"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


miércoles, 29 de julio de 2015

Hijos del desamparo: "Incompetentes" de Constanza Gutiérrez




“Yo he tenido 20 años y no permito que nadie 

venga a decirme que es la edad más hermosa”


Paul Nizan



Hace ya algunos años, tuve la oportunidad de ver “Ratatouille”. Una película del tándem Disney/Pixar que debe estar entre lo mejor que se ha hecho en los últimos años en el campo del sétimo arte. Y si bien hay muchas cosas bellas de esa película para destacar, existe una que me impresionó de forma particular: la autocrítica del crítico de cocina.

El trabajo del crítico es sencillo en más de un sentido. Arriesgamos muy poco, y sin embargo usufructuamos de una posición situada por encima de quienes someten su trabajo y su persona a nuestro juicio. Prosperamos gracias a nuestras críticas negativas, que resultan divertidas cuando se las escribe y cuando se las lee. (…) Sin embargo,a veces el crítico realmente arriesga algo, y eso sucede en nombre y en defensa de algo nuevo.

Esas palabras fueron las que recordé al momento de lanzarme a escribir una reseña sobre “Incompetentes”

El mundillo literario es súper cómico. A pesar de estar conformado por un número ínfimo de personas (si lo analizamos a nivel de porcentaje respecto a la población de sus países originarios) es uno de los mundos artísticos donde se dan más pullas y combates. Una batalla de egos constante, donde la mayoría (no todos) siempre está tratando de destacar sobre los otros, cueste lo que cueste. En mi caso, creo que de esa forma no se logra nada. Al final lo que quedan son los libros. Los buenos libros.

Y es en esas batallas de egos, donde muchos tratan de impedir que se dé luz a las nuevas generaciones de escritores. Generaciones donde existan talentos que puedan opacar a aquellos que no lo han hecho a pesar de las oportunidades brindadas. Llegan al punto de exigir obras maestras al nivel de Quijote, cuando lo que han escrito ellos no alcanza más que el nivel de la parodia de una parodia. Pero creo que se está cambiando poco a poco. El mismo Roberto Bolaño no tuvo reparos al momento de defender a los contemporáneos en los que creía ver un talento innegable (para contrastar los dardos venenosos que también lanzaba).

Y en esta ocasión (disculpen esta larga introducción) quiero saludar la aparición del libro de una chica de mi generación. Digo mi generación, porque a pesar que es dos años mayor que yo y su origen chileno (donde pienso que se está escribiendo lo mejor de la narrativa latinoamericana actual), siento que los problemas que aborda en su texto pertenecen a una realidad más amplia que la circunscrita a Santiago de Chile. Tanto allá como acá, nuestras sociedades andan igual de jodidas. Y qué mejor plataforma para representar eso que el microcosmos de nuestra etapa estudiantil.

Dividida en 55 capítulos y una extensión que no supera las 70 páginas, este relato largo o novela no se ampara en “recursos metaliterarios” que no sirven de nada, como muchos hacen en la actualidad. Tampoco rellena el texto de historias que suenan impostadas y agregadas sólo para extender el número de páginas. “Incompetentes” es la decisión de una joven escritora de escribir una historia con un lenguaje directo y contundente. Algo que parece tan simple, pero que es difícil de hallar entre tanta tentativa de demostrar “genialidad e inteligencia” pero no de contar algo. 

En “Incompetentes” se narra la historia de un grupo de estudiantes chilenos que han decidido tomar la escuela y quedarse a vivir ahí. Alejados de sus hogares, estos chicos no tienen una explicación clara o lógica sobre el porqué de esta decisión. Simplemente están allí, encerrados por decisión propia. Y no es un grupo cualquiera. Es la crema y nata de los perdedores y marginados de su sociedad: los expulsados. Con el transcurrir de las páginas, vamos descubriendo poco a poco las historias de cada uno de ellos. Historias donde podemos reconocer a ciertos personajes de nuestra juventud, o incluso a nosotros mismos: los chicos punk, los nerds, las populares, el ricachón, el alien, el fanático de la lectura, etc. Personajes heterogéneos en la superficie, pero homogéneos en un aspecto: el desamparo en el que se encuentran.

Hace tiempo que ninguna mamá viene a dejarnos comida. Algo tan inverosímil como el abandono total, es una figura poderosa para demostrar el nivel de desamparo en el que se encuentran estos muchachos. Son como insectos a los que los demás rechazan. Y para ello buscan formas de afecto entre ellos. A través del sexo (imposible mantener a tantos chicos en un solo ambiente controlando sus impulsos hormonales), las peleas, los grupos que se forman, entre otras cosas que ya descubrirá el lector. Hay carencias que intentan cubrirse en cada momento. Incluso en la búsqueda de poder dentro de un grupo de marginales. 

“Incompetentes” muestra además que pueden denunciarse muchas cuestiones de una sociedad sin que tenga que recurrirse a una descripción explícita de los hechos. Es mucho más impactante leer las referencias sutiles dentro de una microhistoria, que las noticias de un diario que al día siguiente será desechado. Es muchísimo más probable que una historia como esta se impregne en nuestra mente por varios días que la de un libro lleno de datos y números macabros.

