Al escribir desde la
disconformidad con muchas cosas, uno corre el peligro de quedarse estancado solo
en sus buenas intenciones. Arelis Uribe,
joven periodista chilena, enfrentó ese riesgo con “Quiltras” (Los libros de la Mujer
Rota, 2016) , entregándonos unos relatos en los que el valor literario se
percibe de buena manera haciendo posible que no sean pocos los lectores y
lectoras quienes se hayan identificado con dichas historias. Como demostración
están las sucesivas ediciones que ha tenido el libro, que se hizo acreedor además
del Premio a la Mejor Obra Publicada en 2017, categoría cuento. Arelis ya había
resultado finalista del concurso de cuentos de la revista Paula y ganado el concurso Santiago en 100 palabras
con el cuento “Lionel”. La intención era conversar sobre dicho libro, pero la
entrevista se terminó extendiendo lo cual siempre es un imprevisto que se agradece.
Yo no hablo inglés / vivo en un
barrio que no es burgués, es el epígrafe de Supernova que acompaña a “Quiltras”,
lo cual indica que desde el inicio ya hay una toma de posición frente a la
problemática de la marca de clase. ¿ Cómo se hace literatura a partir de dicho
fenómeno sin caer en el tono sociológico?
Alguien me dijo que era a través
de la estética y yo también creo que es así, porque al final mis cuentos
recogen vivencias que responden a los mismos tópicos de siempre, pero con la
singularidad de que estas ocurren en el contexto social del que yo provengo que
es el de la clase media baja chilena. Las cosas que le pasan a todo el mundo
pero en un contexto específico. Y se puede oler, se puede palpar, se puede
reconocer dicha realidad por la ambientación que está en los cuentos. Son chicas que cuando salen de su casa no se suben a una limusina,
sino que caminan solas de noche, andan en transporte público o viven en casa
pequeñas o cuyos padres tienen un
fenotipo de gente trabajadora. Y es a través de dichos detalles que es posible
identificar la procedencia social de los personajes.
En el discurso de lanzamiento de “Quiltras” afirmaste que estudiar arte
es un lujo burgués. Lo que me lleva a interrogarte por cómo un campo que
debería oponerse al sistema burgués, termina siendo un capricho de este.
Ahora con el tiempo me he dado
cuenta de que probablemente cualquier persona puede estudiar arte. El tema es
que hay artes que son caras y las que no lo son tanto. Por ejemplo el teatro es
un arte caro en general (a excepción del de estilo brechtiano). En la otra orilla estaría la literatura, en la
que solo se necesita un lápiz y conectarte con tus emociones. Entonces creo que
hay arte de resistencia, arte en todos los sectores sociales, lo cual hace que ya
no me reconozca mucho en dicha frase. En
lo que sí me reafirmo es que generalmente, los privilegios y facilidades para
poder acceder a cualquier cosa, los tienen
la gente adinerada. Asi que sigo pensando lo mismo pero de una forma un poco
diferente.
Algunos lectores califican que “Quiltras” es también un libro sobre la
adolescencia. ¿ Cómo fue el proceso de trasladar los desbordes emocionales de dicha etapa a los cuentos?
Empecé a experimentar con la
ficción porque venía escribiendo muchas columnas de opinión y haciendo trabajo
periodístico y un día decidí que quería indagar
en otros formatos, por lo que me puse a escribir cuentos. Y lo que hice en
ellos, fue escribir reportajes de ficción o reportajes de mentira, por lo que
las acciones que ocurren allí son una mezcla de cosas que me pasaron a mí, a mi
familia, a mis amigas y cosas que vi en otros lugares o que leí de referencia,
en una especie de robo gigante mezclado.
Y eso se conecta con el tema de
la adolescencia, porque para “Quiltras” me puse a recordar, a recordar en
falso. A construir una “memoria falsa”, como
califica Álvaro Bisama al proceso de crear literatura, por lo que creo haber
escapado al peligro de lo caricaturesco al haber mucho de biografía, mía y de
otras personas, y escenarios que son reales, en conjunto con nudos y conflictos inventados.
Los accidentes principales que ocurren en los cuentos no son cosas que me hayan
pasado a mí necesariamente, pero que intenté que en el libro parecieran reales. Incluso hay
un cuento con una chica lesbiana y siempre me pregunta por quien es en la vida
real y yo solo me río y no respondo (risas).
Lei vi en Goodreads los
comentarios de algunos lectores que valoraban el retrato de los jóvenes
actuales que viven en los bordes, al margen del centro de la movida económica. ¿Sentiste
en algún momento el riesgo de que las historias sonaran a un contexto social particular e individual y
no a algo que ocurre de forma más general?
