"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


jueves, 26 de marzo de 2020

Reseña: “La mujer soviética” de Dany Salvatierra



Planeta, 2019. 364 pp.

Para escribir sobre este libro se torna necesario describir su recepción en los medios literarios. Aparecida en abril del 2019, la novela de Dany Salvatierra (Lima, 1980) tuvo poca o nula atención de la crítica más allá de las entrevistas que se le hicieron a su autor. Este ninguneo resalta mucho más porqué “La mujer soviética”, por trama y extensión, no es una novela que se circunscriba a una tendencia dentro de la narrativa peruana de los últimos años. Y la extensión no es un tema menor en un contexto donde se alzan voces que, erróneamente a mi parecer, critican la brevedad de las novelas peruanas y, sin embargo, guardaron silencio sobre este libro de más de 350 páginas. Existen otros factores, como la fecha de aparición, su distribución, la editorial que lo publicó, que hace más inexplicable aún el silencio frente a este libro Quizá un intento por evadir la condena de “amiguismo” en un circuito literario como el limeño, donde la mayoría de sus integrantes se conocen, sea la razón de esta indiferencia. Inevitablemente quienes escribimos reseñas nos toparemos con libros de escritores a los que conocemos personalmente y el mérito no será evitar hablar sobre ellos, sino en hacerlo de manera honesta, resaltando sus virtudes y señalando sus defectos. Pero ya es momento de cerrar esta introducción y pasar al libro en sí.

Hay que dar pocas luces sobre el argumento al escribir sobre un thriller. “La mujer soviética” la protagoniza Jacqueline Metalius, diva y leyenda de las telenovelas latinoamericanas, cuyo esplendor se remonta a las últimas décadas del siglo XX, cuando el internet no tenía el monopolio de la atención mediática. Esta se verá envuelta, a raíz de un mensaje anónimo y perturbaciones de carácter anormal en su residencia de Miami, en una adictiva trama que combina una posible red de espionaje de rango internacional  con la obsesión fanática de un admirador (como en “Misey” de Stephen King)  que la hará retornar a la capital peruana.

La novela de Salvatierra destaca nítidamente por la construcción de su protagonista. Ya de por sí resulta encomiable el  uso sin chirridos  de la primera persona con un personaje del sexo opuesto (piénsese en J.M. Coetzee o Junot Díaz), y más al dotarlo de una fuerte personalidad evadiendo los clichés típicos atribuidos a las estrellas mediáticas, con una voz sin filtros para verter un ácido discurso sobre quienes la rodean y sus acciones. Si hay algo que detesta Metalius es la denominada “pose woke”, la corrección política llevada a sus últimas consecuencias y es desde ese sitial que dispara contra varios aspectos sociales sobre los que cualquier crítica negativa  se tornaría tabú: los estudios de género, la moral de los poetas, la empatía de las figuras televisivas, el activismo de redes sociales y la adicción a los horóscopos. Esta frescura para hablar sobre  la sociedad  actual, que recuerda a Houellebecq, se da sin caer en un discurso sociológico como en el que suelen caer varios autores actuales, y más bien ayudan a sostener el libro en torno a su personaje principal, apoyado en otros recursos literarios como la construcción de diálogos verosímiles, recursos idiomáticos que revelan la clase social de sus protagonistas con facilidad y giros sorpresivos  en la trama bien dosificados.

Si se trata de establecer conexiones, “La mujer soviética” es heredera de la estética pop  de  Andy Warhol. A lo largo de la novela se va revelando la construcción artística a partir de la imitación y el uso de géneros populares como insumos. Si hay algo que predomina en los grandes productores de telenovelas son los reciclajes de guiones, la  adaptación de historias para cada época con distintos protagonistas. Se utilizan las antiguas ficciones como materia  para las nuevas, y es ahí donde Metalius se erige como artista, impregnándole su sello a la caracterización de los personajes arquetípicos de las ficciones televisivas sin olvidarse la esencia del enganche con los televidentes, los elementos  eficaces para cautivarlos.

“La falsedad anunciada, la repetición a un paso de la hoguera y todo por culpa de la ficción. Nos ganamos la vida mintiéndole al público. El afán de imitar vidas ajenas es también un tipo de muerte (…) la ficción es un disfraz que nos condena a desaparecer y nos vuelve inmateriales, unidimensionales, fantasmas del melodrama, iguales a los espíritus que habitan el camerino y los demás rincones de la mansión”.
(pág.9)

La muerte rodea constantemente a los personajes de la novela, convirtiéndose en la guía de sus acciones tanto en su aspecto simbólico como real. Es a través de la inmortalidad de la ficción que Metalius busca dejar un legado, una estela alumbrada por su nombre y de ahí su rivalidad feroz con las jóvenes promesas televisivas. La eterna disputa de lo nuevo y lo viejo toma un carácter nocivo, llevando a desprenderse de cualquier vínculo, materno incluso, siendo este un campo desacralizado de tal manera que termina por convertirse en una carga nefasta para la consecución de los anhelos de los  personajes y en el origen de su perversidad.

En detrimento a una trama paralela que busca calzar de forma infructuosa una exploración sobre el mundo de la dark web,  uno de los mayores atributos de “La mujer soviética” es el planteamiento de la ficción, a través de la parodia de las telenovelas, como un elemento de dominación de masas, un sueño colectivo.

“El gobierno ejercía el control de los canales de televisión y empezó a transmitir Coral en los quince países de la Unión y en simultáneo, a las siete de la noche, la hora en que las familias se sentaban a cenar frente al televisor. El resultado fue un suceso nunca antes visto. Era la primera vez que transmitían una telenovela de Hispanoámerica, una realidad distinta donde no existían la Guerra Fría ni la crisis económica, donde los problemas eran más cotidianos”.
(Pág. 137)

El recurso del melodrama se ve reflejado como una manera de captar la atención mediática a través de la construcción artificial de historias cuyo alcance ya quisieran tener otras formas artísticas, al punto de ser esencial para validar una estructura social de manera constante. La telenovela más grande fue la del ser humano queriendo exterminarse a sí mismo, se dice hacia el final,  y al leer  el desmoronamiento moral  y físico de los personajes y su derrota progresiva frente al paso del tiempo, uno se da cuenta, que incluso siendo una parodia del mundo de los melodramas televisivos, los protagonistas están viviendo el suyo fuera de las pantallas confundiéndose la realidad y  la ficción en un inquietante policial que por momento recuerda a Rubem Fonseca. La novela de Dany Salvatierra fue una de las más gratas apariciones narrativas del año pasado, sin duda, y merece seguir leyéndose.

(Texto publicado en la Revista El Hablador)