Este libro es la demostración de que no está mal leer a nuestros contemporáneos. En ellos podemos percibir problemas que nos atañen. Por mi parte, espero leer lo nuevo que publique Constanza. Y que usted, que se ha tomado el tiempo de leer este texto, busque “Incompetentes”. No se arrepentirá.


+Aquí un fragmento del libro:


Al final, y por mucho que uno se queje, se abraza la miseria como se abraza cualquier cosa en la que hayamos sido criados: por la fuerza de la costumbre. Supongo que tiene que ver con el hábito, con conocer bien lo que se tiene (lo usual: mejor diablo conocido que por conocer) y gracias a eso, por miserable que sea, saber de memoria sus pasadizos y atajos.

Llevo años quejándome del jipismo de mi antiguo colegio: sus ridículas danzas, el falso relajo, la obligación de conversarlo todo y expresar nuestros sentimientos al final del día. Sara también aprovecha de quejarse, cada vez que puede, de las monjas del suyo. Comparamos y nos reímos, los igualamos y diferenciamos según el estado de ánimo, siempre haciendo lucir nuestro propio castigo como algo peor. Lo cierto es que, muy en el fondo, existe algún resabio de orgullo. Prefiero mi educación de izquierda a su educación de derecha, prefiero el orden relajado que su estricto pasado de uniforme impecable y rezos matutinos. Así como, por mucho que odie a sus padres, cualquier adolescente prefiere la suya a la mamá de todos sus amigos, nosotras preferimos nuestra propia historia, nuestra propia basura. De algo tiene que sentirse parte uno, supongo. Yo prefiero mi mierda a la de todos los demás.


+Sobre la autora:
Constanza Gutiérrez (Castro, Chiloé, 1990).

Licenciada en Lengua y Literatura de la Universidad Alberto Hurtado. En el año 2011 obtuvo el primer lugar en el Concurso Roberto Bolaño por el cuento Arizona.El 2013, ganó el Primer concurso literario sobre la ilegalidad de la marihuana en Chile organizado por La Pollera Ediciones y su cuento Las cinco de la tarde en algún lado fue incluido en la antología 20.000: diez relatos espeluznantes.

Ha sido elogiada por críticos de la talla de Diego Zúniga y Rodrigo Pinto.



jueves, 23 de julio de 2015

Sala de espera: "Reinos" de Romina Reyes

Gran parte de lo mejor que se está  escribiendo en la narrativa latinoamericana actual proviene, sin duda alguna, de tierras chilenas. Conocido por ser un país de poetas, en los últimos años ha sido una vitrina de buenos exponentes de cuentos y novelas. Zambra, Bisama, Zuñiga, Costamagna, Jeftanovic, entre otros. A ellos habría que añadirles un nuevo nombre: Romina Reyes (Santiago, 1988).  Reinos  es su primer libro. Un cuentario galardonado con el Premio Mejores Obras Literaria Inéditas 2013 del Consejo Nacional del Libro y la Lectura chileno. Sí, es típico que uno por lo general empiece escribiendo cuentos. Es en ese tipo de libros donde empiezan a germinar los demonios con los que probablemente va a combatir el autor toda su vida. Donde están los primeros miedos e intereses. Donde se empieza a perfilar la voz que se espera que sacuda el mundo de la literatura. Reyes bosqueja en este libro las angustias de ser un joven clasemediero cuyos problemas han pasado de la sobrevivencia física, al vacío existencial. A bordear los límites de la perdición y ahogarse en un océano de confusión. A vivir esperando una señal que indique que ya, ya podemos desahogar todo aquello que le carcome a uno el alma.  Y convertirnos en artífices de un destino menos angustiante y ya no seguir soñando que sea alguien más quien nos indique la salida de la sala de espera en la que al parecer se ha estacionado la vida.

Julio

Han pasado muchas cosas y, quizá, siguen pasando. Sofía está bien o está igual, ya no sé. Hace un mes que todo me parece lo mismo. Me cansa la clínica. No se puede hacer nada porque no hay nada nada que se puede hacer. Solo esperar a que pase algo. Así empieza este primer  cuento. Uno de los mejores del libro. Julio es un padre de familia con un hijo en casa, y otro esperando  conocer el mundo, mientras su madre, Sofía, está internada en la clínica a puertas de darlo a luz.  Mientras espera, Julio escribe un diario donde empieza a manifestar su soledad, su desencanto y sobre todo su impotencia. Ya no siente afecto. Ni para darlo ni para recibirlo. Llega al punto de materializar y desechar a Sofía en su interior pues la lejanía no sólo se vuelve física sino emocional. (En estos momentos extraño a Sofía. Extraño su cuerpo, sus olores, el aire que sale de su boca. Ahora Sofía es sólo un nombre.)(Sofía nunca me pareció exactamente bonita, pero sí interesante. Ahora me parece sólo lo que es: una mujer gorda en la cama de un hospital.) Llega al punto de adoptar un erizo que pueda brindarle ese calor humano que nadie más parece dispuesto a darle. Y bueno, tampoco es que él haga mucho mérito. Incluso empieza a desmoralizarse hasta que conoce a su nuera. Hoy me miré en el espejo. Miré mi guata. Estoy peludo y gordo. No pensé que acabaría así, aunque no soy viejo, pero tampoco soy joven. Empieza a confundir las cosas. Ya no sabe distinguir qué es real y que es onírico. El final sólo será la consecuencia inevitable de una bomba que había estado en cuenta regresiva desde que Sofía entró al hospital. O  más bien, desde que Julio empezó a perderse en sus dudas.

