"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


lunes, 24 de septiembre de 2018

[Entrevista] Juan Manuel Robles: "Los excesos tecnológicos nos terminarán confundiendo"


En “No somos cazafantasmas” (Seix Barral, 2018),libro de cuentos que se presentó en la más reciente Feria Internacional del Libro de Lima y próximo  a aparecer en Colombia y España, el escritor peruano  Juan Manuel Robles aborda en relatos como “Constelación nostalgia”, “Valentina en las nubes”, “Elefantes blanco” y el que presta su nombre al libro,  los trastornos y las distorsiones originadas por los cada vez más prolíficos avances tecnológicos ,mostrando las nuevas dinámicas que surgen al interactuar con nuestros más íntimos miedos, el anhelo obsesivo por lograr una felicidad continua y perpetua, y los intereses económicos de las industrias por monetizar nuestra nostalgia sin límites ético la mayoría de veces. Sobre ello conversamos en la presente entrevista en la que la palabra paranoia sobrevoló la mayoría de las respuestas.

¿Ha cambiado demasiado nuestra sensibilidad en esta época de innovación tan acelerada o es solo una percepción por la mayor exposición sobre cómo nos afectan estos cambios?

En realidad la sensibilidad, no ha cambiado. Si hubiera cambiado, no habría mayor problema porque significa que nos hemos adaptado. Lamentablemente, no es así aún por lo que existe un desfase mientras aparecen nuevas maneras de concebir temas como la socialización y las relaciones interpersonales. A mí me gusta observarlo y analizarlo desde mi contexto que es el Tercer Mundo, lo cual considero que es importante decirlo debido a nuestra situación de receptores de tecnología que otros producen. 

Casa de América
Considero que la sensibilidad por la que preguntas  podríamos relacionarla a la relectura de la primera parte de “Cien años de soledad”, con el personaje de Melquíades mostrando una serie de productos a Buendía que le interroga  si con ello se puede obtener oro, viéndose ahí una imaginación y necesidades particulares en las que la tecnología nos puede ayudar o confundir.  Esa interacción es súper interesante. Me gusta imaginar un mundo en el que algunos excesos tecnológicos pueden terminar confundiéndonos, nublando nuestra vista y haciéndole creer que esta es mucho más sofisticada. Nos hace pensar de qué está hecho el ser humano. Uno puede creer que el ser humano está hecho de perfecciones y que la tecnología las completa de manera espléndida, pero en realidad te das cuenta de que parte de nuestra virtud son las imperfecciones y llegas a temas como la memoria o el olvido demasiados perfectos. No comprendemos que las distracciones de la memoria son parte de nuestra organicidad y que la obsesión por el almacenamiento no mejora ese mecanismo, sino que de alguna manera lo desmiente y lo confronta.

El tema económico es importante en tus crónicas y cuentos pues no todos pueden tener acceso a los cambios tecnológicos de forma inmediata, volviéndose un mecanismo para obtener un mayor prestigio social. ¿Llegaremos a un punto de hartazgo de estar subyugados a la obtención de lo más novedoso?

La tecnología en cierto momento se vuelve democrática. Hay una parte de ella que llega y cala a un nivel no tan esperado, como en algunas comunidades nativas de Ecuador, por ejemplo, que utilizan cantos para anunciarse cosas y lo hacen vía mensajes de voz por Whatsapp. A pesar de que no existan los recursos muchas veces, se busca igual que la tecnología esté presente.

La literatura de ciencia ficción si bien es criticada muchas veces de tener cierto aire clasista al imaginar que todos accedemos a la tecnología de manera similar, hay varias maneras de contrarrestar dicha afirmación. Los fenómenos de las redes y la posverdad  por ejemplo, son globales e inciden de manera directa en países como el nuestro, copiados al modo latinoamericano, generando una narrativa alterna y haciendo posible que las élites sigan controlando el estado de ánimo y los signos de la época, algo fuerte pero cierto al final.

En tus cuentos uno percibe que lo más peligroso que la pérdida de la memoria es su adulteración. Y si la narrativa oficial de una sociedad estaba antes bajo el poder del Estado, hoy parece bajo el control de una hidra económica sin una sola cabeza visible que edulcora el pasado.

Uno de los principales efectos de la posverdad es la presencia de relatos alternativos y en un futuro, también la de realidades alternativas. Eso sí me queda claro. Alguien que ahora tenga veinte años, tendrá versiones de la Historia cuando envejezca, que serán falsas y que otro no tiene. ¿Por qué? Por cierta dirección que toma ahora la información. Está el caso del “efecto Mandela”, por ejemplo, en el que muchas personas pensaban que había muerto en la cárcel y defendían esa posición con mucha energía. Y lo que describe este efecto es que una colectividad pueda recordar un hecho distinta a otra, teniendo una memoria en conjunto completamente distinta al resto, lo cual no es tan difícil teniendo los medios de comunicación adecuados y la posibilidad del contagio de información.

