"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


lunes, 13 de mayo de 2024

[Reseña] 'Heaven' de Mieko Kawakami

 

La savia de la violencia


Seix Barral, 2023. 288 pp. Traducción de Lourdes Porta

Al hablar de violencia en la etapa escolar, ¿Qué importa más? ¿Develar su origen o hacer que se detenga?  Por lo general, estas situaciones son manejadas desde la inercia: Un grupo de estudiantes infringe daño a otro y, salvo excepciones, esto se normaliza como una etapa por la que se debe transitar, sea como victimario o víctima. Un rito de pasaje hacia la adultez. Mieko Kawakami (Osaka, 1976) explora este fenómeno buscando su sentido, en una novela tan incómoda como reflexiva.

 


Del narrador, sabemos que es un chico de catorce años cuyo rasgo físico más resaltante es su estrabismo, causa de burlas y ofensas en el colegio. Ante dichas circunstancias, opta por el aislamiento. Sin embargo, se ve sorprendido por unas cartas misteriosas que empieza a recibir en secreto y contienen un enigmático mensaje: ‘somos iguales’. ¿Es posible una equivalencia en la condición de víctima? ¿Acaso hermana el sufrimiento? La remitente es Kojima, una compañera de clase que también es sujeto de ofensas debido a su aspecto desaliñado. De personalidad enigmática, lo invitará a conversar, salir para acompañarse, siempre manteniendo las cartas como medio de comunicación primordial, con lo cual se empieza a formar una ilusión de poder escapar de la rutina del maltrato. Surge entonces una especie de tranquilidad y calma, cuya metáfora más resaltante es el cuadro que Kojima siempre intenta mirar y que da nombre a la novela:

 

“–A esos novios les ha pasado algo horrible, ¿sabes? Algo muy triste, tristísimo– dijo Kojima con una voz muy profunda que le venía del fondo de la garganta– Pero los dos han podido superarlo. Y, por eso, ahora pueden vivir para ellos es la máxima felicidad, que es eso. Aquella habitación que parece tan normal, adonde han llegado después de vencer todas las dificultades, en realidad es Heaven– Al decirlo, soltó un suspiro y se frotó los ojos–. Heaven… Siempre miraba este cuadro en los libros de arte. Siempre, siempre lo miraba”. (pág. 70)

 

Pero, aunque menos solos, el miedo permanece. Kawakami describe unas escenas de violencia cuyo espanto provocado al leerlas aumenta, pues el lector reconoce su posible ocurrencia en la cotidianidad. Sobre todo, en la sombra, allí donde se busca ocultar todo aquello que se permite que ocurra por una deliberada ceguera social. Particularmente, cuando quienes ejercen la violencia no calzan con los estereotipos, esquivando así las explicaciones racionales. Este es el aprendizaje que van interiorizando los protagonistas mientras crean sus alianzas. Por otro lado, los padres son figuras más nominales que reales, más abstractas que palpables. Su papel en este relato puede leerse como una ausencia que no se denuncia, sólo se asume.

 

Kawakami retrata, en ambos personajes, cómo es vivir rodeado de miedo. Miedo a vivir, a desear, al mañana, incluso miedo a atisbar en el interior de uno mismo y hallarse responsable de su situación:   

 

Pues…esto se debía a que yo tenía miedo de Ninomiya y su panda. ¿Tenía miedo? ¿Miedo de qué? ¿Miedo de que me hicieran daño? Si eso era lo que temía, lo que me aterraba, ¿por qué no podía intentar cambiarlo en la medida de lo posible? Para empezar, ¿qué significaba hacer daño? Me acosaban, me trataban con brutalidad. Pero ¿por qué tenía que someterme así, por las buenas? ¿Qué significaban obedecer? ¿Por qué tenía miedo? Sí. ¿Por qué tenía miedo? ¿Qué diablos era el miedo? Por más vueltas que le daba, no conseguía encontrar una respuesta”. (pág. 89)

El miedo se expone en ‘Heaven’ con mayor prevalencia al contrastarlo con los pocos destellos de alegría que habitan en la memoria de los personajes. Es en esta mezcla que se resalta toda la oscuridad en dicha sensación de angustia a la que uno puede ser arrastrado, llevando a cuestionarse si es posible salir de ahí del todo. Kawakami, con el transcurrir de las páginas, empieza a poner el foco en los estudiantes abusivos. No hurgando en su psiquis, sino centrándose en la forma en que Kojima los percibe y cómo ellos se expresan. Ella le explica al narrador cómo es el miedo de ellos y cómo su autoconfianza es más débil de lo que parece. Profundiza en cómo su seguridad depende de pertenecer a un grupo sin mayor lazo que el de no ser víctimas y por qué, debido a eso, es importante que ambos hallen nobleza y dignidad en el sufrimiento que los embarga. Esta reflexión cala en el lector hasta que el protagonista confronta a uno de los abusivos (págs. 182-207) y este le hace trastabillar las explicaciones que hallaron con Kojima:

 

“No puedes ir quejándote del mundo solo porque el mundo no te trata como tú quieres que te trate, ¿no te parece? En fin, volviendo a lo de antes, tú eres libre de decir, o de esperar, lo que te dé la gana, pero ten muy claro que esto no va a afectar de ninguna manera mi forma de pensar o de actuar. Una cosa es una cosa y otra, otra”. (pág. 193)

El protagonista se topa con un ser cuya insensibilidad se va acrecentando con calma y risas. ¿Queda humanidad en él? ¿Cómo se puede andar por la vida sin la facultad de la conciencia sobre el daño que se causa en los demás? Los diálogos, una de las grandes virtudes del libro, alcanzan una hondura destacable en esta escena al hacer que cada interlocutor ahonde en sus intenciones:

“El maltrato que recibes y que a ti te llega a quitarte el sueño, para mí es algo sin importancia. No me remuerde la conciencia en absoluto. No le doy vueltas. Para mí ni siquiera es maltrato”. (pág. 199)


Kawakami expone la banalidad de violencia con la que los abusivos escolares llevan a cabo sus juegos perversos. La tensión de la novela se va incrementando conforme ambas visiones, de víctimas y victimarios, se hacen muchos más disímiles y de comunicación imposible. De ahí que la salida sea una mezcla de esperpento y locura como se narra en una hipnótica escena final, en un epílogo tan triste como hermoso.

 

‘Heaven’ no hurga en la raíz de la violencia, sino en la savia que hace que esta florezca, opacando todo rastro de empatía. Es una exploración de aquella seguridad que se busca adquirir a través de la destrucción de ese Otro que se considera diferente, anómalo, y cómo, a las víctimas, el único camino que les queda es ahondar en la resistencia al sufrimiento y resignificar dicha debilidad para, quién sabe, quizás tener posibilidad de contemplar la belleza, años después.




((Texto publicado en la web de la Bitácora de El Hablador)

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