No pocas veces me han preguntado.
¿Por qué esa necesidad de escribir,de crear historias? Cuando era más joven, me
quedaba en silencio. No era que no supiera qué responder. Se acumulaban
diversas respuestas en mi mente, pero no sabía cómo canalizarlas en una sola
respuesta contundente para satisfacer la interrogante de mi interlocutor.
Frustrado por ello, esbozaba una falsa sonrisa e intentaba cambiar de tema. Mas
ahora, luego de la lectura de este libro, la primera novela de Valeria Luiselli
(Ciudad de México, 1983), tendré una respuesta a la mano: Porque me gusta esa
sensación de ser un fantasma. Un fantasma que se encuentra en el limbo entre la
realidad y la ficción. En estado de permanente transición. Yendo y viniendo,
nunca estático. Que se nutre de la experiencia y la imaginación para crear
otras vidas. Eso. Crear otras vidas.Vencer los límites del tiempo y el cuerpo a
través de la literatura. Una forma de libertad en la que cada uno forma y
deforma un mundo creado a su manera.Observarlo todo desde afuera. La
capacidad de desvanecerse y disfrutar de la soledad cuando uno lo requiere. Y
también la de aparecer y aferrarse a aquello que nos hace vivir. Pero como dice
mi título, a mi parecer esta es una historia de fantasmas y es de eso que
quiero escribir.
Los fantasmas del pasado.
La historia comienza con una
escritora intentando escribir. Esta escritora tiene dos hijos, uno mediano y una bebé. También un esposo. Tres
presencias gravitando a su alrededor. La atosigan. Interfieren con su proceso
creativo. Entran y salen del mundo que está creando. Y ella empieza a recordar.
A recordar cuando era joven. Cuando nadie dependía de ella. Cuando disfrutaba
de su soledad. En su memoria los recuerdos amplifican dichas sensaciones. Viaja
a través de ellos a una etapa tal vez más fecunda, menos restrictiva. Nadie
requiriendo de su atención materna o conyugal.
Capaz de interesarse en otras vidas que le resulten tan extrañas como la
de Gilberto Owen. Gilberto Owen, un poeta mexicano de comienzos del siglo veinte. Un
poeta que también nos cuenta sus recuerdos. Recuerdos que oscilan entre lo
humorístico y lo frustrante. Imágenes de una posible amistad con Federico
García Lorca. De visiones de Ezra Pound. Pero todos estos recuerdos están
muertos. Tan sólo reviven si sus dueños los invocan. Dependen de ellos para
vivir fugazmente. Para ser fantasmas.
Los fantasmas de la soledad.
La joven escritora y traductora se siente
sola. Gilberto Owen se siente solo. Nadie puede entender su tragedia. Pues una
tragedia personal, por su misma denominación no la pueden comprender más que
uno mismo. Por más que lo afirmen con la mayor seguridad, ninguna persona puede
aliviar la carga por completo o ayudar a sobrellevarla en todo caso. La carga de un matrimonio frustrado.
De una sexualidad no satisfecha. De una obra no gratificante. Nadie. Debemos
aprender a convivir con ello. La vida es un aprendizaje sobre como convivir con
nuestras tragedias personales.
Los fantasmas de la memoria.
Los recuerdos aparecen y
desaparecen. Líneas arriba dije, que aparecen cuando sus dueños los invocan,
pero a veces no. Aparecen en los momentos menos oportunos. La visión de una
familia feliz, puede hacer aparecer los recuerdos de una mísera infancia. El
encuentro amistoso con una ex esposa puede evocar una discusión infernal de
hace muchos años. La escritora recordando a su versión más joven cada vez que
la frustra el presente. Gilberto Owen evocando tiempos mejores en una New York
antes de la crisis del 29. Como un evento telúrico, la memoria sale a flote sin
que haya un aviso previo que nos prepare para las consecuencias de dicha
aparición. Se desestabiliza el presente. El pasado resucitando para deformar el
presente. Las únicas víctimas: nosotros.
Los fantasmas de los escritores.