Creo que el arte es su origen es un ejercicio solitario
y surge de una inquietud personal, pues aún cuando a veces converso y discuto con
otras personas sobre ello, siempre es
algo interior. Y este resentimiento de clase que yo tengo, porque en algún
momento de mi vida fui muy pobre y vi a mi mamá trabajar mucho por una miseria
de plata, siento que es genuino. Y si lo siento, ¿por qué va a ser poco válido?
Si lo siento, es real.
Y cuando publiqué el libro y
otras columnas que siempre son como muy “atrincherados”, me di cuenta que no
pocas personas pensaban o se sentían muy parecido a mí y lo verbalizaban con
otras palabras, lo cual pienso que es la magia de la literatura y el arte al final.
Demostrarte que en eso que sientes, no estás sola, que hay otra gente que ha
sentido lo mismo y lo sintió primero y ya lo escribió.
Las relaciones lésbicas se muestran en tu libro con naturalidad y no
como una desviación como lo exponen otros textos. Basta leer la primera escena
de “Ciudad desconocida” para darse cuenta de ello, con dichas sensaciones
presentes en la infancia como algo natural hasta que llegan los adultos a
interrumpir esa inocencia provocando un corte, una interrupción. Ello me lleva
a preguntarte por las familias chilenas y cuan conservadoras siguen siendo como
institución.
Algo que no he dicho mucho es que
este libro toca mucho las relaciones íntimas: una chica con su prima y su
familia, otra con su novia que conoce a la familia cuica o una con su mejor
amiga del colegio. En el libro hay muchas relaciones de pares. Y lo que busqué
retratar es que lo personal es político, estando muy convencida de esa
consigna. Estamos muy acostumbrados a criticar siempre a alguien más, pero no a
nosotros mismos. Cada vez que veamos a
Trump comportarse como un imbécil, por ejemplo, la mejor pregunta que podríamos
plantearnos de vuelta es qué tan
imbéciles como Trump podemos llegar a ser.
Así que me preguntas por las
familias y yo respondo que sí, siguen
siendo conservadoras. Las instituciones están construidas por la forma de
sentir de las personas que las conforman en ese momento. Está todo conectado, y
lo macro y lo micropolítico están concatenados y en la medida que cambie uno podrá
cambiar el otro.
Hablando de micropolítica, otro espacio en el que se pueden dar estas
segregaciones de las que venimos hablando son las instituciones educativas. A
nuestro país llegaron las noticias de las marchas de los estudiantes, de las
protestas por las desigualdades que se pueden hallar al interior de las aulas y
otros ambientes. ¿Cómo lo viviste tú?
He aprendido en Chile y otros
países en los que he estado que por lo general son los estudiantes quienes son
puntas de lanza de los movimientos sociales. Después de la época de la dictadura,
la adultez se “enchanchó” como se dice en Chile y fueron los jóvenes y las
jóvenes quienes empezaron a levantar el tema. Y en el 2011 que
se dio lo que se conoce como la “revolución estudiantil”, yo justo había
salido de la universidad y me daba rabia mientras me decía que por qué no me
atrasé un año, que por qué no reprobé un par de materias (risas), así que lo
viví como testigo aunque involucrándome inevitablemente pues el movimiento
surgió a partir de que distintas personas se dieron cuenta de que su dolor
personal era también colectivo.
El sueño de seguir una carrera
universitaria genera que las familias se endeuden hasta el tope, y la mitad de
las familias chilenas padecen dicha situación. Se supone que la educación es un
derecho y no un bien de consumo. Eso explotó, resultando imposible no identificarse
con esa lucha. Incluso yo estoy con una deuda aún y sigo pagándola y parece que
nunca voy a terminar de hacerlo.
Eres una declarada feminista, a pesar de que no haya una manera unívoca
de definir dicho término. Este movimiento ha tenido significativos avances
frente a décadas pasadas pero ¿ cómo crees que estos gestos de disconformidad
social se trasladen a una efectiva acción política del Estado y otras
organizaciones?
Creo que se relaciona a lo que hablábamos
de lo micro y lo macroestructural y de las instituciones grandes versus las
pequeñas como la familia, la amistad o incluso el amor, y cómo ello está ligado
a la toma de conciencia política de una persona acerca de ciertos
comportamientos. Lo que están denunciando las jóvenes hoy en Chile es que al
interior de las universidades que se suponen son los espacios de mayor
progresismo, ocurren abusos sexuales, violaciones, hostigamiento de los
profesores y estudiantes hacia las compañeras, o discriminación por homofobia,
así que nos vamos dando cuenta que no importa dónde estemos ubicados como seres
humanos, parece que la violencia la vamos a reproducir igual. De todas maneras
pienso que micropolítico es más fácil de “mover” y las instituciones irán
cambiando, siempre y cuando este proceso sea permanente.
