1.- “¿En qué medida hacemos nuestra propia historia con base en nuestro libre arbitrio, por oposición a la medida en la que la hacemos influidos por las circunstancias legadas por el pasado?” es una de las preguntas con las que inicia el libro, y la cual calza perfecta con el contexto electoral actual, lleno de miedos generados por fantasmas del pasado, muchas veces imaginarios, incluso. ¿Que las campañas se hayan enfocado en ello y no en una visión a futuro habla de un miedo a lo que vendrá? ¿Es una sensación de conformidad derivada de este miedo lo que hace inviable una mirada mucho más optimista?
Creo
que la respuesta a ambas preguntas es “sí”. Que, por ejemplo, haya gente que,
siendo consciente de todos los crímenes del fujimorismo, crea que votar por su
candidata es la única opción posible sugiere que los motiva un miedo raigal
frente a lo que consideran una amenaza comunista. Y aunque creo que hay razones
válidas para temer la candidatura de Castillo, esa no es una de ellas: se trata
de un equívoco que se repite hace casi un siglo, desde el APRA a partir de los
años 30 hasta Sagasti en 2021, pasando por Belaúnde en los años 60, parte de nuestras
élites ha vivido atemorizada por fantasmas de su propia creación, a los que
asocian en forma invariable con el comunismo (aunque no haya mayor fundamento
para ello).
2.- Se afirma que el fútbol puede ser visto como una forma de religiosidad secular, capaz de proveer cohesión social y dotar de una identidad social, y no recuerdo unos años en los que esto haya sido tan evidente como cuando clasificamos al Mundial o quedamos segundos en la Copa América, con una sensación de fraternidad que ni la conmemoración del Bicentenario ha generado. Pero también es un espejo de nuestras taras, como cuando tenemos que organizarnos a nivel de clubes y participar en copas internacionales con resultados paupérrimos. ¿Cuál es tu lectura de que a pesar de haber tenido logros destacables, no se haya avanzado nada a nivel de gestión más allá que sea un lugar común pedirlo? ¿Por qué los gobiernos peruanos no han sido capaces de generar una política nacional realmente efectiva de fomento del deporte con el capital político que esto podría haberles generado?
El
caso del fútbol profesional no es como el de cualquier otro deporte, dado que
en él la máxima autoridad no es el gobierno peruano sino una entidad
internacional: la FIFA. Cuando el gobierno peruano cuestionó el mandato del
entonces presidente de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), Manuel Burga, la
FIFA sugirió la posibilidad de suspender la participación de la selección
peruana de las competiciones internacionales que organiza, lo cual bastó para
que el gobierno retrocediera. A su vez, la FPF reproduce a nivel local las
taras de la propia FIFA (las cuales conocimos a través de sus problemas
legales).
En
cuanto a los equipos de fútbol profesional, se decía que, en lugar de clubes
sociales, debían ser empresas privadas para ser más eficientes. Pero descubrimos
que, si se trata de empresas en las que un individuo es el propietario
indiscutido del equipo en lugar de, por ejemplo, tratarse de una entidad que
cotiza en bolsa (y que, por ende, debe presentar reportes sobre su desempeño a
sus accionistas), la privatización no hace necesariamente una gran diferencia.
3.-
Al mencionar las ideas de Cappa y Niembro sobre el fútbol peruano como algo que
funciona a nivel micro pero no macro, me es inevitable extrapolarlo a otras
esferas, como nuestra sostenibilidad económica, tan endeble frente a cualquier
choque externo, debido entre otros factores a que las élites económicas se
contentan con los recursos que proveen las actividades extractivas sin alentar
el desarrollo de las otras fases industriales que podrían generar mucho mayor
valor agregado. ¿Por qué ese visión tan ajustada al corto plazo y al beneficio
inmediato pero no duradero?
Aunque
esta respuesta no agota el tema, creo que parte del problema deriva de los
incentivos institucionales que enfrentan los actores involucrados. Por ejemplo,
los estudios sobre la materia sugieren que los partidos políticos tienen
mayores incentivos para hacer una buena gestión de gobierno cuando tienen
perspectivas razonables de perdurar en el tiempo, y cuando temen un castigo electoral
en caso de realizar una mala gestión. Pero el Perú debe ser el único país en el
mundo en el que, en cuatro elecciones consecutivas, el partido en el gobierno
ni siquiera presenta candidato en la siguiente elección presidencial.