¿Es posible escribir una obra
totalmente original? ¿ Cuánto de los fantasmas de nuestros autores favoritos se
cuelan entre las líneas de nuestra escritura? La lucha por salir de su sombra
es constante. Salir de su estela para crear una propia. No ser versiones
ridículas de Roberto Bolaño. Copias falsas de Gabriel García Márquez.
Imitadores baratos de Jorge Luis Borges. Y sin embargo, cuanto los necesitamos.
Nutrirnos de ellos. Leerlos. Acariciar su obra, para infundirle vida a la
nuestra. Transitar entre nuestras lecturas y escrituras sin confundirnos y
perder la razón en el camino.
Los fantasmas del miedo.
Pasamos nuestra vida entera
luchando contra nuestros miedos. Los demonios que nos atormentan
incansablemente. Ahí, gritándonos que existen. Que no nos van a abandonar. Que
se regocijan con nuestro fracaso al tratar de evadirlos. Que son inherentes a
nosotros. Y sin embargo qué vivos nos hacen sentir esos miedos. La muestra de
que somos humanos, vulnerables e indefensos. Imperfectos. Sí, imperfectos. La
escritora, con miedo de no ser capaz de sostener su familia y perseguir sus
ambiciones literarias. Gilberto Owen, tomando alcohol para combatir el miedo de
perder a sus hijos. Lucha constante para que los problemas no les ganen la
partida. Golpe a golpe. La vida que se siente en ese acto constante de dar y
recibirlos.
Los fantasmas de los amores pasados
Momentos antes de morir, ¿nos
acordaremos de todas aquellas que amamos y/o nos amaron? ¿De todas las personas
con las que establecimos un vínculo? Incluso no con las que simplemente nos
acostamos, sino con las que hicieron que el acto valiera la pena. Gestos y
palabras que marcaron aquellas relaciones. Actos que definieran nuestra
existencia en un momento determinado de nuestras vidas. ¿O es que la memoria
filtrará estos amores? ¿Cuántos de ellos perdurarán como fantasmas a nuestro
alrededor? ¿ Hay forma de salvarlos a todos? ¿Vale la pena?
Los fantasmas de la felicidad
Hay personas que se pasan la vida
entera buscando un periodo de felicidad con fecha de inicio y de caducidad
conocidos. Toda su atención enfocada en ello. En lograrlo y salvarse. Salvarse
de una vida que se percibe llena de tedio y frustración. De constante agonía y
asquerosa resignación. En mi opinión, son personas que van a tener el mismo
éxito que los cruzados en su búsqueda del Santo Grial. La felicidad me evoca la
figura de un fantasma. Que aparece y desaparece. Sobre la que no tendremos control pero sí la
certeza de que su aparición será para marcarnos. Felicidad como la de encontrar
una autora como Valeria Luiselli y leer su novela “Los ingrávidos”.
+Algunas frases:
“A veces tenemos la impresión de
ser como dos Gullivers paranoicos, caminando eternamente de puntillas para no
despertar a nadie, para no pisotear nada importante y frágil.”
“Las novelas son de largo
aliento. Eso quieren los novelistas. Nadie sabe exactamente lo que significa
pero todos dicen: largo aliento. Yo tengo una bebé y un niño mediano. No me
dejan respirar. Todo lo que escribo es –tiene que ser- de corto aliento. Poco
aire.”
“Yo procuro emular a mis
fantasmas, escribir como ellos hablaban, no hacer ruido, contar nuestra
fantasmagoría.”
“Pues lástima. ¿Ya oíste, Minni?,
tenemos el honor de trabajar con la única latinoamericana que no fue amiga de
Bolaño. ¿Quién es ése, chief?, preguntó Minni, que nunca se enteraba de nada.
Es el escritor chileno muerto con más amigos vivos.”
“A la hora de las acusaciones el
cuchillazo definitivo es la higiene moral propia.”
“Y el dolor, un dolor más
parecido a un destello de luz, un destello que deja una estela, que deja una
huella y que se esfuma tan incompresiblemente como vuelve a llegar.”
“Dejar una vida. Dinamitar todo.
