué es lo real y qué
es lo ficticio. Y no sólo ello, sino que
se difuminan las fronteras entre lo público y lo privado. ¿Hasta qué punto
somos conscientes de que tenemos un
control sólo en apariencia sobre lo que mostramos? ¿Nos sigue perteneciendo
aquello que compartimos en las redes sociales?
La mentira es esencial porque la verdad es incomunicante (pág. 157)
Y es el personaje de Knut quien
con sus mensajes, va dejando estas ideas sueltas. Rompe con la monotonía a la
que ha ido a parar la vida de Sonia. Primero presentándose como alguien
inofensivo, a quien ella conoce en un foro literario y al cual le deposita su
confianza, para terminar convirtiéndose en el principal causante de las dudas
que empiezan a acosarla. Dudas que
empiezan cuando él le empieza a regalar los objetos que roba a cambio de que
ella le siga brindando atención. Esto último es determinante, pues Sonia al
responder a Knut, lo hace existir en el sentido que tiene que estar
imaginándoselo de manera continua. Los objetos que llegan a la casa de Sonia no
son más que el precio que Knut paga para que el personaje que él representa
para ella, no desaparezca. La ropa, libros y perfumes robados son los bienes
con los que Knut va adquiriendo poder sobre ella, haciendo que paulatinamente
estos concentren toda la atención de Sonia y sean el punto gravitante sobre el
cual gira su atención día a día, incluso destruyendo las relaciones que entable
con otras personas. Lo curioso es que estos bienes no son propiedad de Knut
originalmente. Solo hace que estos transiten de dueño, logrando poder en el
camino.
Escapar del sistema burgués pasa en primer lugar por escapar del
paradigma de la propiedad. ¿A quién pertenecen los bienes? ¿Quién tiene derecho
a poseerlos o incluso a exigir su posesión? (pág. 92)
Es así que el poder se gana con
el comercio de los bienes y recae sobre quien los distribuye, no en quien los
produce. Knut se convierte así en la única figura de autoridad de la vida de
Sonia, el que mueve los hilos de sus actos. Vuelven los ecos del control total,
que Mesa ya había explorado en Cuatro por
cuatro, sólo que ahora es más clara
la relación con las fuerzas del comercio y las finanzas, aquellos mundos que la
mayoría de la sociedades desconoce cómo funcionan realmente, pero que terminan
controlando aspectos importantes de sus vidas.
Busquen y lean este libro.
+Sobre la autora:
(Madrid, 1976) desde niña reside en Sevilla. Ha publicado las novelas Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela) y El trepanador de cerebros y Cicatriz (Finalista del Premio Herrald), y los libros de relatos No es fácil ser verde y La sobriedad del galápago. Con su poemario Este jilguero agenda ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández en 2007.
(Una versión de este texto aparece en el portal Punto y Coma)
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