Apocalipsis cotidianos
Acantilado, 2024.
512 pp. Traducción de Adán Kovacsics
                
                Tras
varios años de exilio en Argentina, Béla Wenckheim, barón caído en desgracia
tras haber dilapidado su fortuna en el vicio de los juegos de azar, vuelve a
tierras húngaras sin imaginar el nivel de histeria colectiva con el que sus
paisanos lo esperan. Este contexto inesperado obstaculiza el anhelado
reencuentro con su enamorada de juventud quien, cree él, es su última esperanza
de redención y la única posible respuesta a necesidad de seguir existiendo. La
revelación de su intencionalidad de reencontrarse con Marika, la destinataria
de su afecto, afectará la percepción social que recae sobre ella. Esta
situación –que gatillará una serie de rumores y chismes que circularán por
toda la ciudad–  también ocasionará que
muchas personas, comenzando por el alcalde, intenten sacar provecho de la
supuesta holgura económica del barón. 
Krasznahorkai recrea el delirio colectivo de un
pueblo entero mediante la superposición de un testimonio tras otro, concatenados
en una serie desesperada de cada uno por afirmar su existencia. A modo de
entremés, se intercala la historia principal con una subtrama de un personaje, denominado
Profesor, quien, tras ser víctima de los periodistas locales al iniciar la
novela,  deviene en rival de una pandilla
de neonazis, en unos pasajes más cómicos del libro. A la narración, se le suma
un tétrico pasaje, cuya conexión con la historia del barón y su pueblo se
revelará sólo hacia el final de las casi quinientas páginas de la novela.
La prosa característica del húngaro, con sus
frases extensas y que por momentos parecen infinitas, requieren la atención
total del lector. Este ejercicio resulta tan arduo como placentero: es una
invitación a expandir todos nuestros sentidos para lograr atisbar la locura del
mundo actual, en el que más allá del avance tecnológico –presente en los dispositivos
que usamos a diario o la inmediatez de las comunicaciones– no dejamos de
reproducir comportamientos primitivos motivados por el miedo a morir:
 «(…)
durante un buen rato nadie se atrevió a abandonar su domicilio, sólo intentaban
pensar, pero resultaba imposible hacerlo de forma razonable, comprender qué era
eso y cosas semejantes, todo esto parecía a primera vista la culminación de
cuanto había sucedido en los últimos tiempos, el miedo se había asentado muy en
lo hondo de todos, miedo a salir y ser los siguientes en acabar asesinados,
violados, humillados, secuestrados, en desaparecer sin dejar rastro, de manera
que nadie, ni un solo habitante se atrevía a salir, permanecían agazapados tras
las ventanas y miraban por los huecos que dejaban las cortinas lo que ocurría
allá fuera, de modo que realmente resultó difícil explicar por qué luego
salieron a pesar de todo, no fue porque ya todo les diera lo mismo, a buen
seguro, para eso no estaban todavía del todo desquiciados, sino precisamente
por el miedo…». (pág. 473)
                Las últimas cien
páginas del libro dan cuenta sobre cómo el mesianismo, eterno refugio de las
sociedades en tiempos de crisis, se convierte en una extensión de lo más
abyecto de los seres humanos al no otorgar la anhelada salvación y acaba por mutar
en una fascinación por aquellos que infunden y propagan el terror. Tras el
abrupto giro narrativo que sufre la historia del protagonista, Krasznahorkai
nos reinstala en un presente tan absurdo como posible. Un desvarío que produce el
nacimiento demonios entre nosotros. Una risa espantosa que retumba más y más
fuerte al terminar de leer esta novela, y que los lectores latinoamericanos,
más allá de las distancias geográficas y las diferencias socioeconómicas o
culturales, reconoceremos como cercana.  
                Por estos días, se ha
escrito mucho sobre cuál es la mejor puerta de entrada a la obra del nuevo
premio nobel. Algunos críticos recomiendan iniciar por sus novelas canónicas,
como Tango satánico o Melancolía de la resistencia. Otros, sugieren,
en cambio, comenzar por su narrativa breve.  En lo personal, me encuentro en este segundo grupo. Sin embargo, opino
que El barón Wenckheim vuelve a casa se erige como una opción
intermedia.  Esta novela, con su
oscilación entre el horror y la comedia, es una donde el lector puede encontrar
una sofisticada narrativa que invita a resistir a la inmediatez que demanda el
lenguaje del día a día y nos hace caer en cuenta que el apocalipsis no está por
llegar: está sucediendo. 

