"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


domingo, 19 de agosto de 2018

Reseña: “Ámok” de Giacomo Roncagliolo


Pesopluma, 2018. 226 pp. S/.39

A veces es mejor hacer una pausa para leer ciertos libros. Quise comenzar esta nueva novela en medio del fragor de la pasada feria, entre entrevistas, presentaciones y conversaciones con amigos y amigas, pero no pude. No conectaba ni enganchaba. Y es que esta primera novela de Giacomo Roncagliolo (Lima, 1989) tiene un arranque desordenado, poco claro. Había que tenerle paciencia. Y si escribo esto es porque el segundo intento funcionó.

Era difícil encontrar, al menos dentro de lo que he venido leyendo en los últimos años en narrativa peruana, una historia que tenga la atmósfera de las películas de carretera de clase B, sin localización definida y en las que no se encuentra una ansiosa necesidad de moralizar. Roncagliolo nos presenta a X, un protagonista cuyas deficiencias para recordar su pasado de manera fiable lo hacen alguien atractivo para ser un ámok  con el que se identifica a una nueva especie de forajidos responsables de crímenes en una sociedad sin rumbo, perdida como el protagonista, quien llevado por una inercia bien esbozada se deja llevar por los mandatos de las personas que forman parte de su nuevo círculo, motivado por su afán de pertenecer a un colectivo luego de abandonar a Nía,  antigua pareja y cable a tierra.

Ese abandono a las circunstancias por parte de X y la búsqueda por adaptarse mientras se mantiene a raya al monstruo que habita en su interior, es uno de los principales logros de Roncagliolo en esta novela, en las que hay una sensación de los personajes principales por tener metas, propósitos, individuales o colectivos,  que les permitan adherirse a algo, ya sea un amor, un deseo, un sueño, una mujer, un reconocimiento, más que cuando intenta dotar a X de una densidad solemne, de pasado trágico con una santa figura maternal que desvirtúa la interrogante universal que recorre toda la novela: ¿es posible comenzar nuevo? Buscando esa imposible respuesta es cuando “Ámok” presenta sus mejores páginas.  Eliminar el pasado y desaparecer pero pasando a ser pieza esencial de un grupo mientras se está a la expectativa de vivir aventuras, crear nuevas relaciones en base a códigos extraños que sirven de enlace con personas a los que uno les será necesario en determinando momento, y mantener la capacidad de disfrutar realidades alternas mediante el sueño.  Sobre todo este último puente, borroso, apenas definido, determinante en el tramo final de la novela, es el que mejor expresa esa ambigüedad y vacilación constante de no saber qué es lo real, cuál es la dimensión común con las demás personas y la certeza con la que uno se suele conducir por la vida para no caer en el delirio, uno de los miedos de X.

Como la mayoría de primeras novelas, en “Ámok” hay frases manidas, una aglomeración de distintos temas que no terminan por integrarse o escenas que no funcionan, pero hay una apuesta. Y no se trata solo de saludar una buena intención, sino que los riesgos son suplidos en muchas de las páginas del libro, cuyo ritmo vertiginoso y alucinatorio en muchos tramos son dignos de destacar. Sí, habrá que leer los libros que Roncagliolo entregue después, pero comencemos por este.



(Texto publicado originalmente en el portal web "Punto y Coma")

jueves, 9 de agosto de 2018

[Entrevista] Carlos Torres Rotondo : “La crítica directa al sistema, en general, estuvo ausente”

Planeta acaba de publicar hace unas semanas una nueva edición de "Demoler: el rock en el perú 1965-1975" de Carlos Torres Rotondo, crónica en la que se intenta rescatar aquellos años en los que la juventud peruana de ese entonces, produjo la que para muchos fue música más original e innovadora de América Latina. En Punto y Coma pudimos conversar con él brevemente al respecto. 

¿Si el rock en el Perú entre 1965 y 1975 era de altísima calidad por qué no tuvo un impacto en los demás países de la región de manera masiva? 