La llamada “marca de clase” está presente incluso al interior del
movimiento feminista y este es en muchos casos aprovechado por cierta gente que
lo ve solo como una industria económica. ¿ Es posible sortear ello?
Difícil. Hay un gran concepto que ha traído el
feminismo que me gusta mucho y es la denominada “interseccionalidad”. Siento
que las personas somos un asterisco atravesado por distintas cosas que nos constituyen
como identidad. Y esas cosas son sobre todo relaciones. Una no flota sola en el
espacio y siempre está en relación a algo. Si soy mujer es porque no soy
hombre, si soy bisexual es porque no soy heterosexual, si soy chola es porque
no soy blanca. Son todos esos elementos
las que la constituyen a una. De lo cerca que esté al centro, que es el lugar
privilegiado, o a la periferia que es la identidad de resistencia, va a
depender la toma de posición que una tenga. Creo que el feminismo
autobiográfico depende de todas estas variables que construyen la identidad por
lo que no me parece extraño que choquen y que cada una de las heterogeneidades
que existan en el movimiento, tenga su propia agenda y que estas choquen entre sí.
Es lo más normal. Es la diferencia lo que nos constituye y para mí la política
es el ejercicio de estar administrando las diferencias permanentemente.
Cuéntanos un poco sobre “Que explote todo”, una recopilación de columnas
tuyas. ¿Cómo fue este proceso de revisarlas, de leerlas de nuevo?
¡Horrible! (risas) Veo los textos
antiguos y me pregunto por qué escribía así, con qué convicción decía cosas con
la que ya no estoy de acuerdo. Pero es una locura porque veníamos hablando de
las diferencias, y te das cuenta cómo esta variación puede ser contigo misma
incluso. Hay una frase de un famoso jugador chileno que dice “no tengo por qué
estar de acuerdo con lo que pienso.” Y si la analizas, es cierta en muchos
momentos. A veces pienso algo y a los pocos segundos me doy cuenta de que es un
pensamiento obsoleto, pero solo me puedo dar cuenta de ello porque ya lo pensé.
Uno tiene que hacer ese recorrido oscuro y terrible para poder cambiar y ese es
el ímpetu del libro. Es una bomba contra todo con lo que estoy disconforme pero
también en parte contra mí misma.
Como dices, uno a veces se encuentra en permanente cambio, incluso en lo
que respecta a las creencias. Pero siempre termina habiendo algo a lo que es
posible aferrarse, algo que permita salvarnos por así decirlo. En lo que
respecta a lo literario, ¿cuáles han sido aquellas lecturas que siempre han
estado presentes, que han sido determinantes?
Me han formado mucho los periodistas
y cronistas. Yo soy periodista y las primeras experiencias que tuve en la
literatura vinieron de dicho campo como las crónicas y las entrevistas. Figuras
como Alberto Salcedo Ramos, Daniel Titinger, Gabriela Wiener, Ivonne Toro, Juan
Pablo Meneses o Gabriela García, que me
permitieron entrar al alma de las personas, narrándolas con una habilidad
magistral, fueron muy especiales para mí.
Y de lo literario me gustó mucho
leer a Bolaño, Lemebel, Amelie Nothomb, Alma
Guillermopietro, Julián Herbert, Julio Ramón Ribeyro, Claudia Apablaza y mucha
otra gente. Y después me puse a leer a mis contemporáneos para escribir y ver
que se venía haciendo, como a Rodrigo Olavarría o Romina Reyes, encontrando
mucha belleza en lo que hacían y que no era algo imposible de hacer. Y ahora
último me he encontrado con escritoras feministas que me parecen estupendas
como Rebeca Solnit, Virginie Despentes.
En Chile me gusta lo que hace Javiera Tapia que es contemporánea mía. Así que
es mi camino de lecturas es ese, recorriendo lo periodístico, lo canónico, lo
contemporáneo y lo feminista.
Por último, recomiéndanos un
libro y un disco que te haya impresionado recientemente.
Me gusta mucho lo que hizo
Fernanda Melchor en “Temporada de huracanes”, un libro de párrafos largos y que
suenan fuerte, con una oralidad mexicana intensa y feroz. Me encanta esa
sensación que transmite. Y en cuanto a discos, el último que me tocó el corazón
fue “Loza” de Niña Tormenta, especialmente una canción llamada “Lo que dejo”.
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