La Karen

En el fondo la gente es triste. El cuento más breve del libro trata el proceso de cómo (no) sobrevivir a la inevitable sensación de melancolía cuando una relación se ha extinguido. A cómo uno se enfrenta al cambio mientras lo van atrapando sensaciones de angustia y arrepentimiento. Cómo la tristeza busca canales a través de los cuales pueda salir y abandonar un alma rota.  Y sobre todo, cómo todo lo anterior lleva a la germinación de un veneno capaz de extender sus efectos a quienes nos rodean. (Entonces comenzó un relato, una historia breve pero llena de frases que transitaban en esos buenos años que siempre son años que ya pasaron, o años que ya no existen, o años habitados por personas desaparecidas que mantienen el nombre y la cara pero ya no siguen ahí).

Geert Lehman/Los gringos

Dividido en dos partes, el tercer cuento de Reinos aborda el tema de los contrastes. Contrastes en la nacionalidad,  en la forma de sentir, en el contexto que lo rodea a uno. Ello se ve en líneas como estas: Lehman dijo que allá en Dusseldorf vivía con su madre y  dos hermanas; Díaz, que la gente con la que vivía le parecía sólo un personaje que cambiaba la cara constantemente. Lehman dijo que allá el frío te acuchillaba y Díaz, que acá el frío era sólo otro estado del calor. Lehman le habló del Rihn y Díaz, del Mapocho. Lehman quería saber si era chileno, si era posible ser chileno. Díaz le respondió que para todo escenario, ser chileno era una mentira. Llega a cuestionarse todo lo que uno va aprendiendo como fijo e inamovible. Incluso Reyes se da maña para atacar el chauvinismo, un mal no exclusivo de Chile por cierto. A Dusseldorf lo conozco porque unos chilenos ganaron ahí un torneo de dobles, ¿te acordái? El 2003 parece que fue. Da lo mismo, es un torneo de mierda, pero cuando no hai ganao guerras ni hai ganao mundiales ni hai ganao olimpiadas ni hai ganao un Oscar y no le hai ganao a nadie, cualquier hueá sirve. Ello a través de un personaje como Geert, alemán o chileno, ni él mismo sabe que significa cada uno de ellos. (Cuando Nicolás giraba para traducirle algunas de las cosas, Geert optó por perderse en la soledad de su idioma, donde tenía más palabras que cosas para nombrar.) . Y no sólo él. En este cuento, todos se tambalean en una frontera que más allá de lo físico, se torna mental. (Me dijo que era de Puerto Montt y lo hizo de una manera que me hizo creer que para Nico había algo malvado en vivir en esta ciudad o que era heroico venir de la provincia)

Larvas.

¿Qué pasa si al querer abrazar el destino uno siente que la piedra que lo ata al pasado es demasiado fuerte para seguir intentándolo? En este relato, dos personajes se encuentran pero nunca llegan a conocerse del todo. Cada uno carga con una mochila tan pesada que les es imposible comprenderse el uno al otro, pero ello no les impide conectarse de una u otra manera. (¿Quién era ella? Nunca podría responder a esa pregunta con claridad.). Son seres que no han tenido las mejores familias cuyos fantasmas no paran de atormentarlos. (Una noche escuché a mi mamá gritarle a mi papá lo más triste que le oí nunca: que ni para el sexo servía.) Y que van desencantándose de la vida. Como si fueran cadáveres que caminan como zombies, sin metas u objetivos. (Al final esos gatos chicos nacieron para nada, ¿o no?) Un abuelo con un extraño secreto. Un padre que sólo vive para embriagarse. Una madre que se ha acostumbrado a sufrir. Todos los personajes están dañados. Son larvas que nunca llegan a mostrar su mejor rostro. Sólo a rodearse de otros de su misma especie para no ahogarse en la inmundicia en la que les ha tocado vivir. (El día veintiuno me di cuenta de que ya estábamos acostumbradas. A las larvas, a las moscas y a todo en realidad).

Ana y el resto

A Ana le ha tocado vivir esperando. Esperando que algo bueno llegue a su vida, que ha sido una triste seguidilla de relaciones fracasadas. Apenas iluminada por luces fugaces que no duran. (Pero yo todavía no soy un cadáver y de pronto pienso que si lo fuera, me sentiría un fracaso, como si en mi vida no hubiera hecho nada que valiera la pena. Lo pienso y se lo digo a Richard quien me mira con los párpados arrugados y los ojos medio abiertos o medio cerrados, pero no de sueño, sino como si estuviera ajustando la mirada para comprender bien lo que estaba sucediendo.).Que vive cuestionando los motivos de su existencia y  los motivo para seguir intentando mejorarla. Desamparo. Es lo único que parece fijo en su vida. (Últimamente pienso mucho en esto, en todas las formas en que podría morir por salir a caminar. A veces me pregunto si alguien más pensará las cosas que yo pienso y concluyo que nadie o casi nadie, lo que no sé si es bueno o es malo.). Nadie parece con la intención de querer salvarla. De tirarle un salvavidas. (Nunca me llamó ni me escribió, y aún a veces yo espero que lo haga. Entonces pienso que yo tenía razón, que quizá todo el mundo estaba conectado menos nosotros. Pero ni siquiera puedo encontrar una forma de decírselo.)( A veces me parece respetable conformarse. Debe ser desgastante vivir pensando que hay que esperar algo, como si la vida estuviera en otra parte.) Como si esto no fuera lo verdadero. Que es sólo una sala de espera para lo mejor que está por llegar. (-¿Y qué pasa en tu historia?-Alguien se va y la otra persona se queda esperando. Eso es todo).

