"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke

"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra

"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet

"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki


viernes, 3 de mayo de 2019

Reseña: “Hienas” de Eduardo Plaza


Editorial Colmillo Blanco, 2018.96 pp.

Si hay algo que abunda y, peor aún, se suele resaltar como una virtud, es la confusión de concebir lo político en la literatura como el simple hecho de abordar los grandes eventos sociales con juicios morales displicentes sin trastocan el lugar común, el “correcto” . Al respecto, hay varios autores (Tabarovsky y Piglia) que han intentado despejar este panorama  volviendo a la pregunta clave: ¿qué es lo realmente político en  la literatura?

“Nuestra casa en Ossandón 60 dejaría la pobreza de cañerías rotas y se convertiría en “Edificio Ossandón 60, vive como tú y tu familia merecen”. Donde antes vivíamos seis, hoy viven doscientos cincuenta personas, una sobre otra, hasta el piso diecisiete.” (Pág. 27)

Detengámonos en esas líneas. Eduardo Plaza (La Serena, 1982) no necesita de muchas palabras para mostrar un cambio social de una dimensión estructural. No menosprecia al lector mostrándose didáctico e incluso apela al humor, tantas veces temido por los escritores. Muestra el paso del tiempo tanto en la atmósfera citadina como en la hogareña. La transformación que no pide permiso, que no perdona. Repito, lo hace en pocas frases, en el terreno netamente literario. No es una imposición de clase sociológica inmiscuyéndose en la ficción: es el relato ficticio el  que se cuela en otros campos, invadiéndolos y dominándolos. Ahí reside la fuerza literaria y es lo que el lector notará conforme vaya avanzando en la lectura de los ochos relatos que conforman el libro, el cual curiosamente empieza tambaleándose.

Si bien ya adelanta su habilidad para exponer el carácter de sus personajes e hilvanar escenas que ejemplifican sus tragedias, frases del primer relato “Teresa” como “sus extremidades eran delgadas como patas de zancudos” (pág. 14) o “huyó de sus matrimonio como huyen los perros atropellados” (pág. 17) mellan la lectura por la simpleza de sus construcciones. Sin embargo, no se vaya a pensar que se lo señala como crítica extensiva a todo el libro porque afortunadamente Plaza no vuelve a incidir en ello durante las siguientes páginas, tomando consciencia de sus virtudes narrativas como en “Federici cree ser emperador” sobre la perversión del acto de leer y en “Carolina Fellay” donde las descripciones de los cuerpos y locaciones cobran una relevancia simbólica notable,  aunándolas todas  en el crudo relato que presta su nombre al libro.

En “Hienas” se conjugan varios temas como la lealtad, la amistad, los deseos reprimidos o la melancolía por las relaciones efímeras y significativas. Frases como “Los niños de la playa vivíamos siempre con ese destino precario: hacer amigos que desaparecían” (pág. 42)  y “todavía pensábamos, a nuestros veintitantos, que no íbamos a morirnos jamás, tan conscientes de los límites de la vida ajena y tan inconscientes de la propia” (pág. 45) van configurando la sensibilidad de la narrativa de Plaza, atenta a gestos cargados de resonancias trascendentales para las decisiones que tomaron o están a punto de tomar, como en “Mariposa”, relato que gira en torno a una mentira y la validez de contarla o no.

El ocultamiento de la verdad como mecanismo de protección, tema que también alcanza relatos como “Animales de compañía” y “A ti nadie te obliga”, puede volverse en contra, como muestra en el último relato que apunta a las rigidices sociales enfrentadas a  los deseos imposibles de reprimir, con una escena que de lo caricaturesca termina por causar perplejidad en el lector. ¿Por qué? Por unos cuantos detalles. Por esas cuantas frases  bien ubicadas dentro del relato. Por ese cuidado en saber qué mostrar y qué no. Es ahí donde la narrativa de Plaza alcanza sus más altos bríos. Que se mantenga así.

(Texto publicado en el portal web "Punto y Coma")

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