Un
tema más específico del Perú podría tener que ver con los incentivos que, en
ocasiones, ofrecen ciertas actividades económicas, como las extractivas. De un
lado, explotan un recurso finito, no uno renovable. De otro, en ocasiones su
rentabilidad depende menos de la inversión o de la productividad de la empresa
que de un factor fuera de su control, como el precio internacional del recurso que
explotan. Esas características no necesariamente inducen a pensar en la
sostenibilidad a largo plazo del negocio: eso dependerá del entorno
institucional en el que se desenvuelven.
4.-
Mencionas en el libro la problemática del dengue que tuvo unos picos de
propagación casi al mismo tiempo que iniciaba la actual pandemia y en la que se
corrobora que un problema sanitario no es “urgente” en los medios o la
conversación pública hasta que llega a la capital y las principales zonas
urbanas, símbolo de la falta de políticas efectivas de descentralización
sanitaria. Más allá de lo que depare los resultados de estas elecciones,
¿piensas que los problemas regionales empiecen a deparar, ahora sí, una mayor
atención por parte del Gobierno Central? Y de no ser así, ¿qué más choques se
requieren para que esto se dé?
El
drama peruano en la materia es que, cuando finalmente se propició un proceso de
descentralización, este terminó siendo un proyecto en lo esencial fallido. Pero
incluso en el mejor escenario, sigue siendo cierto que los beneficios de la
apertura económica hacia el exterior han sido mayores en la costa (que ya antes
tenía una mejor situación económica), que en el resto del país. Un autor
confeccionó un mapa al respecto, y queda claro el patrón: en las presidenciales
de 2006, 2011 y 2021, las zonas que recibían menores beneficios de la apertura
económica votan por Humala en dos ocasiones, y hoy lo harían por Castillo. Las
que obtuvieron mayores beneficios, comenzando por Lima, votaron por García y
luego en dos ocasiones por Fujimori. En ese sentido, cobrar más impuestos a
quienes más tienen para brindar mejores servicios públicos a quienes menos tienen
favorecería no sólo a estos últimos, sino al interior del país secularmente
postergado. Creo que el mediocre desempeño económico del último lustro, unido a
las devastadoras consecuencias de la pandemia hacen algo así más probable, pero
no inevitable.
5.-
Mencionas el caso de los bancos del Primer Mundo rescatados durante la
crisis del 2008 y pienso que es un caso comparable a lo ocurrido con Reactiva,
donde muchas empresas privadas recibieron ayuda económica por parte del Estado
y siguieron con prácticas que atentaban no sólo contra sus propios
trabajadores, sino contra los consumidores. El caso sueco es interesante porque
se rescató a las entidades mas no a sus propietarios y ejecutivos. ¿Qué podría
establecerse en el Perú donde esa figura podrían asumirla los sindicatos, cuya
importancia ha sido erosionada en las últimas décadas?
No
me opongo a programas como Reactiva en tiempos de recesión, y menos aun cuando
esta es en parte consecuencia de las políticas públicas adoptadas para afrontar
la pandemia (como las cuarentenas). El punto es que, para asegurar que los
beneficios de programas como ese lleguen al mayor número posible, el acceso a
ellos debería tener ciertas condiciones (tal como ocurrió en otros países). Por
ejemplo, en algunos casos en que se subsidió a empresas, el subsidio fue directamente
a pagar parte del salario de los trabajadores: si la empresa despedía
trabajadores, perdía el subsidio. En países como Dinamarca, no podían acceder a
los programas públicos de estímulo económico empresas que tuvieran su matriz
fuera del país (habitualmente para eludir el pago de impuestos), y así,
sucesivamente. En el Perú, por ejemplo, tuvimos conglomerados de clínicas que,
mientras accedían a los créditos subsidiados del programa Reactiva, cobraban
150 soles por un omeprazol (que podía conseguirse por 1 sol), o pedían un
depósito de 150,000 soles como garantía para acceder a una cama UCI.
