"These days there’s so much paper to fill, or digital paper to fill, that whoever writes the first few things gets cut and pasted. Whoever gets their opinion in first has all that power". Thom Yorke
"Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla." Alejandro Zambra
"Ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar."Alberto Fuguet
"Para impresionar a las chicas de los 70 tuve que leer a Freud, Althusser, Gramsci, Neruda y Carpentier antes de llegar a los 18. Para seducir a las chicas de los 70 me hice especialista en Borges, Tolstoi, Nietzsche y Mircea Elíade sin haber cumplido los 21. Menos mal que ninguna me hizo caso porque entonces hoy sería un ignorante". Fernando Iwasaki
miércoles, 31 de diciembre de 2014
Anatomía del 2014 o una última escena de este año
Lo
que al final queda de un hombre suma sólo una parte.
Un fragmento de su habla. Una
parte de su oración.
Excavaciones
profundas para encontrar -¿encontrar qué?-, no encontrar nada.
Valeria Luiselli
Recordar,
releer: transformar el recuerdo: sutil alquimia
que
nos concede el don de reinventar nuestros pasados.
Valeria Luiselli
Son las cuatro y media de la tarde y decido salir
sigilosamente de mi casa. Todos andan alborotados. De aquí para allá hablando
sobre ensaladas, uvas, el pavo, la hora a la que llegan mis tíos. Está nublado
y aún persiste esa bruma asfixiante de hace dos horas. Un ambiente lúgubre. Odio
el calor. Camino hacia el nuevo centro comercial que han abierto hace un mes y
medio. Familias recorriendo las tiendas con grandes bolsas con distintos logos
y colores. Subo hasta el tercer nivel. Un patio de comidas fantasmal. Un par de
parejas abrazadas, desperdigadas como jugando a las escondidas. Las evado.
Buscando el sitio más alejado encuentro una mesa cerca a uno de los
restaurantes que aún no están operando. Me siento y abro el libro que estoy
leyendo desde la mañana, Papeles falsos de Valeria Luiselli, una mexicana a la que
descubrí hace casi un mes googleando sobre nuevos autores latinoamericanos y
cuyos dos primeros libros me han costado una cuarta parte de la quincena.
Cinco, diez, treinta minutos. Acabo el libro y miro a mi alrededor. Nada parece
haber cambiado. Parece nomás. Pequeñas modificaciones que a primera vista no se
notan. Los dos agentes de seguridad han cambiado de posición. Una de las
parejas ya no está. Los cajeros de Telepizza han cambiado de posición. Yo he
cambiado y no sólo de posición. Ya no soy el mismo de hace treinta
minutos. Ya no soy el mismo al de hace
un año. Empiezo a escribir.
Hace un año, por ejemplo, no existía el lugar donde
estoy sentado. Esto no era más que una vieja fábrica de tejidos abandonada, al
lado del Hospital del Niño. Vagabundos alcohólicos, chatarreros y cargadores se
reunían alrededor a jugar cartas, en plena acera del jirón Fernandini. Por el
lado de la avenida Brasil, lo único que parecía cambiar con el paso de los años
eran los graffitis que aparecían dibujados sobre las paredes descaradas de la Fábrica Textil San Jacinto. Las veredas
rotas. Las zapatillas colgando en las esquinas sobre aquellos cables negros que
son como las arterias de la ciudad si se les ve desde arriba. Eran imágenes con
las que uno se topaba al caminar por esta manzana. Imágenes que solían
repetirse si uno se adentraba más en el interior del distrito de Breña. Que
suelen repetirse mejor dicho. Pero un día llegaron las excavadoras. Era cierto.
Iban a abrir un Plaza Vea y un centro
comercial en las manzanas de la otrora fábrica. Pasaron seis meses y lo que era
un rumor se concretizó. Todo en menos de un año. Y no puedo dejar de
relacionarme, metafóricamente claro, con los cambios en este espacio del centro
comercial. Ninguno de los vecinos preveía esto a inicios del año, pero aquí
está. El mastodonte de cemento, símbolo del progreso económico (en número por
lo menos) de la última década llegó al populoso distrito de Breña y nos
tendremos que adaptar a ello.
Uno llega a fines de año con una sensación
agridulce. Por un lado esa satisfacción de estar en un periodo de descanso que
aunque efímero, se siente necesario (perdón si usted es de los que no salió de
vacaciones estos días, créame que lo comprendo), pero por otro está la
resignación de que este descanso de fin de año tiene fecha de expiración y que
dentro de unos días hay que volver a la rutina de todos los días. Pero hay algo
más. Uno hace un balance sobre si este año que culmina fue mejor que el
anterior. Se pregunta si el que viene será mejor. ¿Pero mejor en qué sentido?
Nos apuramos a sacar conclusiones. Recién la distancia temporal nos puede dar
una mejor perspectiva sobre ello. Permitirle a la memoria filtrar algunas cosas
y quedarnos con lo esencial. Con aquello que vamos a atesorar ya sea para bien
o para mal. Las experiencias de las que hablaremos en un futuro.
En mi caso, el 2014 fue como una montaña rusa. Y al
enumerar algunos hechos quiero registrar a través de las palabras imágenes, que
mirándolas en un futuro permitan catalizar la evocación de los recuerdos.
