"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


sábado, 28 de julio de 2018

Reseña: “Días laborables” de Diego Otero



Literatura Random House, 2018. 140 pp. S/.49

Hay autores que ejercen una fuerte impronta en uno, un quiebre en la manera de concebir la literatura (y tal vez la vida) al punto de provocar la escritura de una obra que les rinda homenaje como el que, a mi parecer, ha hecho Diego Otero (Lima, 1973) a la figura de Jorge Varlotta, mejor conocido por todos sus lectores como Mario Levrero, en su primera incursión en la narrativa.

El desaparecido escritor uruguayo dejó libros que intentaron escapar de los moldes de su época, cómoda en la extrañeza que provocaba,  pero en la que es posible identificar algunas etapas, con sus luces y sombras,  percibidas de manera latente en la novela de Otero. El protagonista es un oficinista, subgerente de Recursos Humanos (o inhumanos, mejor dicho), que se acaba de mudar a un edificio con unos vecinos enigmáticos, se encuentra en el epígono de su relación amorosa a distancia y su rutina radica en no hacer más que lo suficiente para mantenerse en su puesto de trabajo. Pero la llegada de un dúo brasilero de dudosa procedencia  a la compañía, con el objetivo de poner en marcha una “reingeniería organizacional” empieza a resquebrajar su estado de ánimo al punto de poner a prueba, no solo sus aptitudes para la función que desempeña, sino su capacidad de acomodarse a las nuevas y adversas circunstancias que se le presentan y frente a las que debe decidir si actuar o no.

Levrero fue un fiel lector de la obra de Kafka y Carroll, presentes de marcada manera sobre todo en sus primeros libros, y cuyos elementos también se hallan en esta novela. Del checo, nos encontramos con ese sujeto al que parece venírsele el mundo encima de un momento a otro, como si todos quienes lo rodearan se hubiera puesto de acuerdo para hacerle la vida imposible, sobre todo en el cada vez más agobiante mundo de la oficina, conjugado con el legado del autor de “Alicia en el país de las maravillas” a través la ruptura de la monotonía de la realidad con la evocación de un disparatado mundo onírico y la transformación de la realidad en un juego,  ¿Te gusta jugar?”  (pág. 38) le pregunta Marconne, uno de los dos brasileros al protagonista, como amenaza velada y que funde de disparador de las acciones , sosteniendo la intriga durante las poco más de cien páginas y la cruzada del hasta ese momento, apático personaje. ¿Debe cambiar su forma de responder a la adversidad?¿Es posible resistir o postergar esa decisión “hasta algún punto extremo” (pág. 27)? ¿Hasta qué punto es posible seguir siendo un Bartleby, y negarse, soportando la anhedonia como se muestra en pasajes como el que sigue?

“A veces, especialmente durante los últimos años, todo se me hacía tedioso y desagradable, y me desesperaba; entonces venía la sospecha de que adentro de mí estaba incubándose  una criatura huidiza y rabiosa. Pero luego me olvidaba y me quedaba pegado en alguna cosa que encontraba en Internet. O me levantaba del asiento y permanecía quieto frente al paisaje de cubículos, cabezas bien peinadas y luces fluorescentes.” (pág. 17)

Es en esa confusión sobre qué es real y qué no, que la novela logra sus mejores escenas con alegorías humorísticas  a la competencia desmedida y el abuso consentido como se vislumbra en los pasajes del show de los monos, cuyo montaje de domesticación laboral se usa como ejemplo de lo que se puede lograr si se inserta en el inconsciente de los trabajadores aquellos mantras llamados “competitividad” y “productividad”. Sin llegar a lo didáctico,  Otero parodia el mundo oficinesco, apoyándose en otros personajes exagerados, pero bien esbozados, como la practicante hipersexualizada o el empleado despedido que encuentra su vocación en la penuria del despido.

Pero este homenaje, también refleja los elementos pulp de sus obras menos logradas como “La banda del ciempiés” y “Nick Carter”, al acumular otros personajes sin propósito alguno, que no aportan mucho a la novela, como los gángsters con los que el protagonista se ve obligado a hacer trato o los vecinos del cuarto piso del edificio donde vive, cuya irrupción no termina de ser lo simbólica que parecía buscar Otero, presentes tanto al inicio como al final del libro. Simbólico sí es el recuerdo cruel de infancia de desacato a la autoridad (pág. 114) o la búsqueda de la luz, el espíritu y la iluminación de la experiencia como materia artística como hizo Levrero en la llamada “Trilogía Luminosa”: “El mundo puede ser un lugar bastante desagradable y oscuro, pero siempre hay formas  de contribuir con la luz, aunque esa luz solo sea simbólica y de modesto voltaje. “ (pág. 21) además del uso de aves como reflejo de la presencia o ausencia de estos, por citar algunos elementos  bien logrados en esta primera apuesta narrativa de Otero, quien entrega aquí una propuesta válida, interesante y distinta en muchos aspectos de sus contemporáneos locales, dicho esto último como un elogio.

(Texto publicado en el portal web "Punto y Coma")

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