Reinos

El cuento que a mi parecer está más cargado de pasión y violencia. De brutalidad y golpes. Golpes no sólo físicos sino emocionales. Una vorágine brutal cuyos efectos llegan a la cabeza del lector que es paseado por la pluma de Reyes a través de las historias de Sofía y Alejandra. Un reino terrible y lleno de espanto. Un cuento donde hay una extraña forma de querer. (Qué terrible debe ser no tener que hacer otra cosa que pensar. ¿En qué pienso yo ahora? Pienso: todos tienen formas distintas formas de querer. Pienso que está bien, que es cosa de acostumbrarse o de sólo contemplar para tratar de entenderlo. Pienso que es eso, que todos tienen, todas tenemos distintas formas de querer. Pienso que el cariño es una elección, como la política, los amigos o el equipo de fútbol. En fin.) Pero también una monstruosa forma de desahogarse. (Y entonces pienso en la perra, en la rabia y en la muerte. Y luego en Sofía, en ese exacto orden.)

Romina Reyes. Una autora que si sigue escribiendo así, promete regalarnos muchas horas de agradable lectura. No es una joven promesa. Es una realidad.


+Sobre la autora:

Romina Reyes Ayala (Santiago, 1988). Es periodista de la Universidad de Chile y autora del libro de relatos Reinos(2014), por el cual el 2013 obtuvo el primer lugar en Mejores Obras Literarias Inéditas del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Ha trabajado en The Clinic Online, Las Últimas Noticias y está a cargo de la columna Letras y Palabras de Revista Caras.

lunes, 20 de julio de 2015

Cazadores y presas: “Las teorías salvajes” de Pola Oloixarac

"“(…) solo el pacto con las bestias garantiza la supervivencia.”
Pola Oloixarac

“¿Quién es esta que avanza sobre mí como el alba, bella como la luna, demandante como el sol, imponente como ejércitos lanzados a la batalla?”
(Cantar de los Cantares 6, 10)

El peligro al releer algunos libros es el de aproximarse a lo que puede ser una nefasta sensación de desencanto. Desencanto y decepción que nos hagan cuestionar los motivos por los que nos gustó una obra. En el caso de Las teorías salvajes, supe que tenía que leerlo otra vez ni bien lo terminé a mediados del verano pasado.  Lo había leído con prisa, sintiéndome atrapado por la diversidad de historias que tomaban parte en el libro, pero a la vez frustrado por no entender todas las referencias  a cuestiones filosóficas que se hacían en el libro. Esa sensación de frustración me llevó con el tiempo a dudar si mi gusto por el libro fue de verdad o sólo una pose. Así que llevado por aquella duda volví a releer la primera novela de Pola Oloixarac. ¿El resultado? Las teorías salvajes sigue siendo en mi opinión un coctel peligroso de historias que se puede volver adictivo para el lector. Un libro lleno de humor y crítica. Que podré leer muchas veces más con la sensación de seguir encontrando cosas interesantes en cada nueva lectura, cual arqueólogo en búsqueda del entendimiento del pasado, pero también del presente.

Las teorías salvajes empieza con la historia de los niños de una comunidad de Papúa-Nueva Guinea y su proceso de transición hacia la adultez. El método terrible con el que se van deshaciendo de sus temores y pasan de presas a cazadores. No es una historia gratuita. Encierra una idea que es transversal a todos los personajes del libro: Todos quieren dejar de estar tan indefensos y vulnerables, para pasar a cubrirse de una piel que les dé la fuerza suficiente para sobrevivir a las amenazas de las cuáles son víctimas. En la mayoría de casos esta amenaza se sintetiza en la ignorancia de no comprender lo que está sucediendo a su alrededor. Ello los lleva a desarrollar una de las pocas armas que ha acompañado al hombre durante toda su existencia: la razón como elemento indispensable al desarrollar una teoría. Una teoría que vuelva al hombre un ser invencible.

“Un hombre con una teoría es alguien que tiene algo por gritar; pero un espíritu con una teoría no es mucho más que un trozo de pan a medio masticar, navegando la boca de su médium, resistiendo junto a esos dientes, listo para que lo fagociten, deshagan, escupan.”

Son muchos los personajes que transitan por las páginas del libro de Oloixarac. Una estudiante de filosofía obsesionada con un profesor de filosofía de su facultad. Militantes de izquierda de los años 70. Un blogger asqueado del contexto que rodea su existencia. Un hacker. Un investigador extraviado en el África. Personajes disímiles unidos por un  perfil común como se describe en algún momento:
“Encaja perfecto en el perfil. Es inteligente, pero fracasado socialmente; alienado de sus padres, tiene pocos amigos. Típico caso de reclutamiento soviético.”o cuando se menciona“Para Kamtchosky era como encontrarse en medio de un tablero de ajedrez y advertir que no se es ninguna de las piezas.”