No, no todo: dinamitar el metro cuadrado que uno ocupaba entre la gente. Más
bien: dejar sillas vacías en las mesas que se compartían con las amistades, no
a modo de la metáfora, sino en verdad, dejar una silla, volverse un hueco para
los amigos, permitir que el círculo de silencio en torno a uno se ensanche y se
llene de especulaciones. Lo que pocos entienden es que uno deja una vida para
empezar otra.”
“En “Las mil y una noches” la
narradora hilvana una serie de relatos para posponer el día de su muerte. Tal
vez un mecanismo semejante pero inverso le sirva a esta historia, a esta
muerte. La narradora descubre que mientras hilvana un relato, el tejido de su
realidad inmediata se desgasta y quiebra. La fibra de la ficción empieza a
modificar la realidad y no viceversa, como debiera ser. Ninguna de las dos
cosas es sacrificable. El único remedio, la única manera de salvar todos los
planos los planos de la historia es cerrar una cortina y alzar otra: bajar una
persiana para poder desabrocharse la blusa: desescribir una historia en un
archivo y urdir una trama distinta en otro.”
“Dar el criollazo: dejar a tu
marido en la cima de tus treinta para dedicarte a los maridos de las otras. Dar
el criollazo: dejar a tu mujer, en la puerta de tus cincuenta, para dedicarte a
las que no tienen maridos.”
“Por supuesto hay muchas muertes
a lo largo de una vida. La mayoría de las personas no se dan cuenta. Creen que
se mueren una vez y ya. Pero basta con poner un poco de atención para darse
cuenta de que uno va y se muere a cada rato.”
“Las tragedias personales, como
la ceguera paulatina y fatal, se imponen a nosotros como las cataratas a los
ojos de agua en donde caen.”
“Supongo que así es la
enfermedad, un relevo de uno mismo por uno mismo –el fantasma de uno mismo-.”
“El problema con los criollos, y
hasta en mayor grado con las criollas, es que están convencidos de que merecen
una mejor vida de la que tienen. La mente criolla está convencida de que bajo
la corteza del cráneo porta un diamante que alguien tendría que descubrir,
pulir y poner en un cojín rojo, para que los demás se admiren, se pasmen, se
den cuenta de lo que siempre se habían perdido.”
“Supongo que la diferencia entre
ser joven y ser viejo radica en el grado de frivolidad con el que nos
relacionamos con la muerte. De joven, era tal mi desprecio por la vida que me
iba provocando muertes cada vez más opulentas. Lo jodido es que ahora, que
preferiría estar vivo nomás, me he provocado una muerte lenta, humillante y
aburrida.”
“El español es una lengua que se
presta para la criticonería y por eso somos malos críticos y buenos enemigos de
nuestros amigos.”
“Ya en el vagón, recuesto la
cabeza sobre el asiento y me tiento los párpados cerrados a ver si siguen ahí
mis ojos. Ahí están, llenos de agua, con el recuerdo de mis hijos como efigies
heridas.”
“Yo me escondo y los demás me
tienen que encontrar. A veces pasan horas. Me encierro en el clóset y escribo
párrafos larguísimos sobre otra, una vida que es mía pero no es mía.”
“La gente se muere, deja
irresponsablemente un fantasma de sí mismo por ahí y luego siguen viviendo,
original y fantasma, cada uno por su cuenta.”
“Si te dedicas a escribir
novelas, te dedicas a doblar el tiempo. // Creo que más bien se trata de
congelar el tiempo sin detener el movimiento de las cosas, un poco como cuando
uno va subido en un tren, viendo por la ventana.”
“Los finales amorosos nunca son
épicos. Nadie se muere, nadie desaparece de veras, nada termina de terminar
nunca. Pero yo si me muero y la gente si desaparece.”
+Sobre la autora:
VALERIA LUISELLI es autora del libro de ensayos Papeles falsos (Sexto Piso, 2010) y de la novela Los ingrávidos (Sexto Piso, 2011), que han sido traducidos a múltiples idiomas y aclamados internaionalmente. Ha colaborado en publicaciones como The New York Times, Granta, McSweeney’s y Letras Libres. Ha sido libretista para el New York City Ballet, y colabora regularmente con galerías de arte, como la Serpentine Gallery en Londres y la Colección Jumex en México. Vive en Nueva York.
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