Por supuesto tuvo impacto en el continente. En los países del Caribe y en algunos otros como Paraguay, Ecuador o Bolivia no tanto; pero en Brasil, México y Argentina se crearon escenas tan grandes como la nuestra. Los grupos mexicanos no alcanzaron un nivel musical tan alto como el nuestro, hay que decirlo. En Chile y Uruguay no hay tantos representantes a nivel cuantitativo, pero sí a nivel cualitativo. 

¿Qué tan correlacionado estuvo el rock en esa época con el apasionamiento político de dicha época? 

Los músicos no fueron progresistas a nivel político y no hubo ningún acercamiento con la Nueva Izquierda. Hubo, sí, un rechazo a la dictadura velasquista que se vio expresado a nivel de letras en canciones específicas. La crítica directa al sistema, en general, estuvo ausente. 

¿Cuál es la perspectiva melómana hoy en día de la significancia del rock de esa época? 

Los entendidos lo valoran como una de las mejores expresiones culturales de la época; los aficionados al reggaetón desconocen su existencia. 

¿Cuáles son los elementos de la escena de dicha época que perduran como tradición hasta nuestros días? 

Las condiciones de producción, distribución y consumo han cambiado. Sí se han reciclado elementos musicales de la época y los nuevos músicos han acabado por conocer la existencia de esta tradición y saben que forman parte de una continuidad. 

¿Cómo ha sido la experiencia de revisitar Demoler para esta edición? 

El nuevo Demoler es un nuevo libro con el mismo índice que la edición anterior. He entrevistado al cuádruple de personajes y he vuelto a hablar con los que participaron en la primera. Hay una nueva estrategia narrativa: ellos hablan de manera directa y confrontan sus distintos puntos de vista con una mediación mía mucho menor. 

Finalmente, ¿Por qué no tuvimos “la banda” como Soda Stereo en Argentina o “Los prisioneros” en Chile? ¿Cuál pudo ser? 

No tuvimos un gran frontman, un gran vocalista y un gran compositor de canciones pegajosas. Pudo ser Pedro Suárez Vértiz, pero como suele suceder en el Perú, pudo ser.

(Entrevista publicada en el portal web "Punto y Coma")

jueves, 2 de agosto de 2018

[Entrevista] Arelis Uribe: “El arte siempre surge de una inquietud personal”


Al escribir desde la disconformidad con muchas cosas, uno corre el peligro de quedarse estancado solo  en sus buenas intenciones. Arelis Uribe, joven periodista chilena, enfrentó ese riesgo con “Quiltras” (Los libros de la Mujer Rota, 2016) , entregándonos unos relatos en los que el valor literario se percibe de buena manera haciendo posible que no sean pocos los lectores y lectoras quienes se hayan identificado con dichas historias. Como demostración están las sucesivas ediciones que ha tenido el libro, que se hizo acreedor además del Premio a la Mejor Obra Publicada en 2017, categoría cuento. Arelis ya había resultado finalista del concurso de cuentos de la revista Paula y  ganado el concurso Santiago en 100 palabras con el cuento “Lionel”. La intención era conversar sobre dicho libro, pero la entrevista se terminó extendiendo lo cual siempre es un imprevisto que se agradece.

Yo no hablo inglés / vivo en un barrio que no es burgués, es el epígrafe de Supernova que acompaña a “Quiltras”, lo cual indica que desde el inicio ya hay una toma de posición frente a la problemática de la marca de clase. ¿ Cómo se hace literatura a partir de dicho fenómeno sin caer en el tono sociológico?

Alguien me dijo que era a través de la estética y yo también creo que es así, porque al final mis cuentos recogen vivencias que responden a los mismos tópicos de siempre, pero con la singularidad de que estas ocurren en el contexto social del que yo provengo que es el de la clase media baja chilena. Las cosas que le pasan a todo el mundo pero en un contexto específico. Y se puede oler, se puede palpar, se puede reconocer dicha realidad por la ambientación que está en los cuentos.  Son chicas que cuando  salen de su casa no se suben a una limusina, sino que caminan solas de noche, andan en transporte público o viven en casa pequeñas o cuyos padres  tienen un fenotipo de gente trabajadora. Y es a través de dichos detalles que es posible identificar la procedencia social de los personajes.