Para sobrevivir en un mundo que los desprecia y que los hace sentir como entes extraños e inútiles (“Los dos se miraban de lejos, pero pensaban de sí mismo que eran demasiado horrendos incluso para resultar deseables a otra persona horrenda para ellos.”), es vital pasar de víctimas a victimarios (“(…) su mente contaminada de las obsesiones propias de una autoestima irremontable había comprendido que el régimen de acceso a la empatía contemporánea se encuentra vinculado al uso inteligente, glamoroso, de la crueldad.”). Ello los lleva a unirse en algún momento a varios de ellos y crear nexos para generar una fuerza avasalladora capaz de combatir todo aquello que los atormenta.

Sí, la Historia ha demostrado que el hombre ha progresado en su proceso de civilización  y entendimiento de los fenómenos que lo rodean. Pero si bien su bestialidad dejó de ser tan explícita, ésta pasó a manifestarse de maneras más sofisticadas. (“Que el número de integrantes de todas las formaciones fueran potencias de dos excitó sin duda el apetito formal de Johan Van Vilet, que vio en los sintagmas macedonios un hito de la técnica transformatorias de los hombres en bestias, perfeccionado más tarde por el tipo de pacto multitudinario del Estado en la república (donde el pacto de conquista es el secreto del soberano).”). El hombre pasando a tomar el lugar de aquello que lo asusta y lo hace sentir inferior. La obtención de poder. Poder para sobrevivir y gobernar sobre los otros.


Poder que se manifiesta en las aristocracias que se forman en algunas artes sin importar al final de qué lado esté uno, mientras tenga la capacidad de ejercerlo (“(…) en este país la única diferencia entre la izquierda y la derecha es para qué lado se pone la pija en el pantalón, nada más.”). El más claro ejemplo: la literatura.(“Construir aristocracias es una tecnología para tolerar la cercanía de los demás; es otra forma de atender las necesidades de un yo necesitado de contacto, pero con certificado de aceptación y protocolos de conducta para despreciar al resto la mano.”).  Es de destacar la forma como Pola, describe los ambientes tanto físicos como humanos que rodean a las colleras que se forman en las facultades académicas, y cómo dentro de ellas, donde se supone que la razón se ha impuesto frente a cualquier prejuicio banal y superficial, siguen sobreviviendo taras ancestrales como la envidia, la pose y la hipocresía.

“Se trata de una recepción de una embajada latinoamericana, en homenaje a un literato yucatense de visita en la ciudad; la promesa de bebestibles repartidos gratuitamente en un clima de decoro había atraído a la crema de la intellgentsia local.”

“La exigencia de la unidad mental del yo puede trocarse súbitamente en la sensación de estar rodeado de enemigos.”

Punto aparte merecen un aspecto del ser humano que ha manifestado cambio exteriores  de forma en los últimos años, mas no de fondo: el sexo. El ámbito sexual sigue siendo uno donde se manifiesta nuestro lado más sensible y primitivo la mayoría de veces;donde el hombre por más racionalidad que haya alcanzado, sigue teniendo las mismas armas para hacerlo, y es igual a los demás en cierto modo. Además, brinda inferencias de otros aspectos del comportamiento humano (“El espíritu de intercambio de la promiscuidad propone una nueva versión del mito fundacional de la democracia: hacer el ejercicio de suponernos iguales debe, por definición, trascender las barreras de la actividad privada, las meras contingencias íntimas. Sólo ahora, despolitizada de zanahorias tecnológicas, completamente fría y pura, la revolución sexual retoma el sentido verdadero  de las  revolutiones  de Copérnico – el instinto conservador de la vanidad como triunfo estético y moral de la democracia.”)

La presencia de adolescentes, gordos y jóvenes con síndrome de Down funcionan como la contraparte de los que anhelan la mayoría de estos “cazadores” del libro. La contraparte supuestamente  débil. Los denominados losers. Aquellos que el mundo rechaza, pero que en el fondo necesita. Las situaciones que viven están lleno de jocosidad, sí, pero también sirven de plataforma para que Pola lance los dardos necesarios para apuntalar una idea.

“En general, los modelos exitosos que caracterizan al adolescente medio presentan un patrón superficialmente benéfico; correlativa y simultáneamente, su terreno empírico se manifiesta pantanoso, desmoralizador y vulgar.”

“Les encantaba que fuera el único lugar que daba trabajo a las personas mayores, a las viejas que no tenían nada que hacer con sus vidas; McDonald´s, incluso con el payaso ridículo y pederasta de Ronald, era el único lugar verdaderamente democrático que conocían”.

“El relato de la víctima convertido en fábula, el clima siniestro que rodea las nociones de jerarquía y autoridad –nociones que resulta tan evidente rechazar- encierra una fresca operación: ser víctimas nos releva de todo juicio moral o ético sobre nuestros propios actos.”

Las teorías salvajes es un libro ambicioso en su concepción. Trata de abarcar una larga serie de temas, y es por ello que por momentos se siente que la autora pierde el control de sus historias. Pero para alivio de los lectores esto sucede sólo en contadas ocasiones y no ensucian el correcto desarrollo de todo el libro. No, no es un libro fácil de leer. Pero en el desafío está el gusto. Hay mucho que se puede rescatar de su lectura. No es un libro que carezca de algo que decir cómo podría aducir un lector principiante  como pretexto de su no comprensión del libro. Más bien, tiene mucho  que expresar y es ello la razón por la que el lector se siente como un investigador profesional hurgando en la crueldad de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. No sé si llegue a entender algún día el libro en toda su dimensión. Pero no importa. Seguiré intentando mientras descubro si hay más mensajes debajo de la superficie.