A lo que yo juego un poco en mis cuentos es a exponer la idea de la felicidad como un móvil para imponer una idea. Cómo el hecho de tener cientos de miles de imágenes te permite editar el pasado del modo que quieras, incluso con un algoritmo que te permita “eliminar” hechos traumáticos o tristes de tu vida, o hacer cómputos de tus experiencias diarias, como una especie de curaduría de tus recuerdos. Y está la contraparte que también muestro de usar esta edición para amenazar a alguien y realizar crímenes con archivos específicos de tu pasado.

En “Valentina en las nubes” y “Elefantes blancos” hay un miedo generalizado al futuro, de enfrentar lo que va a venir, lo cual muchas veces se termina convirtiendo en un insumo capitalizable para la Industria. ¿Qué tan presente lo ves en tu generación?

La nostalgia es la constelación de recuerdos de los momentos en los que soñábamos en lo que todo era posible, pero con los años esa constelación pasa a ser el instante de felicidad en sí. Es el engolosinamiento de la memoria. Como nos pasa con los ochenta por ejemplo. Así que más una época, es una idealización que ocurre posteriormente que la industria ayuda a promover a través de la música y que ocurre en las listas de Spotify, cuando uno las arma y luego esta plataforma te ofrece otra “ideal para ti” o Sublime que vuelve a sacar nuevas ediciones de su producto cada cierto tiempo. Y ello lleva a preguntarse mas bien qué es lo que se está yendo en la competencia desleal de memorias y por qué algunas de estas se vuelven más férreas y acaparan más espacios en uno. La virtualidad a futuro generará más distorsiones debido a la modificación de la experiencia física además.

En “Botón de emergencia” me llamó la atención que se muestre cómo alguien puede lograr el poder político defendiendo causas que siendo válidas no son las más trascendentes. ¿Es una especie de desazón y anhedonia de la población que responde de manera emotiva a las propuestas que se les ofrecen?

Lo que lo retiene en la burocracia a muchas personas es el atractivo del poder, lo cual también se presenta en el caso tecnológico.  Y en el cuento lo que abordaba era esa especie de rutina mecánica de llamar a elecciones. Muestro sobre todo el afán por lograr ungir a alguien como el ser perfecto, aquel que atrae todas las simpatías, lo que uno ve en Instagram siempre de manera obsesiva. Hacer esa historia fue un divertimento sobre el tema del destino, sin tratar de proponer una solución a esta realidad dentro del marco de la ficción.

En el cuento que presta su título al libro tocas el tema de la expropiación de los recuerdos, pero si uno ve la realidad uno aún no ve una paranoia generalizada por esta situación, como si estuviésemos sedados en general. ¿Cómo lo percibes?

Es por el tema de la felicidad sobre el que hablábamos antes. Yo por ejemplo no tengo activada ninguna de las opciones de recuerdos de Facebook y a veces me preguntan las razones, a lo que respondo que el único curador de mi memoria soy yo. Y a mucha gente le encanta que Facebook haga esto, así sea una máquina que procesa una serie de hechos tuyos de manera automatizada. Pero surge la interrogante de cómo controlas miles y miles de fotos que lleva a la gente a preferir dejárselo encargado a alguien más, además del hecho de que las redes sociales te llevan a estar al día con tus afectos.

De todas maneras sí creo que surgirán olas de paranoias colectivas, primero en lugares más centrales y desarrolladas y que aparecerán empresas que te administren tu contenido digital, con términos mucho más claros que Facebook.

¿Cómo fue el proceso de documentación científica para la realización de estos cuentos?

Todo empezó cuando estaba escribiendo la novela anterior y me interesó el tema de la memoria llegando primero a textos de psicología y luego a aquellos más específicos vinculados a la neurociencia, los cuales me puse a leer con mucha curiosidad, fuente de la disciplina y el rigor la mayoría de las veces, al punto que me metí a un curso del doctorado de este tema. Suelo leer papers sobre este tema, lo cual  muchas veces resulta gracioso al notar cómo se muestran descubrimientos que en cualquier otro contexto serían terribles, como si fuera lo más normal del mundo (risas). Así pude descubrir que muchas de las cosas que nos hacen humanos tienen una mediación física, y también poder descartar otras ramas pseudocientíficas como el neuromarketing. El borrado de memoria que aparece en mis cuentos, por ejemplo, es un fenómeno que se pueden explicar desde lo físico, con estudios que empezaron en los años cincuenta y sesenta con babosas de mar, y que con el trascurrir de las décadas hicieron  posible llegar a importantes conclusiones sobre las conexiones de los recuerdos y que la mejor forma de volver robusta una memoria es usándola así se generen distorsiones de manera colateral.