En el discurso de lanzamiento de “Quiltras” afirmaste que estudiar arte es un lujo burgués. Lo que me lleva a interrogarte por cómo un campo que debería oponerse al sistema burgués, termina siendo un capricho de este.

Ahora con el tiempo me he dado cuenta de que probablemente cualquier persona puede estudiar arte. El tema es que hay artes que son caras y las que no lo son tanto. Por ejemplo el teatro es un arte caro en general (a excepción del de estilo brechtiano). En  la otra orilla estaría la literatura, en la que solo se necesita un lápiz y conectarte con tus emociones. Entonces creo que hay arte de resistencia, arte en todos los sectores sociales, lo cual hace que ya no me reconozca mucho en dicha frase.  En lo que sí me reafirmo es que generalmente, los privilegios y facilidades para poder acceder a cualquier cosa,  los tienen la gente adinerada. Asi que sigo pensando lo mismo pero de una forma un poco diferente.

Algunos lectores califican que “Quiltras” es también un libro sobre la adolescencia. ¿ Cómo fue el proceso de trasladar los desbordes emocionales  de dicha etapa a los cuentos?

Empecé a experimentar con la ficción porque venía escribiendo muchas columnas de opinión y haciendo trabajo periodístico  y un día decidí que quería indagar en otros formatos, por lo que me puse a escribir cuentos. Y lo que hice en ellos, fue escribir reportajes de ficción o reportajes de mentira, por lo que las acciones que ocurren allí son una mezcla de cosas que me pasaron a mí, a mi familia, a mis amigas y cosas que vi en otros lugares o que leí de referencia, en una especie de robo gigante mezclado.

Y eso se conecta con el tema de la adolescencia, porque para “Quiltras” me puse a recordar, a recordar en falso.  A construir una “memoria falsa”, como califica Álvaro Bisama al proceso de crear literatura, por lo que creo haber escapado al peligro de lo caricaturesco al haber mucho de biografía, mía y de otras personas, y escenarios que son reales,  en conjunto con nudos y conflictos inventados. Los accidentes principales que ocurren en los cuentos no son cosas que me hayan pasado a mí necesariamente, pero que intenté  que en el libro parecieran reales. Incluso hay un cuento con una chica lesbiana y siempre me pregunta por quien es en la vida real y yo solo me río y no respondo (risas).

Lei vi en Goodreads  los comentarios de algunos lectores que valoraban el retrato de los jóvenes actuales que viven en los bordes, al margen del centro de la movida económica. ¿Sentiste en algún momento el riesgo de que las historias sonaran a  un contexto social particular e individual y no a algo que ocurre de forma más general?

 Creo que el arte es su origen es un ejercicio solitario y surge de una inquietud personal, pues aún cuando a veces converso y discuto con otras  personas sobre ello, siempre es algo interior. Y este resentimiento de clase que yo tengo, porque en algún momento de mi vida fui muy pobre y vi a mi mamá trabajar mucho por una miseria de plata, siento que es genuino. Y si lo siento, ¿por qué va a ser poco válido? Si lo siento, es real.

Y cuando publiqué el libro y otras columnas que siempre son como muy “atrincherados”, me di cuenta que no pocas personas pensaban o se sentían muy parecido a mí y lo verbalizaban con otras palabras, lo cual pienso que es la magia de la literatura y el arte al final. Demostrarte que en eso que sientes, no estás sola, que hay otra gente que ha sentido lo mismo y lo sintió primero y ya lo escribió.