“Avenidas de fuego; en las puertas exteriores, asfixia. Pintaría los trazos de lava bajando por la tierra negra, lava venida del cielo que oculta bajo la misma mancha de miedo a los lobos y las doncellas, una explosión de sangre liberada –alaridos y nubes destrozarían los rastros, el eco de pólvora loca y visiones mudas, y el ritmo que sacude el mundo me tragaría viva.”


+ Sobre la autora:

Nació en Buenos Aires, en 1977. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y es la autora de la novela Las teorías salvajes, traducida a seis idiomas. En 2010 fue elegida entre los mejores narradores en español por la revista Granta y recibió la beca de Letras del Fondo Nacional de las Artes. Escribió el libreto de la ópera Hércules en el Mato Grosso, representada en el Centro de Experimentación del Teatro Colón en 2014 y en Nueva York en 2015. Ha recibido becas del International Writers Program en Iowa, Banff, Yaddo, Amsterdam Writer in Residence y Dora Maar, entre otras. Colabora con artículos para The New York Times, entre otros, y edita la revista bilingüe digital Buenos Aires Review.

viernes, 17 de julio de 2015

En la ‪#‎FilLima2015‬ : Día 1

El micro se demora en pasar. Ya son las 5:45 pm y lo único visible en las dos primeras cuadras de Húsares de Junín son taxis que parecen enjaular dentro de sí a choferes hastiados del tráfico que se forma en Lima los viernes por la tarde. Luego de diez minutos y tres cuadras recorridas se aparece un bus que vomita gente por ambas puertas. Pago mis cincuenta céntimos para que me deje en Salaverry mientras la cobradora balbucea algo que sospecho que es un insulto. Luego de 7 cuadras e igual número de baches, por fin logro bajar con dificultad, y apuro el paso antes que vuelva a aparecer la luz verde para los vehículos.

Son las 6:05 pm, lo que significa que al parecer estoy encaminándome a ser un poco más puntual de lo normal. Veo a Gianfranco en la puerta con mi credencial, a lo que atino a saludarlo disculpándome por la ligera tardanza y entro raudo a dar una inspección rápida antes de ir al evento que está a punto de empezar. Me doy una vuelta por el stand de Penguin Randome House, haciendo una pequeña cotización de algunos títulos con descuento mientras saco cuentas rápido. Me doy una vuelta preguntando por el auditorio José María Arguedas y nadie me sabe dar razón, teniendo que llegar hasta la entrada de la otra avenida para que un VIP me indique que tengo que regresar a donde comencé. Llego a la sala, y me encuentro con algunos compañeros del taller de la mañana en la Casa de la Literatura a los que saludo con gusto.

Ya están los presentadores del nuevo número de Buensalvaje. Me siento y me pongo a hojearlo. A pesar del cambio de editor, el genial diseño que lo caracteriza se mantiene. Una entrevista a Rosa Montero hecha por Jennifer Thorndike; un cuento de María José Caro;el adelanto de la nueva novela de Luis Hernán Castañeda; reseñas a libros de Halfón, Cercas, Zambra,Schweblin, entre otros; y un poema de Manuel Fernández. Es lo que alcanzo a leer antes que Juan Carlos Fangacio, Jerónimo Pimentel y Francisco Ángeles tomen la palabra en ese orden.  Los tres concuerdan en algo: esta revista ha sido, y es, uno de los principales referentes en cuanto a publicaciones literarias a nivel iberoamericano. Más allá de la divulgación literaria,es un espacio de encuentro entre escritores y lectores. Aún recuerdo el primer número y la grata sorpresa de poder descubrir libros y escritores a los que de otra forma no hubiese accedido. ¡Y de forma gratuita! Un esfuerzo colectivo liderado hasta el anterior número por el inagotable Dante Trujillo, quien escucha las palabras de los presentadores al fondo de la sala. Mañana le dedicaré unas horas a leer este nuevo número con más detenimiento.

Salgo y me encuentro con Jack Martínez, el autor de aquella buena novela como lo es "Bajo la sombra" a quién no conocía de forma personal. Me pongo a recorrer algunos stands dando con el stand de Chile, donde encuentro los libros editados por Editorial Montacerdos al módico precio de S/.35 en el caso de "Flores nuevas" de Federico Falco. Camino un poco más y le comento de mi hallazgo a Gabriel Ruiz Ortega, librero y voraz lector, quien me indica que tengo que adquirirlo como sea. Así que vuelvo y lo compro. De ahí me encuentro con Francisco, Jennifer, Jack, Lenin y Kathy con los que vamos a tomarnos unas chelas artesanales en el patio de comidas que han armado, mientras  Jennifer nos entrega los separadores de La Linterna, un nuevo espacio para recomendar libros en Youtube. Comentamos lo chévere que está la feria antes de salir a buscar la sala Eielson.

