I
Faltan quince minutos para que el reloj de la esquina inferior derecha de mi monitor indique que son las dos de la madrugada del sábado. Debe haber
pasado ya más de una hora desde que terminó la única función de Birdman en
el Cineplanet del nuevo Real Plaza de Salaverry. Regreso con mi papá caminando
por toda la Residencial San Felipe camino a la avenida Brasil, en silencio. Tan
solo el murmullo de algún taxi interrumpiendo la quietud de las calles de Jesús
María durante el amanecer de un sábado de verano. Sólo hablo para
repetirle Paja la película ¿no?. Y él asiente. Supongo
que debe estar aun preguntándose que pasó en la escena final. Ya habrá momento
para que lo discuta conmigo. No somos de hablar mucho cuando salimos. Diálogos
cortos con respuestas monosilábicas la mayoría de veces. Preguntas forzadas.
Como cada vez que el personaje de Keaton y el de Stone hablaban en la película.
Voy a la cocina y veo que me ha dejado unas galletas intuyendo que me iba a
amanecer. Puentes que se trazan entre una generación y otra. Entre dos mundos
cercanos pero distintos. Entre dos seres humanos.
II
Madrugada del domingo. Otra vez las dos de la mañana. Hace media hora
que terminé de ver Whiplash en mi
reproductor de blue-ray. Si no la vi en el cine, fue más que nada porque la
única función era un cine al otro lado del mundo a una hora imposible. Pero no
es eso en lo que pienso. Pienso en mí en quinto grado de primaria. Yo llorando
porque es la ceremonia de clausura y no tengo el diploma de excelencia a pesar
de haber salido primer puesto ese año. Tenía dos índices por mala conducta
que me impedían merecerlo. Rabia. Mucha
rabia y molestia. La amargura de un chico de 10 años al que justo ese año se le
revientan los tímpanos, cortando una posible carrera en la natación, quedándole
tan solo la obsesión por ser el mejor académicamente. Sí, solo le quedaba eso
ante la imposibilidad de uno de los más atractivos físicamente o el mejor en
los deportes. Y sigue, ahí llorando cuando en eso se le
acerca un compañero de clases, el más revoltoso y jodido pero que nunca se ha
metido con él, a decirle Uribe, ya no
llores, igual te dieron un diploma… a otros nunca nos van a dar ninguno.
Ese día acabó mi obsesión o por lo menos entró en una especie de coma.
III
Las buenas películas, logran tocar las fibras más sensibles de nosotros,
pienso. Eso también. Nos hacen pensar. Aquellas que nos hacen cuestionar
ciertas cosas sobre nuestro pasado.Sobre nuestro presente. Quería comenzar este
texto resaltando que vi Birdman con
mi padre. Una de las escenas más impactantes de la película se da entre los
personajes de Riggan Thomson (Michael Keaton) y Sam (Emma Stone). La cruda
escena en la que ella se desahoga con él y se entrega sin atenuantes a gritarle
la verdad. Que es su ego lo que termina siendo su único motivo para vivir. Un
ego alimentado de la admiración de los demás.El eterno conflicto de padres e
hijos, pero que en la película no es más que la punta del iceberg de un
problema que podría denominarse como el de una generación y otra.
- Riggan:Listen to me.
I'm trying to do something important.
- Sam:This is not
important.
- Riggan:It's important
to me! Alright? Maybe not to you, or your cynical friends whose only
ambition is to go viral. But to me... To me... this is - God. This is my
career, this is my chance to do some work that actually means something.
Hay una eterna lucha de Riggan por tratar de salvar esta brecha, impedir
que el personaje que otrora interpretó termine por devorar su existencia.
Que Birdman termine de sepultar al Riggan-actor,
que al fin de cuentas, es el Riggan real, si se tiene en cuenta que para el
personaje, la actuación termina siendo la principal razón de su existencia.
Pero a su vez es Riggan tratando de responder si lo que ha definido su vida es
el placer de darle vida a caracteres ficticios o torturarse haciendo esto para
complacer a los demás.