Las relaciones lésbicas se muestran en tu libro con naturalidad y no como una desviación como lo exponen otros textos. Basta leer la primera escena de “Ciudad desconocida” para darse cuenta de ello, con dichas sensaciones presentes en la infancia como algo natural hasta que llegan los adultos a interrumpir esa inocencia provocando un corte, una interrupción. Ello me lleva a preguntarte por las familias chilenas y cuan conservadoras siguen siendo como institución.

Algo que no he dicho mucho es que este libro toca mucho las relaciones íntimas: una chica con su prima y su familia, otra con su novia que conoce a la familia cuica o una con su mejor amiga del colegio. En el libro hay muchas relaciones de pares. Y lo que busqué retratar es que lo personal es político, estando muy convencida de esa consigna. Estamos muy acostumbrados a criticar siempre a alguien más, pero no a nosotros mismos.  Cada vez que veamos a Trump comportarse como un imbécil, por ejemplo, la mejor pregunta que podríamos plantearnos  de vuelta es qué tan imbéciles como Trump podemos llegar a ser.

Así que me preguntas por las familias y  yo respondo que sí, siguen siendo conservadoras. Las instituciones están construidas por la forma de sentir de las personas que las conforman en ese momento. Está todo conectado, y lo macro y lo micropolítico están concatenados y en la medida que cambie uno podrá cambiar el otro.

Hablando de micropolítica, otro espacio en el que se pueden dar estas segregaciones de las que venimos hablando son las instituciones educativas. A nuestro país llegaron las noticias de las marchas de los estudiantes, de las protestas por las desigualdades que se pueden hallar al interior de las aulas y otros ambientes. ¿Cómo lo viviste tú?

He aprendido en Chile y otros países en los que he estado que por lo general son los estudiantes quienes son puntas de lanza de los movimientos sociales. Después de la época de la dictadura, la adultez se “enchanchó” como se dice en Chile y fueron los jóvenes y las jóvenes quienes empezaron a levantar el tema. Y  en el 2011 que  se dio lo que se conoce como la “revolución estudiantil”, yo justo había salido de la universidad y me daba rabia mientras me decía que por qué no me atrasé un año, que por qué no reprobé un par de materias (risas), así que lo viví como testigo aunque involucrándome inevitablemente pues el movimiento surgió a partir de que distintas personas se dieron cuenta de que su dolor personal era también colectivo.

El sueño de seguir una carrera universitaria genera que las familias se endeuden hasta el tope, y la mitad de las familias chilenas padecen dicha situación. Se supone que la educación es un derecho y no un bien de consumo. Eso explotó, resultando imposible no identificarse con esa lucha. Incluso yo estoy con una deuda aún y sigo pagándola y parece que nunca voy a terminar de hacerlo.

Eres una declarada feminista, a pesar de que no haya una manera unívoca de definir dicho término. Este movimiento ha tenido significativos avances frente a décadas pasadas pero ¿ cómo crees que estos gestos de disconformidad social se trasladen a una efectiva acción política del Estado y otras organizaciones?

Creo que se relaciona a lo que hablábamos de lo micro y lo macroestructural y de las instituciones grandes versus las pequeñas como la familia, la amistad o incluso el amor, y cómo ello está ligado a la toma de conciencia política de una persona acerca de ciertos comportamientos. Lo que están denunciando las jóvenes hoy en Chile es que al interior de las universidades que se suponen son los espacios de mayor progresismo, ocurren abusos sexuales, violaciones, hostigamiento de los profesores y estudiantes hacia las compañeras, o discriminación por homofobia, así que nos vamos dando cuenta que no importa dónde estemos ubicados como seres humanos, parece que la violencia la vamos a reproducir igual. De todas maneras pienso que micropolítico es más fácil de “mover” y las instituciones irán cambiando, siempre y cuando este proceso sea permanente.

La llamada “marca de clase” está presente incluso al interior del movimiento feminista y este es en muchos casos aprovechado por cierta gente que lo ve solo como una industria económica. ¿ Es posible sortear ello?