6.-
Al tratar el tema de la probabilidad de ocurrencias de eventos, se denota
que la irrupción de esta pandemia fue un “cisne blanco” más que uno “negro”,
¿lo mismo podría aplicarse para el caso de estos resultados electorales de la
primera vuelta?
Tiendo
a pensar que sí, en el siguiente sentido. Desde 1990 (con Fujimori), hasta la
última elección para la alcaldía de Lima (con Muñoz), hemos visto un repetirse con
cierta frecuencia la siguiente experiencia: una proporción significativa de
electores, inconforme con quienes ocupan los primeros lugares en las encuestas,
espera hasta la etapa final de la campaña antes de decidir su voto. Y, en ese
tramo final, se decanta en su gran mayoría por una candidatura relativamente rezagada
hasta ese momento en la competencia: tras cinco años en los que los niveles de
pobreza se habían estancado sucedidos por un aumento dramático de la misma
producto de la pandemia, era previsible que podíamos esperar una reedición de
ese fenómeno y que una candidatura crítica del orden establecido podía ser la beneficiaria.
No digo que fuera un desenlace necesario, pero sí uno probable.
7.-
Mencionas el caso de las mujeres liderando los gobiernos en los países que
mejor afrontaron la problemática de la Pandemia, y en el Perú se habló de ello
al ver cómo habían cambiado las jerarquías en los tres poderes del Estado en
los últimos meses. ¿Pero qué ocurren en
los mandos medios y más operativos?
En
el libro cito estudios que sugieren que, producto de una socialización
diferente, las mujeres en puestos de liderazgo son más proclives a trabajar en
equipo y menos proclives a tomar grandes riesgos, y que ambas características
resultaron beneficiosas para enfrentar la pandemia. Pero antes digo que, según
esos mismos estudios, para que las mujeres en posiciones de liderazgo lo ejerzan
de manera diferente a los hombres, parecía ser una condición necesaria que
hubiese una masa crítica de mujeres en puesto de liderazgo, a todo nivel. Es
decir, no sólo que hubiera mujeres en los cargos más altos, sino además que su
entorno general incluyese una proporción considerable de mujeres ,cosa que no
suele ocurrir, por ejemplo, con las ejecutivas que ocupan los cargos más altos
en grandes corporaciones.
8.-
Resulta curioso cómo los republicanos analizaron las preferencias
televisivas de los estadounidense (los
zombis de The Walking Dead) para la campaña de Trump en el 2016. Si tuvieras
que analizar la evolución de los contenidos televisivos más consumidos por los
peruanos hoy en día, ¿qué crees que podrían aprovechar los candidatos políticos
si tuvieras que idear una campaña de marketing a partir de los valores más
importantes para los peruanos?
Los republicanos identificaron sólo a un
segmento de los cultores de The Walking Dead como votantes potenciales, y creo
que ese es el mensaje fundamental: hace medio siglo no existían internet, redes
sociales, televisión por cable, etc. Por esa razón, uno podía esperar que, por
ejemplo, un sábado en la noche personas de toda condición vieran en gran parte
del país un programa como “Risas y Salsa” (el de mayor audiencia por años en el
Perú). Hoy en día hay menos referentes comunes, razón por la que las campañas
de marketing (político o no), deben afinarse para apelar a nichos específicos.
Aunque
añadiría que, la candidatura de Castillo implica una representación simbólica
que apela a identidades que trascienden nichos específicos. Por ejemplo, regionales
(sierra sur y central, sobre todo rural), estratos socio-económicos (población
en situación de pobreza y extrema pobreza), en incluso étnicas (me sorprende,
por ejemplo, la escasa alusión a este último tema durante la presentación de su
equipo técnico, mientras en el equipo técnico de Fujimori el único que no
parecía provenir de las élites tradicionales era Rómulo Mucho). No es que
Fujimori no tenga capacidad de apelar a grupos más amplios que los denominados
“nichos de mercado”, pero no en la misma proporción (por eso ella necesitaría
en mayor medida complementar esa base apelando a nichos electorales
específicos). Todo esto, por cierto, es mera especulación, dado que no soy
especialista en el tema.
