"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


miércoles, 19 de junio de 2019

Reseña: “Fata Morgana” de William Kotzwinkle



Navona, 2018. 206 pp.

Hasta hace unas semanas no sabía de la existencia de William Kotzwinkle (Pennsylvania, 1943). De editorial Navona, solo que editaba libros de bonita hechura, pero cuando buscabas reseñas sobre ellos en internet obtenías resultados a cuentagotas. Tuvo que publicarlo una pequeña editorial argentina (“El nadador en el mar secreto” vía China Editora) para que se empezara a hablar de dicho autor norteamericano en la prensa especializada, obteniendo rebote en redes sociales. Una nueva búsqueda, ahora en librerías, me llevó a descubrir que sí  se podían conseguir un par de sus obras publicadas por Navona en Lima, “Fata Morgana” entre ellos. Menuda y agradable lectura. Edición de lujo en forma  y en lo que más importa: contenido.

Desde Poe a Piglia y Levrero, las novelas policiales siempre han sido de especial atractivo para los escritores como materia de análisis e inspiración.  Con tramas en apariencia superficiales, donde por lo general se da mayor luz a las acciones que a las digresiones, muchos autores talentosos hurgan  en la oscuridad de las sociedades de su tiempo. Piénsese en “Tren nocturno” de Martin Amis, donde un caso de suicidio,  común y corriente en apariencia, se vuelve el punto de partida para repensar la muerte y su sentido en el mundo contemporáneo, modificando la manera como se la concibe cuando alguien escapa del devenir natural. No son pocas las veces que dichos textos suelen etiquetarse como las obras menores de autores de renombre, incursiones en el género como divertimento. La clave reside en la manera de leerlos, la forma como uno se acerca a ciertos  detalles y profundiza en temas como el crimen, el amor, la infancia y el poder, como ocurre con la novela de Kotzwinkle de 1977, cuya vigencia,  si bien se mantiene intacta, permite apreciarla de manera más profunda. No es fácil hilar los elementos antes mencionados sin caer en la tentación del ensayo camuflado o la denuncia panfletaria, lo cual le otorga mayor valía al hallazgo de un libro como este.

¿De qué va? De Paul Picard, un investigador de la policía del París de mediados del siglo XIX a quien se le encarga capturar a Ric Lazare, un embaucador que usa la ilusión y la magia para realizar sus fechorías. Uno podría quedarse con esa idea,  satisfecho al descubrir el proceso de captura del malhechor, con algún mediano interés en las ciudades europeas que visita el protagonista. “Fata Morgana” va de eso ,como dije, y mucho más. Picard es un personaje agobiado por la mediocridad de una rutina mortal. “Demasiado coñac, demasiadas noches sin dormir por una partida de cartas, demasiada depravación en general y, últimamente, una caída de dos pisos de altura desde un edificio incendiado. Esas cosas no suelen conllevar mucho equilibrio interior” (pag. 58),  lo describe Kotzwinkle, un estilo de vida que calzaría perfectamente en la actualidad con la de  un analista de finanzas corporativas o un abogado senior especializado en litigios empresariales.  Sus errores durante la captura de un criminal ocasionan que lo vuelvan  responsable de un caso menor, de esos que se le dan a los detectives para aburrirlos y  que, sin embargo, lo embarcará en un viaje existencial.

Kotzwinkle se vale de elementos como la magia y las creencias místicas  para jugar con las nociones de infancia-ilusión y adultez-desamparo. La contraposición de la soledad y abandono de Picard con la opulencia e impunidad de Lazare, sirve como base para ficcionalizar el juego de máscaras de la sociedad en la que estas personalidades conviven y rivalizan, buscándose vías por las cuales transitar y lograr la valía social, escapando de la situación de marioneta o juguete  a la que la falta de poder lleva por descarte. El crimen es uno de dichos caminos y en el cual el truco reside en recobrar el pasado, no imitándolo así sin más, sino replicándolo con un matiz distinto, dominando el arte de conocer los miedos de la gente como fortaleza.

Los viajes y traslados por Europa para investigar el pasado del criminal, le sirven a  Picard para explorar lo mencionado a la vez que saca a flote experiencias de su pasado que le permiten entender su estado actual, exponiendo que los males sociales nunca desaparecen, solo evolucionan, situación frente  lo que sus individuos responden apelando a comportamientos como el de la seducción (desarmar al otro para acercarse) y la violencia física (el cuerpo como arma), con magníficas escenas que van de un sutil erotismo a la crudeza mortal.

Con  conexiones que van desde los juegos metafísicos de Borges hasta la desesperación de la identidad diluida presente en  Blade Runner de Ridley Scott, esta es una novela atemporal que, sin descuidar el estilo, cumple con “clavar su mirada en lo más hondo de nuestras almas, en nuestros secretos” (pág. 45) y que, cual “Fata Morgana”, nos lleva al límite de la fantasía y el sueño, el cruce de la ficción con la realidad donde el engaño puede hundirnos o redimirnos y  salvarnos.

(Texto publicado en el portal web Punto y Coma)

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