Difícil.  Hay un gran concepto que ha traído el feminismo que me gusta mucho y es la denominada “interseccionalidad”. Siento que las personas somos un asterisco atravesado por distintas cosas que nos constituyen como identidad. Y esas cosas son sobre todo relaciones. Una no flota sola en el espacio y siempre está en relación a algo. Si soy mujer es porque no soy hombre, si soy bisexual es porque no soy heterosexual, si soy chola es porque no soy blanca.  Son todos esos elementos las que la constituyen a una. De lo cerca que esté al centro, que es el lugar privilegiado, o a la periferia que es la identidad de resistencia, va a depender la toma de posición que una tenga. Creo que el feminismo autobiográfico depende de todas estas variables que construyen la identidad por lo que no me parece extraño que choquen y que cada una de las heterogeneidades que existan en el movimiento, tenga su propia agenda y que estas choquen entre sí. Es lo más normal. Es la diferencia lo que nos constituye y para mí la política es el ejercicio de estar administrando las diferencias permanentemente.

Cuéntanos un poco sobre “Que explote todo”, una recopilación de columnas tuyas. ¿Cómo fue este proceso de revisarlas, de leerlas de nuevo?

¡Horrible! (risas) Veo los textos antiguos y me pregunto por qué escribía así, con qué convicción decía cosas con la que ya no estoy de acuerdo. Pero es una locura porque veníamos hablando de las diferencias, y te das cuenta cómo esta variación puede ser contigo misma incluso. Hay una frase de un famoso jugador chileno que dice “no tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso.” Y si la analizas, es cierta en muchos momentos. A veces pienso algo y a los pocos segundos me doy cuenta de que es un pensamiento obsoleto, pero solo me puedo dar cuenta de ello porque ya lo pensé. Uno tiene que hacer ese recorrido oscuro y terrible para poder cambiar y ese es el ímpetu del libro. Es una bomba contra todo con lo que estoy disconforme pero también en parte contra mí misma.

Como dices, uno a veces se encuentra en permanente cambio, incluso en lo que respecta a las creencias. Pero siempre termina habiendo algo a lo que es posible aferrarse, algo que permita salvarnos por así decirlo. En lo que respecta a lo literario, ¿cuáles han sido aquellas lecturas que siempre han estado presentes, que han sido determinantes?

Me han formado mucho los periodistas y cronistas. Yo soy periodista y las primeras experiencias que tuve en la literatura vinieron de dicho campo como las crónicas y las entrevistas. Figuras como Alberto Salcedo Ramos, Daniel Titinger, Gabriela Wiener, Ivonne Toro, Juan Pablo Meneses o Gabriela García,  que me permitieron entrar al alma de las personas, narrándolas con una habilidad magistral, fueron muy especiales para mí.

Y de lo literario me gustó mucho leer a Bolaño, Lemebel,  Amelie Nothomb, Alma Guillermopietro, Julián Herbert, Julio Ramón Ribeyro, Claudia Apablaza y mucha otra gente. Y después me puse a leer a mis contemporáneos para escribir y ver que se venía haciendo, como a Rodrigo Olavarría o Romina Reyes, encontrando mucha belleza en lo que  hacían  y que no era algo imposible de hacer. Y ahora último me he encontrado con escritoras feministas que me parecen estupendas como Rebeca Solnit,  Virginie Despentes. En Chile me gusta lo que hace Javiera Tapia que es contemporánea mía. Así que es mi camino de lecturas es ese, recorriendo lo periodístico, lo canónico, lo contemporáneo y lo feminista.

Por último,  recomiéndanos un libro y un disco que te haya impresionado recientemente.

Me gusta mucho lo que hizo Fernanda Melchor en “Temporada de huracanes”, un libro de párrafos largos y que suenan fuerte, con una oralidad mexicana intensa y feroz. Me encanta esa sensación que transmite. Y en cuanto a discos, el último que me tocó el corazón fue “Loza” de Niña Tormenta, especialmente una canción llamada “Lo que dejo”.


(Entrevista publicada en el portal web "Punto y Coma")