¡Qué
esfuerzo!
¡Qué
esfuerzo del caballo
por ser
perro!
¡Qué
esfuerzo del perro por ser golondrina!
¡Qué
esfuerzo de la golondrina por ser abeja!
¡Qué
esfuerzo de la abeja por ser caballo!
(Federico
García Lorca, Poeta en New York)
A veces pienso que el acto de leer una novela se parece al de ingerir
una pastilla. Intentando curarnos de lo tediosa y enfermiza que puede ser la
realidad que nos ha tocado vivir, empezamos a leer ficciones. Si estas son de
mala calidad o no logran cautivarnos podemos intoxicarnos de manera rápida y
terrible, alejándonos de manera permanente del causante de dicho malestar. Pero
si son buenas, las procesamos de manera lenta y placentera, cautivándonos y
exigiendo más de similar calidad. Hay talentos literarios capaces de crear
dicho tipo adicción. Uno de ellos es el de Javier Cercas.
La primera vez que me adentré en la literatura de Javier Cercas fue
cuando tomé prestado el voluminoso ejemplar de tapa dura que tiene disponible
la biblioteca del Centro Cultural de España de “Anatomía de un instante”, un
libro inclasificable y maravilloso. Debo admitir que tuve dudas al inicio:
¿Cómo me iba a enganchar con la historia de un golpe de estado acontecido en
España durante la década de los ochenta? Página a página, dichas dudas se
fueron disipando, mientras Cercas iba inspeccionando con minuciosidad cada
hecho y personaje que rodeó al llamado 23-F.
Cercas se sumergió en una empresa difícil para cualquiera, pero de la
que para felicidad de sus lectores sale airoso. Lo sorprendente era que trataba
de acercarse lo máximo posible a la verdad de los hechos pero al final logra transmitir
la misma tensión al lector que cuando
leemos una ficción por lo que nos preguntamos si en verdad pasó.
Luego leí “Soldados de Salamina”, su libro más conocido, elogiado por
personalidades como Mario Vargas Llosa, Coetzee y SusanSontag. Una de las obras
en lengua castellana más importantes surgidas este siglo. La trama gira en
torno a una pregunta simple, alrededor de la cual se construye toda la novela:
¿Por qué aquel soldado republicano anónimo decide no dispararle a Rafael
Sánchez Maza? Un periodista que ha fracasado en su vida que es y no es Javier
Cerca intenta responder a esta pregunta hurgando en todos los caminos posibles
que lo lleven a una respuesta satisfactoria, cruzándose en su camino con un
escritor chileno que es y no es Roberto Bolaño. Y en ese intento lo acompañamos
con la esperanza de que la respuesta no llegue mientras esperamos que las páginas
no terminen.
En “Las leyes de la frontera” hay una interrogante que funciona de
nervio central de la historia: ¿Quién
delató a la banda del Zarco? Para llegar a dicha pregunta, Cercas nos
transporta a la España post franquista de 1978. Ignacio Cañas, un joven clasemediero
empieza a percibir lo dolorosa que puede ser la etapa de la adolescencia. Sus
amigos se han vuelto contra él, empieza a sentirse inseguro, el miedo va
calando en él de forma imparable. Perdido y vulnerable, conoce al Zarco y a
Tere. En ese momento, su destino toma un camino irreversible.
El Zarco y Tere, son dos pandilleros que viven al otro lado de la
frontera, que en esta novela va más allá del límite de dos barrios. Es la
frontera de dos formas de encarar la vida, de dos clases sociales, de dos mundos
que han convivido siempre, pero que recién en el encuentro de dichos dos
personajes empiezan a tomar conciencia de la existencia del otro. El encuentro
con el Zarco va ser un eje central en la vida de Ignacio o, como lo bautiza el
Zarco, Gafitas.
Antes de conocer al Zarco yo era
débil, y conocer al Zarco me hizo fuerte; antes de conocer al Zarco yo era un
niño, y conocer al Zarco me convirtió en un adulto.