Luego de diez minutos de búsqueda al fin la encontramos.Ya están ahí Jorge Eduardo Benavides y Abelardo Sanchez León, dos escritores a quienes he leído y recomiendo. Hay cola. Espero un rato mientras escucho murmullos. Hay Starbucks gratis al parecer,en este evento denominado "Café cultural", un innovador espacio organizado por El Dominical de El Comercio. Así que café en mano tomo asiento listo para escuchar la charla entre estos dos escritores, moderada por Francisco Ángeles. Hablan sobre Lima, esa ciudad a la que amamos y odiamos, abordada desde la literatura. Salen tópicos sobre su fragmentación, la violencia actual de sus calles, su caótico desorden, la distintas identidades, su crecimiento desproporcionado, sus pobladores, Suenan los nombres de Ribeyro, Bryce, Vargas Llosa, Gamboa y Salazar Bondy. Una muy buena conversación de casi hora y media (que pudo durar un poco más si no fuera porque hay que cumplir un horario). Hay preguntas interesantes del público, (y también la de los típicos impertinentes que al final dan más risa que pena). Culmina el evento y le pido a Benavides que me firme mi ejemplar de "El año que rompí contigo" a lo que accede con gusto.

Ya son las 9:30 pm y camino rápido hacia el stand de Penguin Random House para adquirir la segunda novela de Pola Oloixarac (de la que me encuentro releyendo su  primer libro "Las teorías salvajes"). Veo que "Missing" de Fuguet está con 40% de descuento, por lo que me molesto un toque ya que yo lo adquirí pagando el precio completo hace un mes. Luego me acuerdo lo bien que la pasé leyendo ese libro y se me pasa. Pido un programa en la puerta pero ya se han agotado. Ya mañana me darán uno espero.

 Veo que la Covida está a dos cuadras. Luz roja. Sí la puedo alcanzar.


jueves, 16 de julio de 2015

Reconstruyendo al padre: "Bajo la sombra" de Jack Martínez

Solo se pueden olvidar a los vivos que uno quiso, a los muertos jamás.
Jack Martínez

En  los últimos meses ha habido una sana coincidencia en cuanto a la temática de los libros publicados por escritores peruanos. Ésta ha girado alrededor de la relación (tormentosa en la mayoría de casos) entre “padre e hijo”.  Pero hay un libro que si bien aborda el tema, lo hace desde el enfoque de la orfandad. De la ausencia de esa figura paterna y cómo ésta determina la conducta a lo largo de la vida de uno. Ese libro es “Bajo la sombra”, la primera novela de Jack Martínez, quien en noventa páginas es capaz de esbozar una historia atrapante y contundente en su propósito de enganchar al lector y dejarle un mensaje que le rondará la mente varios días después de terminar su lectura.

Joaquín, el protagonista, es un pintor de ataúdes. El último encargado de honrar a los muertos a través de la pintura. Pequeñas piezas de arte que convivirán bajo tierra con los muertos. Un empleo peculiar que lo enfrenta día a día con el sufrimiento de  sus clientes. Y sus problemas también. Porque a través de ellos es posible inferir algunas hipótesis sobre cómo fue la vida de aquellos a los que pinta. Lamentablemente, el único muerto al que le hubiese gustado conocer es su padre. Un padre que nunca estuvo presente para él cuando requirió su ayuda.

La orfandad del padre fue siempre física.  Pero hubo una que fue emocional, y por ello, más trágica aún: la de su madre. Una mujer que nunca llegó a tomarle cariño del todo. Que luego de la pérdida de su marido, se abandonó a una macabra veneración de su figura. Una adoración y obsesión que hizo que el hijo tomara el lugar de un estorbo. Como algo que está ahí, sobrando y fastidiando. Condenado a convivir con la figura de aquel hombre, que ausente, se volvía más perfecto en la imaginación de aquella mujer.Le pedí que se quede allá, a vivir en ese mundo que tal vez mi padre logró crear para ella, pero no para mí, se menciona. Esa falta de afecto inicial mueve a Joaquín a buscarlo, y es de ello que trata la mayor parte del texto.

“He sido un insecto y tal vez lo siga siendo”. Digo esto porque en mis primeros recuerdos mi madre ya me trataba como a un ser inferior y despreciable. Yo hablaba, preguntaba, trataba de entender por qué tanto odio, pero ella nunca contestó.

En esa búsqueda, van apareciendo varias figuras que intentan cubrir los déficits sentimentales de aquellas figuras paternas. Figuras como Carola, Rocío, e incluso Waldo, un criminal. Una búsqueda que lo lleva incluso a descender a actividades delictivas, tratando de encontrar formas de sobrevivir y salir bien librado de aquellos primeros años signados por la tragedia de vivir en un hogar resquebrajado. Y es ahí donde la presencia de Sebastián es determinante.

Si alguna vez tuve un referente, ese fue Sebastián. Antes de conocer sus debilidades y sus mentiras, quería parecerme a él.

La aparición de Sebastián irrumpe en Joaquín como una luz que se inmiscuye en esa sombra en la que está transcurriendo su vida. Hasta ese momento, había caído en el vandalismo y complicidad, renegando de cualquier otra motivación ya que lo importante en primer lugar, era seguir respirando el aire de este mundo un día más. Pero  la presencia de Sebastián, un pintor marginal de la ciudad lo desestabiliza. Es alguien que sin conocerlo, lo señala como su elegido para legarle una herencia. Una herencia que va más allá de la simple ayuda económica. Una herencia que le muestra un aspecto de la vida a la que Joaquín no le había prestado atención: el arte. El poder desahogar toda su frustración a través de la pintura. Donde es capaz de expresar todo aquello que le carcome el alma y trasmitir algo de forma más valiosa, para él y para otros. No asumiéndolo como un camino seguro al éxito, sino como una necesidad vital.

