Literatura Random House. Barcelona, 2011. 288 pp.
«Estoy convencido de que todo
el mal del mundo empieza en ellas. En las palabras.» escribió Rodrigo Blanco en The night (Alfaguara, 2016), una afirmación
que se cumple en la novela de Olmos. Daniel, uno de esos activistas sociales
que surgieron tras los sucesos del 15M en España, es asesinado en misteriosas
circunstancias. Santiago, un publicista treintañero amargado, cínico y hastiado
de su tedioso trabajo, recibirá como herencia una palabra. Una sola palabra que
alterará su vida, llevándolo a hurgar de forma obsesiva en la intimidad del que
fue su amigo. Un simple vocablo que dispara la trama de Ejército enemigo, un libro que como se indica en la contraportada
(y esta vez de forma acertada), es obscenamente
actual.
La novela se sitúa durante los primeros
años de este siglo, cuando la publicidad ya se ha establecido como la nueva religión
de las organizaciones, un negocio que
consiste en hacer pensar que la publicidad es necesaria. Todo anuncio es un
anuncio del anuncio. (pág.21). Santiago es una pieza más de esta
maquinaria, cuestión de la que reniega sobre todo por su incapacidad para
renunciar a ello. La rutina laboral lo lleva a refugiarse, primero en el sexo
de forma compulsiva con su practicante, y tras el alejamiento de esta, en el
inagotable mundo del internet, donde un
internauta avanzado al que le tomaras la medida pasaba a serte más conocido que
tu propia madre (pág.49).
Sí,
internet. Cómo hacía falta una novela que indagara en ese mundo, un texto sobre las empresas de internet (…)
cómo se están apropiando de la vida privada de los ciudadanos sin que éstos se
den cuenta. La publicidad está destrozando la intimidad, con nuestro total
consentimiento, además. (pág. 125).Un territorio donde la intimidad ha sido
hipotecada con tal de lograr aunque sea una pizca de notoriedad y la sensación
de que a través de un correo o una red social, se puede lograr la permanencia. ¿Qué imagen proyectamos? ¿Cuál es la real, la
que finalmente va a quedar? Olmos nos recuerda el principio del internet,
salvaje y feroz. Cavernícolas tecleando animalizados: Pederastia, terrorismo, vejaciones, insultos, infidelidades,
calumnias, rumores insidiosos, fotografías privadas sacadas a la luz, vídeos,
información sucia, apologías deleznables, homenajes a asesinos en serie,
altares a lo atroz, robo de propiedad intelectual, suplantación de identidades,
contratación de sicarios, alianzas delictivas, sectarismo, proselitismo de la
antropofagia, del racismo, del antisemitismo: fueron días gloriosos. Internet
lo inventó Hobbes. (pág. 143) En la novela destaca, la adicción de Santiago
a la pornografía (narrando un video porno casero viral, con link incluido) y a
ChatChinko, una web donde la gente común busca conectar de alguna manera
(sexual más que nada) con gente común. La mayoría ya no busca cuerpos ideales.
Buscar hurgar en la intimidad de los demás. Las
revistas pornográficas tradicionales nos habían enseñado toda la intimidad de
las mujeres, a excepción de una: su dormitorio. (pág. 85) La compañera de
la universidad que nunca socializa con nadie, la vecina cuarentona, el chico
del delivery. Cualquiera de ellos puede ser la nueva estrella del internet.
Quince minutos de fama, y un link que te asegura la inmortalidad. Permanecer.
Ya
mencioné la publicidad y el internet. Toca referirme a la “solidaridad” que se
aborda en la novela. La solidaridad
fracasada. Esa que cada uno “muestra” en sus posts de Facebooks, en sus likes, en sus comentarios, en sus
tweets. ¿Se acuerdan cuando pensábamos (me incluyo) que pagando por una
“pulsera solidaria” estábamos poniendo nuestro granito de arena? Seamos
sinceros: lo hacíamos por pose. Porque era lo “correcto”. Asumimos que es muy fácil arreglar el mundo a distancia:
parece que hasta funciona. Pero no funciona, lo siento mucho. (pág. 75). Se
escriben y dicen discursos para vender la idea de estar en un plano moral
superior, parte de un oasis de gente que “sí quiere mejorar el mundo” en
contraste al ciudadano común “preocupado sólo en sobrevivir y no en los demás”.
Ya no se hacen las cosas con la idea de cambiar la realidad, sino para que los
demás se den cuenta que se “hacen las cosas”. La campaña social-publicitaria emite este mensaje: nos preocupamos…
pero no hacemos nada efectivo. Quien entiende que el mundo es así consigue el
éxito (pág. 124) ¿La solidaridad concebida como un producto? Si se puede
mercantilizar, sí. Causas sociales como campañas de marketing: “Responsabilidad
social”. Un nuevo eje surge entonces: solidaridad-publicidad-intimidad. ¡Oportunidad de negocio! El capitalismo
aplicado a un sector en auge: la culpabilidad. (pág. 41) Puedes ser un
despreciable ser con tu familia, tus amigos y tus vecinos, pero si te unes a
una campaña solidaria en redes sociales, “todo está bien”. Nos llenamos de
buenas intenciones y creemos que con eso basta. Ya ni se conoce la real
dimensión de los problemas, o incluso, cuáles son estos. Siempre es alguien más
quien nos dicta las cosas sobre las cuales indignarnos. Uno de los personajes
afirma lo siguiente por ejemplo: Cuando
pensamos en Cuba no imaginamos un país que no vota, o que no tiene distintas
opciones de voto, sino un país que no compra, que no tiene distintas marcas de
atún para comprar. (pág. 192) Andamos tan saturados de información, que no
reflexionamos sobre lo que consumimos. No cuestionamos lo que de verdad
necesita ser transformado:
El
conocimiento de la verdad, en efecto, se nos revela inútil. Carece de sentido
el concepto “concienciación”. Todos llevamos veinte años concienciándonos… para
nada. Lo único que tendría sentido es otra realidad dentro de la que
concienciarse. No cambiar el mundo, sino descambiarlo. (pág.
191)
Puede
estar dando la idea de que esta es una novela sólo de reflexiones políticas y
sociales, pero en Ejército enemigo
también hay una trama. Un detective, un crimen y un intento por esclarecerlo
del cual no quiero dar más detalles para no arruinarles la lectura. Todo está
integrado de buena forma. Ejército enemigo cuestiona, incomoda,
fastidia y engancha. Un libro incorrecto, pesimista, necesario y recomendable.
+Sobre el autor:
Alberto Olmos (Segovia, 1975) ha publicado las novelas A bordo del naufragio (1998), Trenes hacia Tokio (2006), El talento de los demás (2007), Tatami (2008), El estatus (2009), Ejército enemigo(Literatura Random House, 2011), Alabanza (Literatura Random House, 2014) y el libro de relatosGuardar las formas (Literatura Random House, 2016). Su labor literaria en internet dio lugar al volumen Algunas ideas buenísimas que el mundo se va a perder (Caballo de Troya, 2009), donde reunió textos ajenos, y a Vida y opiniones de Juan Mal-herido (2010) y Pose (2013), que recogen buena parte de su narrativa digital. Fue el responsable de la antología Última temporada. Nuevos narradores españoles 1980-1989 (2013) y es el editor encargado de Caballo de Troya en la cosecha de autores del año 2016.
www.malherido.com
(Una versión de este texto aparece en el portal
Punto y Coma)
Gracias por descubrirme a Iwasaki
ResponderEliminar¡De nada! Me divirtió mucho "El libro del mal amor"
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