Hace unos días ojeaba una novela
cuya contratapa mencionaba que iba sobre sobre la odisea del matrimonio.
Sorpresivamente, las primeras páginas no daban luces sobre eso, estando
compuestas más bien por pequeños párrafos sin conexión entre sí en apariencia.
Hablaban sobre descubrimientos científicos, observaciones en un café cualquiera
o reacciones en una conversación sin trascendencia. Pero página a página, ya
enganchado, dichas líneas empezaban a reflejar algo más profundo, y uno ya
empezaba a percibir el horror del vacío sentimental.
Trabajar con escenas, pequeños
destellos que en su conjunto permitan acercarse y visualizar algo más profundo
y significativo. De eso va “La reunificación de dos Coreas”. Veinte historias de amor
en las que diez actores abordan la problemática más humana de todas y sus
vertientes: qué es, cuándo se acaba, cuándo es dañina, qué pasa cuando se
extingue, cuándo se confunde con la amistad, si se puede olvidar. Se muestran
pequeños destellos de dichas preguntas, a veces exagerados, a veces demasiado
realistas, pero siempre apelando a evocar algo en el espectador.
Hay drama, pero también humor,
incluso del más oscuro. Si bien la mayoría de los actores destaca en sus roles,
la continuidad de las historias provoca en algunos casos que uno no termine de
procesar las sensaciones de una para pasar de manera inmediata a la siguiente o
encasille a algunos en el rol de un personaje, aunque no es un detalle menor
que los actores entran y salga como referencia a cómo en la vida se construyen
y se diluyen las relaciones.
De las veinte historias, destaco
la de la pareja que reconstruye todos los días su relación combatiendo el
olvido; la del suicidio y las expectativas que genera la seguridad irracional
de la pertenencia sentimental; las confesiones hilarantes en los momentos
previos a un matrimonio; la ilusión amorosa de una prostituta por su cliente
“religioso”; la ardua negociación entre una prostituta y un autodenominado
“hombre de familia”, y la perturbadora exploración de un delito en un retiro
escolar.
Como si Corea del Norte y Corea del Sur abrieran sus fronteras y se
reunificaran y que la gente que había tenido prohibido verse durante años se
encontrara, expresa uno de los personajes al hablar sobre cómo su relación
se encuentra estancada en una frontera que va más allá de lo físico, convirtiendo
así una referencia a una situación política a la que estamos acostumbrados en
una reflexión sobre cómo todo puede cambiar de la noche a la mañana, y los
lazos perdidos puedan terminar recuperándose, o simplemente despertar de su
adormecimiento. La novela que mencionaba al comienzo se llama “Departamento de
especulaciones”, y de ello va esta obra también: de especular sobre lo que
sentimos y aferrarnos a ello, apostando a reconocer que hay alguien más buscando
responder a las mismas preguntas que nosotros.
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