9.-
¿Qué tendría que hacer el próximo presidente en el corto plazo para
construir una legitimidad que le permita afrontar los futuros cinco años sin
que lo vaquen?
Creo que el riesgo de vacancia sería menor con
Fujimori. De un lado, el denominado “modelo económico” tiene una serie de
problemas, pero entre sus virtudes está la capacidad de generar crecimiento y,
además, gane quien gane, hacia fin de año podría tener condiciones favorables
para ello (porque la mayor parte de la población adulta ya estaría vacunada y
porque los precios de algunos de nuestros principales productos de exportación,
como el cobre, han crecido en tiempos recientes). En segundo lugar, Fujimori
tiene mayor probabilidad de tener una mayoría parlamentaria y, de otro lado,
tendría menor oposición por parte de los poderes fácticos (prensa, gremios
empresariales, fuerzas armadas, etc.).
Por ello la pregunta tiene más sentido en la
eventualidad de un triunfo de Castillo. Diría que cumplir sus promesas
redistributivas sería un paso que ayudaría a sostener su legitimidad social.
Pero, incluso en el mejor escenario, un gobierno que pretende cambiar el statu
quo (incluyendo un cambio de constitución), suscitará incertidumbre y, por
ello, una retracción de la inversión privada hasta que los inversionistas sepan
a qué atenerse. Mientras más demoren en definirse las nuevas reglas del juego,
mayor es el riesgo de que esa retracción de inversiones perdure y termine por
afectar de modo perdurable el desempeño económico. Por ende, creo que Castillo
tendría que resolver ciertos asuntos (como la renegociación de contratos con
empresas en industrias extractivas), lo más pronto posible y de manera que
permita obtener ingresos adicionales para el Estado sin ahuyentar la inversión
privada. Creo que eso es posible por dos razones. De un lado, por los costos
hundidos que implican las actividades extractivas (es decir, costos que ya se
asumieron y que sólo podrían recuperarse en un período prolongado de tiempo),
y, de otro, por la posibilidad de que estemos ad portas de otro ciclo de
precios favorables para nuestras exportaciones primarias (aunque siempre es difícil
prever cuanto podría durar). Repito que, aunque creo que ese escenario es
posible, no me atrevería a afirmar que sea el más probable.
10.-
¿Cómo percibe la instrumentalización de la selección y la camiseta para
apoyar la campaña de una de las candidatas a la presidencia en las elecciones
más polarizadas que se recuerde? ¿podría menoscabar la imagen de unidad del
fútbol en el mediano plazo?
Creo
que la mayoría es consciente de que no fueron revelaciones espontáneas por
parte de los jugadores, sino parte de una campaña orquestada. Y, además, creo
que la mayoría pensó poco en las consecuencias de sus actos, porque no esperaban
que hubiera alguna: virtualmente todo personaje que tuviera alguna figuración o
influencia pública optó por la misma candidatura y, por lo dicho respecto a los
poderes fácticos, optar por ella no atraería la animadversión de grupos de
interés poderosos. Creo que el único error de cálculo podría ser el de
Advíncula, que no pareció tomar en consideración el hecho de que la barra de su
equipo (el Rayo Vallecano), tiene una vieja filiación de izquierda.
Ahora
bien, más allá del fútbol, el que casi todos aquellos que, ejerciendo algún
grado de influencia en la sociedad peruana, hayan tomado partido por Fujimori, podría
terminar teniendo un efecto adverso para su candidatura. Su rival podría, por
ejemplo, usar ese hecho para alegar que se trata del bando de los poderosos, no
del de las mayorías. Y, en cuanto a los futbolistas, lo más interesante no son
las presencias, sino las ausencias: Paolo Guerrero y Renato Tapia son
probablemente los futbolistas peruanos más exitosos de sus respectivas
generaciones (Guerrero, por ejemplo, es el único futbolista peruano que ganó un
mundial de clubes, y Tapia es hoy el jugador peruano mejor cotizado). Guerrero
es, además, ídolo y caudillo indiscutible de la selección peruana. Tal vez eso
lo haya inducido a pensar que ponía en riesgo su capacidad de representar un
símbolo de unidad entre los peruanos si tomaba partido en la elección más
polarizada del presente siglo.
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