Cuando Gafitas decide unirse a la vida del Zarco, empieza a perder la
inocencia. Va desechando los temores de la infancia y la adolescencia para
comenzar a darle espacio a los de la
adultez. Y en ese proceso contribuirá sin duda el enamoramiento por Tere. Como
en muchas grandes novelas, Tere será la “mujer fatal”, aquella por la que los
hombres son capaces de perder la cabeza (algo que en la literatura se da desde
“La Ilíada”). Tere representará para Gafitas el conocimiento del sexo, el amor
y la violencia.
Si enamorarse de alguien no
consiste en idealizarlo, ya me contará en qué consiste.
Una vez que Gafitas se siente parte de algo, empieza a prescindir de
muchas cosas que venía sintiendo como una “carga” en su vida como la figura de
autoridad de su padre, los límites de la moral que lo había acompañado hasta
ese momento cuya pérdida está representada en la facilidad con que empieza a
delinquir sin remordimiento alguno o el miedo por los abusadores del colegio.
Cercas esboza de manera certera la crudeza de los cambios que nos acontecen
durante la adolescencia, pero creo que va más allá de ello, pues en la figura de Gafitas realiza una metáfora
de los cambios sociales por los que está atravesó el país ibérico luego de décadas del gobierno
autoritario de Franco. El dolor de la llamada Transición.
Hacía tres años que Franco había
muerto, pero el país continuaba gobernándose por leyes franquistas y oliendo
exactamente a lo mismo que olía el franquismo: a mierda.
Aquel verano de cambios drásticos se acabará cuando la banda del Zarco
sea desbaratada y una escena salida de “Soldados de Salamina”, determine la
vida de Gafitas. Lo que sucede en la segunda parte de la novela, ubicada muchos
años después de los acontecimientos del 78
es el enfrentamiento de los
personajes centrales con las decisiones que tomaron en el pasado. Y aquí
prefiero detenerme en lo que respecta a escribir sobre los hechos de la novela
para no malograr el placer de descubrirlo por su cuenta.
“Las leyes de la frontera”, nos habla de muchos temas, pero el que
aquí destaco es el que ya mencioné, sobre el camino hacia la adultez que
implicará la pérdida de la inocencia. Este está lleno de violencia, traiciones,
sufrimiento y desamor. Y es aquí cuando un lector de “La ciudad y los perros”
podrá percibir la luz vargasllosiana iluminando esta novela. Al identificarnos
con Gafitas, el Zarco o Tere, realizamos el mismo ejercicio que cuando lo
hicimos con el Poeta, el Esclavo o el Jaguar. Incluso podemos enlazar escenas
como la del Jaguar humillando al Esclavo con la de Batista, el abusivo del
colegio de Gafitas, con éste último.
Eres un cobarde, dijo por fin,
tirándome las gafas al suelo. Me das asco.
Las dos protagonistas que responden al nombre de Tere. Incluso la
metáfora de la frontera, que en la novela del Nobel, era la del colegio con la
ciudad, la del caos con la civilización. ¡Cómo dan ganas de volver a leer
aquella novela! Es por ello, que creo que Cercas realiza el mejor de los
homenajes: evocar lo mejor de dicha novela, pero con la originalidad de una
historia propia. Preguntas sin respuesta. Un lenguaje que esconde en su sencillez
la destreza narrativa de su autor. Hechos que servirán como espejo donde se
reflejarán partes de nuestras vidas. No deje pasar la oportunidad de leer esta
novela. Termino este texto con esta frase:
¿Para qué sirven las historias
si no es para identificarse con ellas?
+Frases:
¿Sabe? Siempre he oído decir que la infancia es cruel, pero yo creo
que la adolescencia es mucho más cruel que la infancia. En mi caso, así fue.
Dicho esto, usted es escritor y debe saber que, aunque nos tranquiliza
mucho encontrar una explicación para lo que hacemos no tiene una sola
explicación, suponiendo que tenga alguna.
Los antiguos sabios decían que no hay que despreciar a la serpiente
por no tener cuernos; quizás algún día se reencarne en dragón. Del mismo modo,
un hombre solo puede convertirse en ejército.