Facilitarle las cosas. Había comenzado
un diario que abandoné a los tres meses, en marzo o abril, no recuerdo. Sólo lo
volví a abrir un día de octubre. Y ahora está tirado por ahí, llenándose de
polvo como todas mi material de lectura de la universidad.
Hechos como el comienzo del curso del Banco Central
de Reserva. Las primeras sensaciones al conocer chicos y chicas de todas las
regiones del país. Algo parecido, pero
no idéntico a lo que debe haber sentido (guardando las distancias) Vargas Llosa
al entrar al Leoncio Prado. Los exámenes que dimos. Las amanecidas estudiando
en grupo. Los chistes. Los chistes, que creo que son lo que más recordaré. Los
almuerzos en los Vitrales. Las ingestas desproporcionadas de alcohol de
algunos. Los recorridos a la calle Capón, las pichangas, los microtorneos de
Counter Strike con las computadoras cuya objetivo inicial tergiversamos. Los
profesores. La resignación de ver una nota los lunes. Los cumpleaños. Los fines
de semana improductivos. El intercambio de regalos. La clausura y el discurso
de Perea. Los reencuentros. Los amigos. Ese fue mi verano, en el por ciertos
intervalos que se mezclaron cuestiones de sensación de fracaso académico con el
amoroso. Me di maña incluso para escribir un cuento sobre esto último, cuyo
vértigo al escribirlo espero volver a sentir un día. Descubrí los libros de
Alejandro Zambra. Me quedé fascinado con “El lobo de Wall Street” de Scorsese.
Comprendí que lo mío no era la teoría económica pura. Debía intentar por el
lado financiero. Que me comenzaba a ir mejor si le metía un poco más de
atención al estudio. Pasé el examen comprensivo de Macroeconomía. Se me ocurrió
una idea para mi Proyecto de Investigación.
Y el curso terminó, el verano también. Había que
comenzar el último año de Economía, que se puede resumir en cuestiones
académicas en aprobar los cursos de Proyecto de Investigación. Lo demás termina
siendo accesorio si uno sabe escoger bien sus electivos. Estuve buscando
trabajo por cuatros meses. Me hicieron jefe de prácticas del único curso que me
ha gustado dictar hasta ahora, que fue Macroeconomía 1. Me gustó otra chica. La
chica consiguió enamorado. Le di la mano a escritores como Juan Gabriel Vásquez,
Santiago Roncagliolo, Fernando Iwasaki. Me firmaron mis libros. Comencé mi
álbum del Mundial. No la hice en ningún banco (menos mal). Comenzó el mundial. Vendí
libros. Entré en un periodo de crisis económica. Asistí a varias obras de
teatro (De las que recuerdo, “El zoo de cristal”, “Zambito de pelo duro”). Mi
último almuerzo de economía. Escribí más cuentos. Conocí a escritores de la
talla de Francisco Ángeles, Jennifer Thorndike, Rodrigo Fresán, Jerónimo
Pimentel y Rodrigo Hasbún. Mis reseñas se empezaron a difundir. Tuve problemas
con mi proyecto de investigación. Suárez mordió a Chiellini. Alemania humilló a
Brasil. Alemaniácampeonó en Brasil. No completé mi álbum.Le gusté a dos chicas.
Ninguna me gustaba. La crisis economíca persistía, tuve que vender más libros.
Pasé mis cursos en San Marcos ajustando. Y entré a Apoyo.
En mi memoria se entremezcla el hecho de haber
entrado a trabajar a Apoyo con mi última exposición del curso de Proyecto de
Investigación I (que aprobamos). Tal vez porque por fin entraba a una etapa de
estabilidad. Aprobé el último examen comprensivo que me faltaba de
Microeconomía. Volví a recuperar algunas amistades. Se formaron algunas.
Asistía casi interdiario a la Feria del Libro. Le di la mano a escritores como
Jorge Volpi, Javier Cercas, Joao Paulo Cuenca, Fernando Ampuero, Carlos Yushimito. Empecé a escribir reseñar
para la web literaria de El buen librero. Susana decidió postular a la
alcaldía. Entró a funcionar el Corredor Azul. Dejé de viajar en los viejos
coásters para ir a la universidad y al trabajo. Empezamos a salir a tomar con
la gente de la universidad con mayor frecuencia. Fui más seguido a Barranco.
Siguieron los problemas del proyecto de investigación. Se murió García Márquez.
Se murió Gustavo Cerati. Empecé a escuchas todos los discos de Soda Stereo.
Compré más libros. Leí más libros. Me empezó a gustar otra chica. Fui jefe de
prácticas de Crecimiento Económico. Empecé a aportar dinero a la casa. Publiqué
un cuento que molestó a mi ex. Seguí escribiendo. Descubrí que más gente de
Economía escribía. No gané el concurso de ratón de biblioteca por tercera vez
consecutiva. Liverpool quedó segundo en la Premier. Casi borro cassete en mi
cumpleaños. Casi. Terminé Economía en la UDEP aprobando todo. De alguna forma
extraña seguí pasando los cursos en San Marcos. Viajé en avión por primera vez.
Estuve en Piura cinco días con mis amigos de la universidad. Navidad. Y estas líneas.
A veces la
memoria falla y reinventamos el pasado. Pero no creo que podamos cambiar la
esencia del mismo. No quiero trazarme objetivos fijos el año que viene. Que
venga lo que tenga que venir.
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