IV
En Whiplash, también hay una
búsqueda de notoriedad. De un joven de 19 años, tratando de trascender en lo
único que parece mover su vida entera y la piedra sobre la que trata de
construir su futuro: la música. Hay una escena formidable en la que en una cena
familiar, desnuda sus temores y obsesiones tratando de destacar sus logros por
encima de la mediocridad de quienes los rodean. Ir más allá de la mera
existencia cotidiana. Pero no a través del facilismo de la notoriedad,
entendida hoy en día como una “fama” fugaz, lograda con un viral de YouTube o
una nota aparecida en la sección de notas curiosas de los diarios. No. Quiere
ser inmortal. Como Charlie Parker, a través de un arte no apto para cualquier
mortal como lo es la música. Algo que a pesar que le cueste lágrimas, sangre e
incluso, la vida misma, lo logre sacar del terrible anonimato y acabe con su
vacío existencial.
V
En Birdman sucede algo parecido. Es un cuestionamiento del mismo arte en
el que se está expresando. El paralelo de un pasado de personaje de superhéroes
como metáfora de la superficialidad de Hollywood, frente a un presente en el
teatro de Broadway como refugio y punto de partida para la exploración de una
trascendencia que permita a Riggan salir de ese encasillamiento que lo
atormenta. Su mayor demonio y al único que parece poder luchar aún luego de
haber perdido en la tarea como padre. Y es sobre ello que se erige la película.
Pero hay más que hace que el impacto de
la película no termine al final cuando comienzan los créditos, sino (como afirmó un compañero en el trabajo) que
Gonzáles Iñarritu juega con la biografía de Michael Keaton estableciendo
puentes entre la realidad y la ficción que no hacen más que engrandecer la
película luego de verla. Se basa en distintos instrumentos para lograr
transmitir su mensaje. ¿No es genial?
VI
La semana pasada ví en un estado de Facebook que un amigo escritor
preguntaba (en un afán sarcástico, sin duda) qué demonios significada la inesperada virtud de la ignorancia.
Luego de haber visto Birdman y Whiplash quisiera esbozar una posible
respuesta. La inesperada virtud de la ignorancia es uno de los mayores símbolos
de nuestros tiempos: la superficialidad de nuestras existencia. Nosotros tratando de evadir lo que pasa a nuestro
alrededor. Perdiendo el interés en aquello que creemos que difícilmente nos pueda afectar.
En Birdman lo vemos a través de la
banalidad de las películas que se exportan a granel y que la gente ve y
olvida a los pocos días. Sin mensaje. Sin trascendencia. Sin ningún impacto más
allá del goce instantáneo. Algo que también podemos ver en nuestras relaciones.
En lo que consumimos a diario en los medios. En nuestros diálogos cada vez más
vacíos de significancia. En la mayor parte de lo que se publica en redes
sociales ( y de ahí lo paradójico que escriba y publique este texto en un
blog).Y en Whiplash también, sobre
todo creo en el dialogo casi al final de la película cuando el personaje de J.K.
Simmons (bien merecido todos los premios de los que se hizo acreedor) relata el
porqué de su obsesión con la perfección en la música: la mediocridad lo
exaspera. El good job como el mejor
maquillaje para el conformismo, que si bien lo lleva al extremo del maltrato
continuo no deja de tener algo de verdad.
VI
No intentaría escribir sobre los aspectos técnicos de las películas. Para ello
tendría que haber consumido más cine y saber más al respecto. Sólo puedo
destacar que las puestas en escena y las actuaciones me fascinaron. Y es ello lo que siempre debe estar presente: el espectáculo
(imágenes y actuaciones)y el mensaje que sacuda a quien lo aprecie. Y estas dos
películas lo hacen con creces.
El primer post que escribí en este blog fue sobre “La red social”. No había escrito sobre películas hasta ahora. Y eso es sólo porque pienso que si has leído esto, lo primero que debes hacer es ver estas dos magníficas películas ( si se puede en el cine) y sacar tus propias conclusiones. Y si ya lo hiciste, pues bueno, cualquier discusión sobre ellas es bienvenida
.
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