En tu crónica para Radio Ambulante abordabas a un personaje crucial que se adelantó a su época al trazar un mapa de las calles de Lima, por lo que en dicha línea me gustaría consultarte por aquellos autores que han cartografiado el futuro y te gustaría recomendar.

En Latinoamérica me gusta mucho lo que ha hecho Liliana Colanzi en su libro “Nuestro mundo muerto”, con distopías estupendas, el argentino Martín Castagnet y el colombiano Christian Romero. Y en Estados Unidos, Adam  Johnson con su libro “Fortune Smiles”, que tiene un par de cuentos maravillosos.

(Texto publicado en el portal web "Punto y Coma")

lunes, 17 de septiembre de 2018

Reseña: “Memorias de una osa polar” de Yoko Tawada



Anagrama, 2018. 296 pp. S/. 79

“Mi voluntad de vivir residía básicamente en las garras y en mi lengua”, confiesa una osa polar en la primera página de su diario reduciendo sus ganas de vivir a defenderse y tratar de comunicarse con quienes le rodean cada vez que puede. Si ya para muchos es cada vez más difícil adaptarse en un mundo cada vez más competitivo, ¿se imaginan hacerlo siendo una especie en extinción? Yoko Tawada (Tokio, 1960) esboza una fábula en tres actos en las que se pregunta cuáles son aquellos rasgos de nuestra humanidad que solían ser inherentes y fuimos olvidando o defenestrando, siendo la vulnerabilidad y el miedo los rasgos que aún nos hermanan en los escenarios menos favorables.

“Estudios sobre la nieve” sería una mejor traducción del título en alemán de esta novela, y aclararía mucho mejor la trama de esta novela, en la que abuela, madre e hijo osezno van narrándonos su devenir en el mundo de los humanos, en el que transitan de manera incierta alejados de la nieve del Polo Norte, su hábitat ancestral y cuya imagen aun así se encuentra enraizada en lo más profundo de su consciencia. Tawada usa los recursos de la fábula con un planteamiento el en que no se termina de definir de forma clara  la situación de los osos polares, a veces encerrados como cualquier animal doméstico, trabajando en un zoo sin hablar la lengua de los humanos y en otras interactuando con el público alrededor suyo como cualquier adulto común y corriente. Aún así logra, sobre todo en la primera y tercera parte darle fluidez a su propuesta, que goza de muy buenos momentos y lúcidas observaciones sobre distintos campos sociales, como el sector editorial o el ámbito académico:

Las reuniones son como los conejos: La mayoría de las veces solo sirven para concluir que hay que celebrar otra reunión. Se multiplican rápidamente. Y si no se hace nada para remediarlo, se vuelven tan numerosas que no somos capaces de satisfacer la demanda, por más que cada uno sacrifique a diario la mayor parte de su tiempo con más reuniones. “(pág. 21)

O la necesidad vital por comunicarse:

En mis oídos comenzó a crecer moho, porque ya nadie hablaba conmigo.” (pág., 46)

Y si bien por ratos  la narración deja al descubierto el afán de la autora por moralizar y denunciar mucho de los males que fueron intensificándose en el siglo XX, con un tono progresista que amenaza con romper el hechizo de la ficción, el libro se salva  por el manejo destacado de las voces por parte de Tawada, recurso en el que se apoya para mostrar los sentimientos de los oseznos al reflejarse en humanos que al igual que ellos, no se sienten parte de un mundo en el que no cumplen con los requisitos de “normalidad” que se busca por parte de ellos. Y no lo hace en un tono exclusivamente melancólico. Resulta hilarante por ratos lo ridículo que son muchas de las actitudes de nuestra especie y el narcisismo provocado por nuestra evolución, exhibido por ejemplo en la desesperación de muchos por extender su legado más allá de la muerte: “Me decepcionó comprobar cuántas autobiografías voluminosas existían ya. Llenaban por completo los diez pisos de aquella estantería. Al parecer, la autobiografía es el género que escribe cualquiera que sea capaz de sostener una pluma” (pág. 59); el afán de subyugar a su prójimo: “Los seres humanos me intentaban vender su generosidad demasiado a menudo, con el único fin de manipularme mejor.” (pág. 69); o nuestra tendencia a la autodestrucción: “El Homo Sapiens no está hecho para el combate, debería emular a las liebres y los ciervos y aprender las virtudes y el arte de la huida. Pero el combate y la guerra le encanta. ¿Quién ha podido crear una criatura tanto tonta? Hay personas que afirman ser la imagen de Dios. Eso sería una ofensa para Dios.” (pág. 79)

Y así uno podría seguir mostrando extractos de este libro que sin ser deslumbrante, tiene momentos de una belleza literaria que hacen que valga la pena su lectura. Para leer con un lápiz en la mano.

(Texto publicado originalmente en el portal web "Punto y Coma")