La costumbre te enseña a manejar una parte del miedo; pero el miedo
entero nunca aprendes a manejarlo: casi siempre es él quien te maneja a ti.
¿Vosotros no tenéis miedo? Y él contestó: Sí, pero tenemos un miedo
que no es como el tuyo. Tú piensas en el miedo y nosotros no. Tú tienes cosas
que perder, y nosotros no. Tú tienes cosas que perder, y nosotros no. Esa es la
diferencia.
¿Me guardarías un secreto? Y el otro le contestaba: Si no eres capaz
de guardarlo tú, ¿por qué voy a guardártelo yo?
Lloré mucho rato allí, en silencio, sentado casi a oscuras junto a mi
padre en aquel comedor semivacío de una casa perdida en un pueblo perdido, con
un desconsuelo que no conocía o no recordaba, con la sensación de haber
desentrañado de golpe el significado completo de la palabra fracaso y de haber
descubierto un sabor desconocido, que era el sabor de la vida adulta.
Más asombrado aún, comprendí que ya no sentía ninguna necesidad de
vengarme de él, porque ya ni siquiera le odiaba y que esa era la mejor forma de
venganza.
(…) y yo aprendía que el poder se pierde con la misma facilidad con
que se gana y que una a una las personas somos casi inofensivas, pero en grupo
no.
El caso es que precisamente en ese momento, cuando había conseguido el
dinero y la posición por los que llevaba años peleando, me invadió un
sentimiento de inutilidad, la sensación de que ya había hecho todo lo que tenía
que hacer, de que lo que me quedaba por vivir no era exactamente la vida sino
las sobras de la vida, una especie de prórroga insípida, o quizá la sensación
era que, más que insípida o mala o prorrogada, la vida que llevaba era un
error, una vida prestada, como si en algún momento hubiera tomado un desvío
equivocado o como si todo aquello fuera un pequeño pero espantoso malentendido.
Un abogado no es un representante de la ley sino un intermediario
entre la ley y el delincuente. Esto nos convierte en tipos equívocos, de moral
dudosa: nos pasamos la vida tratando como ladrones, asesinos y psicópatas y,
como los seres humanos funcionamos por ósmosis, lo normal es que acabemos
contaminados por la moral de ladrones, asesinos y psicópatas.
Esa era la contradicción esencial que me saltó a la vista aquella
tarde: El Zarco quería y no quería seguir siendo el Zarco, quería y no quería
cargar con su leyenda, con su mito y con su apodo, quería ser una persona y no
un personaje y al mismo tiempo quería seguir siendo además de una persona, un
personaje.
Pero uno no escribe los libros que quiere, sino los que puede o los que encuentra, y el libro que yo he
encontrado es ese y no es ese.
Digamos que soy un pesimista preventivo: siempre espero lo peor. Por
eso disfruto más de lo mejor. O eso creo.
Empecé a decirme que una buena mentira no es una mentira pura, exenta,
que una mentira pura es una mentira inverosímil, que, para que sea verosímil,
una mentira tiene que construirse en parte con verdades.
A mí me parece que la primera
impresión es la única que cuenta; todo lo demás son añadidos que no alteran en
nada lo esencial.
Si uno no entiende que hay cosas más importantes que la verdad no
entiende lo importante que es la verdad.
Tere sonrió con los ojos, pero no con los labios.
Joder, lo mejor que me ha pasado en la vida me ha pasado por un
malentendido, porque me gustó un libro horrible y porque pensé que un villano
era un héroe.
+Sobre el autor:
Javier Cercas
(Ibahernando, 1962) es profesor de literatura española en la Universidad de Gerona. Ha publicado seis novelas: El móvil, El inquilino, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina, La velocidad de la luz y Anatomía de un instante. Su obra consta también de un ensayo, La obra literaria de Gonzalo Suárez, y de tres volúmenes de carácter misceláneo: Una buena temporada,Relatos reales y La verdad de Agamenón. Sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas y han recibido numerosos premios nacionales e internacionales, dos de ellos al conjunto de su obra: el Premio Internazionale del Salone del Libro di Torino, en Italia, y el Prix Ulysse en Francia.
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