Sebastián fue su padre mientras  estuvo presente. Un padre cuando Joaquín más lo necesitaba. Y es en esos pasajes donde la novela alcanza sus mejores momentos.

Hay otros aspectos que pueden rescatarse de la lectura de este libro como la crítica certera contra aquellos que asumen el arte (en general) como un medio para lucrar con el sufrimiento del otro. También está el cómo la escritura se puede asumir como un oficio donde se puede intentar salir de una sensación asfixiante de fracaso (Tras ese fracaso, lo único que pude hacer al leer, el cuaderno de notas fue escribir estas páginas, contando mi vida, la real, la que duele). Y claro, cómo no mencionar los diarios del padre. Una clara alusión a cómo las palabras pueden acercarnos a alguien, a pesar que tal vez nunca lo conozcamos físicamente. Cómo la literatura tiene esa extraña magia de hacernos sentir que alguien nos comprende y nos muestra algo de nosotros a la que de otra forma no podríamos acceder.No quería abrirlo porque deseaba mantener esa esperanza con vida: la ilusión de encontrar algún pedazo de mi padre a través de sus propias líneas. La idea de conocer una parte de él que, de algún modo, me hablase.

Buen debut de Jack Martínez en la narrativa peruana. La semilla de muchos libros que ya llegarán.


Jack Martínez Arias: (Lima, Perú - 1983) estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde el año 2004 se desempeñó como periodista cultural, publicando columnas, artículos y entrevistas en diversos diarios peruanos. Es miembro del comité editorial de El Hablador



+Entrevista en "La Linterna":



viernes, 3 de julio de 2015

Notas rápidas sobre tres textos de "Apuntes autistas" de Alberto Fuguet

Cómo transformarse en un cineasta chido

Fuguet escribe un texto que va más allá de la figura de Cuarón, el cine mexicano o el cine en general. Es una toma de postura sobre como concebir el arte como medio de expresión. Un vehículo a través del cual uno puede llegar a desahogar toda la carga de emociones que uno posee. Pero también como uno a través del cual uno quiere lograr trascender. No ser ignorado y pasar desapercibido. ¿De qué le sirve a uno apostar por una obra que no le va a importar a nadie? Si no se logra un impacto en la mente de alguien más, simplemente no se ha logrado nada que valga la pena. Y para que esto última suceda debe haber talento y esfuerzo detrás. Para Fuguet estos dos elementos (éxito y talento) no son excluyentes. Se debe agotar todos los esfuerzos por combinar la respetabilidad artística con el éxito comercial. Si conocemos a los grandes autores canónicos es porque de alguna u otra forma su obra trascendió y llegó a nuestras manos.

No menos importante es su comentario sobre la ya agotadora postura de un “compromiso moral” mal entendido en el arte latinoamericano, por el cual se cree que todo debe llevar a una defensa de temas sociales de manera macro, minimizando los temas vinculados a esferas personales. Obras del primer tipo son de una calidad dudosa por los falsos elementos con los que se construyen. En cambio una apuesta sobre los temas con los que uno realmente se siente cómodo termina siendo mucho más efectiva, dado que permite un número de lecturas importantes hallando muchos más elementos enriquecedores para un público cada vez más heterogéneo y numeroso, logrando perdurar en el tiempo

Una al año, cada otoño, por el resto de tu vida

¿Cómo identificar a un autor que nos marcó? A alguien al que somos capaz de perdonar cualquier desliz mientras tengamos la convicción que sólo es un traspié, que todavía le queda algo importante que decir. La figura mítica de Woody Allen, un ídolo de Fuguet le permite a éste, hacer un análisis desde la perspectiva de alguien que sabe que esa figura es alguien que puede hallarse a un universo de distancia física tal vez, pero cuya obra es más cercana a uno que cualquier compañía que pueda establecer con algún ser (familiar o amigo) cercano. Alguien con el que se está eternamente agradecido. Con el que se es capaz de establecer una relación de cercanía. Un territorio de comodidad único. Donde volver a su obra es regresar a un periodo de la existencia de uno. Marcas imborrables que perdurarán hasta el último segundo de agonía. Y esos, son los autores, de cine o literarios, a los que uno nunca debe negar.

Lecciones de vida


¿Es la fama artística mala? No. Ese es el tipo de fama que lo hace inmortal. Que batalla contra los límites físicos y permite vencer fronteras infranqueables para nuestro cuerpo. Obras que producen adeptos y no dejarán que el olvido devore el nombre de sus autores. Autores que lo marcan a uno. Que forman parte de nuestra experiencia vital. Que no son sólo nombres en la tapa de un libro. Son gente a la que dotamos de un aura de divinidad muy particular. Cada uno de ellos representa una imagen a la que le debemos adoración, sí, pero más que nada gratitud. Que nos enseñan más sobre nosotros mismos que mil años de terapia. Que permiten confiar en nuestros instintos al momento de emprender un proyecto similar.  Autores que nos han dado, las mejores lecciones de vida.