Emecé, 2017. 148 pp.
A pesar de nunca haber tenido una
mascota, no han sido pocas las veces que me he hecho la pregunta del título. La
curiosidad por saber por cuánto tiempo se puede querer a otro ser demostrándole
cariño de manera física es uno de los motivos, pero no el único. Subyace bajo
dicha interrogante la idea de una vida acelerada como efecto de una expectativa
de vida mucho menor a la de un ser humano promedio y en la que cada experiencia
sensorial, aún la más pequeña, guarda en sí el potencial de volverse un hecho
relevante, para bien o (sobre todo) para mal, motivando “una ansiedad extraña y obsesiva por el paso del tiempo” (pág. 13)
como la que acompaña los relatos de Amanda Teillery (Santiago, 1995), grato
debut narrativo en el que los pequeños detalles como una mirada, una sonrisa o unas
lágrimas, pueden ser el síntoma de tragedias imparables.
Compuesto por nueve historias, el
primer libro de esta autora chilena se enfoca en la maleabilidad del tiempo
reflejada en el sufrimiento de la espera interminable, el olvido imposible, el
rechazo tajante y la violencia inminente. Jóvenes que buscan con ansias aquel refugio
idealizado llamado “adultez” y adultos que no lo han encontrado aún, los protagonistas
de la historia de Teillery lidian con la frustración de imaginar escenarios
alternativos en los que las decisiones que tomaron los hubieran llevado a una vida
más llevadera, “tímidos sueños en que las
cosas hubieran resultados diferentes” (pág.45)
Uno de los mejores cuentos del
volumen, llamado “Pokemon”, que aborda el horror del momento previo a una violación
sexual, muestra en pocas páginas cómo la oscuridad se va cerniendo sobre unas
muchachas que buscan eludir la decepción de una noche de fiesta, motivada por
una sociedad que impone a todos sus integrantes una madurez exenta de reflexión
y pausa, donde la rapidez es el único atributo destacado, ya sea para ser
aceptado por los dominadores del círculo en el que uno se relaciona a diario, ya
sea la escuela como en “Hazte hombre”, una lectura distinta del clásico tópico
del debut sexual masculino; los círculos amicales en “Nunca más vamos a hablar
de esto” (tristísimo y estremecedor final), o la familia, esa vieja institución
familiar, cuyos esquemas obsoletos sobre quien debe atraer o no a una niña pueden
llevar a problemas de socialización en “Marina y yo”
En justamente en ese último cuento
se hace explícita una de las ideas de la literatura de Teillery. “La había descubierto. Debajo de la Mariana
que parecía ya saberlo todo sobre la vida, se escondía otra; pequeña, insegura
y confundida. Finalmente, y a pesar de todo lo que yo había pensado, Marina era
como todo el mundo.” (Pág. 138) La paradoja de ser diferente al resto y aun
así estar siempre expuesto a padecer los males de cualquiera. Importan la edad,
el contexto social y económico, las personas que lo rodean a uno-.Sí. Y aún con dichos factores tomados en cuenta, nunca
se puede descartar ninguna tragedia, y los roles que uno cree inalterables
pueden mutar de un día para otro, como en “Como los adultos” o el relato que
presta su título al libro. Y por eso los
lectores siempre acudimos a la ficción como la joven protagonista de “Teléfono”
que crea una historia alterna para su madre enferma. Para dotar de un matiz
distinto nuestras vidas y soportar esa cosa terrible llamada realidad.
(Texto publicado originalmente en el portal web
"Punto y Coma")
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